Su rostro infundió más terror que los ataques ensoñadores de Freddy Krueger, los viernes 13 de Jason Voorhees y los siniestros juegos de Chucky cuando teníamos once años. Un hombre barbado de mirada penetrante, con turbante carmín y con Dubai, Abu Dhabi o Sharjah como paisaje de fondo hizo miserable nuestra estadía en la secundaria.

El Baldor, lo llamaban nuestros frenéticos profesores de matemáticas: un libro de pasta gorda de un grosor sólo comparable con la Biblia, que en lugar de traer bendiciones o fábulas morales, nos recetó una serie de símbolos ininteligibles que se asemejaban más a una transcripción de egipcio antiguo.

 

El 22 de octubre de 1906 nació el matemático masoquista que nos endilgó algunos de los peores momentos que pasamos en la Educación Secundaria, aunque ciertamente nuestras maldiciones imberbes habían sido dirigidas equívocamente todo este tiempo.

Para empezar, el autor del manual de tortura conocido como Baldor, no es un árabe parafílico que encontraba el placer en el sufrimiento de los jóvenes de secundaria o un franchute obsesionado con el álgebra. A pesar de las creencias populares, esto es falso. El autor del libro canónico en nuestra educación es obra del matemático cubano Aurelio Ángel Baldor de la Vega.

 

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De acuerdo con algunas versiones, era un tipo delgado de metro noventa y cinco de altura y de piel tostada. Nació en La Habana, Cuba, y según lo publicado por la revista SoHo, ni él ni su familia —asentada en Estados Unidos— han recibido regalías por las ediciones de dos de sus libros más comercializados: Álgebra y Aritmética.

Ambos libros —con los cuales el autor curiosamente no se hizo rico— fueron publicados en la capital cubana en 1941 como material del prestigioso Colegio Academia Baldor, el más afamado antes de la Cuba de Fidel Castro. En contra de lo que podríamos inferir, Baldor no fue un matemático ni pedagogo profesional, más bien se recibió como abogado.

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En 1959, de acuerdo con la publicación, el régimen de Castro buscó arrestar al célebre autor, aunque Camilo Cienfuegos— tercero al mando tras Fidel y el Che Guevara— impidió su arresto debido a que era su admirador. Después de la muerte de Cienfuegos, Aurelio vendió los derechos de sus libros a la editorial mexicana Publicaciones Culturales. El dinero lo utilizó para huir de la isla.

El autor de nuestro martirio de la secundaria llegó a México —donde vivió por dos semanas— para después dirigirse a Nueva Orleans, Estados Unidos. Debido a la segregación racial que afectaba a la nana de la familia, se dirigió a Brooklyn, Nueva York. Según el testimonio de su hijo, Aurelio Jr.. su padre eligió la imagen de Abu Abdullah Muammad ibn Musa al-Khwarizmi como portada de Álgebra por la admiración que sentía por el matemático persa.

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De acuerdo con esta versión de la historia, el nombre del verdadero protagonista de la portada fue cambiado para evitar asociaciones con el extremismo islámico. Aurelio vivió sus últimos años en Miami, Florida rechazando invitaciones y honores a la vida social del exilio cubano. Según sus familiares, a Baldor nunca le interesó la política y nunca volvió a ser el mismo tras dejar atrás su vida en la isla.

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