Julia Pierson, directora del Servicio Secreto, anunció su renuncia tras una serie de escándalos de seguridad en la Casa Blanca.
La dimisión se produjo un día después que los legisladores de ambos partidos cuestionaron el liderazgo de la señora Pierson y dijeron que temían por la vida del presidente.
Mientras el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, comanda una guerra en Medio Oriente en contra del grupo fundamentalista Estado Islámico (ISIS) con miras a recuperar los pozos petroleros de la región, lo cierto es que su propio Servicio Secreto no puede evitar que cualquiera llegue hasta él. Así lo han confirmado los incidentes ocurridos en septiembre, cuando los agentes fueron burlados y no pudieron evitar que un hombre armado con una pistola pasara por un contratista de seguridad y subiera al elevador con el presidente, o bien, cuando otro hombre, armado con un cuchillo, entrara sin ningún problema a la Casa Blanca y lograra llegar a un punto tan profundo como alarmante en la residencia presidencial.
El 16 de septiembre, durante una visita a los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades en Atlanta para discutir la crisis del ébola, Obama subió al elevador con un hombre de seguridad privada contratado por el Servicio Secreto para la ocasión. El hombre levantó las sospechas de los agentes cuando no siguió la orden de evitar que el presidente fuera fotografiado con un teléfono celular dentro del ascensor. Cuando el elevador se abrió, Obama salió seguido de varios agentes, pero otros se quedaron para interrogar al hombre. Tras un cotejo con la base de datos, resultó tener al menos tres condenas por asalto a mano armada.
Cuando un supervisor de la empresa que contrató al hombre descubrió que los agentes interrogaban a su empleado, lo despidió de inmediato. El hombre accedió a entregar su arma, lo que sorprendió a los miembros del Servicio Secreto ¡quienes no habían sido informados de que el sujeto portaba una una pistola! Obama no fue informado de inmediato, sino que conoció los detalles del incidente mucho tiempo después. Por su parte, el Servicio Secreto ha reconocido que existen protocolos de seguridad que contemplan múltiples filtros para evitar que gente armada pueda acceder al presidente. Por supuesto, en esta ocasión esos protocolos no fueron aplicados. El 19 de septiembre, un hombre que portaba un cuchillo entró a la Casa Blanca. El hombre no fue detenido ni interrogado, sino hasta haber avanzado mucho dentro del recinto presidencial, tras penetrar sin problemas en varias salas rumbo a la oficina oval. Omar González logró llegar hasta el Salón Verde.
Los chicos de Vox crearon este gif para dimensionar esta violación a la seguridad.
Con ésta, suman ya 3 las ocasiones en las que el Servicio Secreto del presidente se las ha visto negras al prevenir los atentados contra el jefe de Estado. El 11 de noviembre de 2011, Óscar Ortega-Hernández se detuvo frente a la puerta de la Casa Blanca con un rifle semiautomático y disparó varias veces. Al menos 7 disparos impactaron contra la residencia. Saha, una de las hijas del presidente, se encontraba en la casa. Malia, la otra hija, iba de camino. El atentado fue tan descarado, que la gente en la calle lo tuiteó:
“Un conductor se detuvo frente a mi taxi y disparó 5 veces contra la Casa Blanca”, escribió un testigo.
En aquella ocasión, la reacción del Servicio Secreto fue más que desastrosa. Primero intentaron despejar el área explicando a los testigos que los sonidos habían provenido de un tubo de escape roto. Más tarde cambiaron la versión a un enfrentamiento entre pandillas en las cercanías. La verdad se reveló hasta que una mucama encontró vidrios rotos en el balcón Truman. Ortega sólo fue capturado porque estrelló su auto al emprender una holagada retirada.
En cada una de las ocasiones, estos hombres actuaron solos y sin ninguna clase de plan previo. ¿Pero qué pasaría si un grupo organizado planeara un ataque contra Obama? ¿Lograría penetrar de forma tan sencilla a través de un Servicio Secreto tan torpe y confiado? Es inverosímil, pero cierto, que el hombre con el poder militar más grande del mundo está más desprotegido que muchos de sus enemigos.