Por Oswaldo Ramos

El Estado tiene una deuda histórica con el sistema de educación pública. Pareciera que la perpetuación del pensamiento autómata prevalece por la necesidad de generar perfiles que sean funcionales al sistema económico empresarial, donde la competencia por resaltar dentro de esquemas y estructuras meritocráticas se vuelve más importante que sentarnos a entender al entorno que nos rodea acompañados del prójimo.

Dejar de lado el sentido crítico de autodeterminación que ofrece la educación en la libertad no sólo nos deshumaniza, también normaliza la precarización laboral a la que estamos sujetos dentro de cualquier empresa donde trabajemos: pensar que estamos siendo útiles en un empleo para el que nos preparamos cuatro o cinco años de nuestra vida pero únicamente somos funcionales a la línea de producción en masa que rige nuestra economía.

Aprender sólo memorizando datos y metodologías nos vuelve incompetentes ante la vida globalizada, donde es necesario saber reflexionar para poder llevar estos aprendizajes a la práctica, por tanto se genera un rezago que nos impide avanzar de manera individual y colectiva.

¿A qué condiciones aspiramos como empleados con las competencias aprendidas durante nuestro trayecto en el sistema educativo cuando la precarización laboral es una preocupación mayor ante la inminente automatización del trabajo? Se necesita sensibilidad para reaprender dentro de la dinámica laboral nuestros principios sobre los que sustentamos una educación individualizadora que descuida los esfuerzos colectivos.

escuela
Foto: Shutterstock

No podemos despreciar o subestimar todas las enseñanzas que ofrece la educación pública, sin embargo, se debe hacer siempre la crítica sobre cómo normalizamos un esquema para la automatización meritocrática que nos insensibiliza ante la desigualdad originada por carencias propias del abandono estatal. Ante tal escenario estamos obligados a aprovechar lo que se tiene para trabajar por una mejora. Para muestra un botón: los últimos años se ha legislado en favor de establecer reformas para la implementación de nuevos esquemas pedagógicos, no obstante, el factor político o los intereses preestablecidos en nuestra realidad política merman la discusión que verdaderamente importa: la democratización de la educación.

Ir contrario a esto fortalece el mantenimiento de una cúpula intelectual, una élite del saber que se vuelve al servicio de intereses económicos que perpetúan las carencias de la clase trabajadora, despojándola del derecho a la movilidad social, condenándola a la eterna noción aspiracional.

El acceso a una educación de calidad contempla más que el aprendizaje de nuestros saberes universales, también debe tener como meta la realización del individuo a través de la creación colectiva donde se ponga en el centro las necesidades del desfavorecido para dotarlo de herramientas que lo hagan competente y pueda escalar dentro del esquema social.

*****

Oswaldo Ramos es licenciado en Ciencias políticas y Gestión Pública, ex candidato independiente al Congreso por el distrito 19 e integrante de Futuro Jalisco.

Twitter: @Oswi_Ramos

Todo lo que no sabías que necesitas saber lo encuentras en Sopitas.com

Comentarios

Comenta con tu cuenta de Facebook