Sábado
El escenario Corona Light debía estar preparado para ser ese lugar privilegiado que alberga a una serie de músicos que compartirían su trabajo con el público. Buen inicio con Robert DeLong. A pesar de que apenas empezaba el día, logró atraer hacia el final a un número considerable de personas, rebasaban la consola. Las distintas formas que se expresarían en el escenario se anunciaban desde ahora. DeLong oscila entre la simplicidad y la complejidad: por un lado, se trata de un solo hombre, a pesar de ello logra llenar los oídos del público mientras va de un lado a otro tocando distintos instrumentos. Si bien en la pantalla se proyectan simples variaciones a la manera de un salvapantallas de Win98, en las bocinas suena Global Concepts, canción que le valió el lugar #33 en la lista de canciones alternativas de Billboard. Sus beats y su actitud apasionada complacen al público e inevitablemente lo hace bailar. El escenario pasó su primera prueba y se preparaba para lo mejor.
Los integrantes de Palma Violets se apropiaron definitivamente del escenario, incluso de un poco más de espacio. El sonido de la banda, con guitarras siempre presentes, dan la base para que Samuel Fryer se permita jugar con ese lugar favorecido; con el escenario. El frontman se bajó al menos un par de veces a convivir con sus fanáticos. El escenario es por excelencia el espacio del espectáculo, pero también de lo irreal; salirse del éste es violentar la distancia que existe entre la banda y los espectadores, y así como ocurre en el teatro cuando los actores interpelan a algún espectador, la intromisión de Fryer entre el público desató sensaciones que ninguna otra persona pudo provocar: en teoría no debía mezclarse (aunque no es el primero ni el último), pero de eso se trata el show: de inducir reacciones climáticas en el espectador. Una buena actitud de la banda y un setlist en el que dominó el rock y que nunca dejó que la atención del público se escapara, el escenario Light explotaba sus posibilidades y alegraba por segunda a vez a sus asistentes.
The Dandy Warhols no tuvieron que hacer aspavientos de ningún tipo para ganarse la atención. Con una actitud muy cool, se dieron a la tarea de complacer a los asistentes: había de todo, playeras de Iron Maiden, mohawks, lentes de pasta, pero todos muy atentos. La planeación del setlist tocó los extremos de lo atmosférico psicodélico (muy forever de pronto) y seguidos de lapsos muy melodiosos: equilibrio perfecto. Además, la hora (5:20-6:10pm) permitió que iniciaran los juegos de luces: el escenario contribuyó con el show. Durante “We Used to be Friends” y “Bohemian Like You”, banda, escenario y asistentes estaban en una comunión propiciada por la música que resultó muy disfrutable para todos.
Uno de los momentos más esperados era la presentación de Travis. Hay que reconocer que a catorce años del lanzamiento de The Man Who, aquel muchacho que tocaba la guitarra en un cuarto que resulta ser una embarcación, ha envejecido notablemente. Eso no quiere decir que la calidad de su música se haya deteriorado: al igual que la sonrisa de Francis Healy, la emoción con que los fans corearon las canciones de la banda permanece intacta. El escenario Light una vez más puso las condiciones para que en un momento Andy Dunlop subiera una torre con todo y guitarra para tocar un solo, o bien para que durante “Flowers in the Window”, todos los integrantes se concentraran en el centro: todos eran foco de atención. Las emociones fueron elevándose hasta encontrar su cause en “Why Does it Always Rain On Me”, canción en la que público y banda protagonizaron el espectáculo: unos tocando y otros brincando al ritmo de la clásica canción.
Cerrar con The Crystal Method a la vez que sugiere un recorrido musical diverso, también otorga cierta simetría, ya que en lo electrónico se toca con DeLong. Eso sí, definitivamente The Crystal Method imponen un espectáculo elaborado en todas las dimensiones: pantalla de fondo con colores brillantes, máquinas de hielo seco y una mezcla en la que, aunque predominaban los beats fuertes y marcados, de pronto se permitía transiciones melodiosas que propiciaban cambios de ritmo en el baile de los asistentes, que no dudaron en darlo todo a pesar del cansancio.
El escenario Corona Light se prestó el sábado para todo tipo de emociones, secuencias musicales y actitudes de bandas. En él se reunieron público y bandas que alcanzaron varias veces un frenesí apasionado al que sólo puede incitar el amor por la música.
Domingo
El segundo día de conciertos del Corona Capital sólo puede significar dos cosas: todos comenzamos a sentir el cansancio y al mismo tiempo queremos aprovechar la energía que nos queda para disfrutar de las últimas bandas.
Durante el domingo, el escenario Light fue de los menos visitados y ello se debe a varias razones: la mayoría de sus actos se empalmaban con otros que jalaban más gente; al final sólo se presentaron cuatro bandas debido a la cancelación de Fun; y el acto principal, Sigur Rós, se empalmaba con Arctic Monkeys.
Pese a esos infortunios, cada una de las bandas que tocó en esta tarima hizo lo suyo. El primero en salir al escenario fue Perfume Genius, que no es el nombre de una banda, sino el proyecto del músico Mike Hadreas, quien desde Seattle llegó a México por primera vez para ser parte de la experiencia del festival.
Lo que ofreció musicalmente fue un momento íntimo y mostró tener una gran capacidad como intérprete sin necesidad de muchos elementos musicales. En realidad fue un set bastante sencillo. Uno de los mejores momentos que nos dio Perfume Genius fue cuando cantó al piano “Helpless” de Neil Young.
El siguiente acto estuvo a cargo del guitarrista Gary Clark Jr. No hubo mucha gente durante su presentación; ello se debe a que aún era muy temprano y seguramente gran parte del público apenas se estaba reponiendo del día anterior, y también porque le tocó a la misma hora que Portugal.The Man, pero aún así había un buen grupo de entusiastas que querían ver qué es lo que ofrece en vivo. Y sí, al parecer la gente quedó bastante satisfecha al ver en vivo un músico que simplemente tocó rock and roll y blues. Una de las canciones que tocó, fue su éxito “Ain’t Messin ‘Round” de su último álbum Blak And Blu.
Después de escuchar un poco de pop y blues, el escenario Corona Light dio un giro para recibir a Jimmy Eat World.
Y para arrancar su set, tocaron “A Praise Chorus”, canción de ese memorable disco con el que los conocimos: Bleed American. Fue sorprendente ver que había mucha gente esperando por verlos; aunque al parecer no todos ubicaban qué es lo que había hecho Jimmy Eat World en los últimos años. Y peor aún, pocos han escuchado su último disco Damage, que fue editado apenas este año. Así que cuando la banda tocó canciones nuevas, el público se limitó a escuchar, pero sin poder corear con la banda.
A pesar de ello, Jimmy Eat World es una banda que sabe cómo roquear en un escenario y, claro, también sabe cómo complacer a su público; para el final dejaron la canción más esperada (y que seguramente una gran mayoría estaba ahí sólo por ESA canción): “The Middle”. Así tuvieron un gran cierre donde, ahora sí, todos se pusieron a corear la letra y a bailar un poco desenfrenados. Eso sí, no hubo nadie que quisiera revivir escenas del famoso video, por fortuna.
Y después de Jimmy Eat World, nos hubiera gustado ver a Fun. pero cancelaron de último momento porque su guitarrista, Jack Antonoff, se enfermó. Así que durante una hora hubo silencio en esa zona. Tal vez algunos pudieron aprovechar para ver otro acto que no tenían planeado de inicio (como Savages o Vampire Weekend); así que no hay mal que por bien no venga.
Justo a las 9 de la noche era el momento del acto principal en el Corona Light: Sigur Rós, una banda que ya había venido una vez a México, cuando tocó en un festival en Tepoztlán. Si fuiste a ese festival, recordarás que no tocaron su set completo, así que esta vez tanto los fans como la banda tenían que desquitar ese trago amargo de hace varios años.
Lo malo es que se empalmó con los Arctic Monkeys y entonces muchos tuvieron que elegir, lo bueno es que los que se decidieron por Sigur Rós, no se decepcionaron, y vaya que la gran mayoría optó por los Monos.
Si hubiera que elegir una palabra para describir su concierto, sería “bello”, en todo el sentido de la palabra. Justo porque había una serie de elementos, como el escenario decorado con pequeños focos que le daban una atmósfera íntima, los visuales que se sincronizaban perfectamente con el sonido, la voz de Jónsi que era bastante potente pero a la vez dulce, y, por supuesto la música de Sigur Rós, que nos demuestra que no siempre hay que entenderla, sino que a veces sólo debemos sentirla y dejarnos llevar.
Sigur Rós es una clara muestra de que el lenguaje de la música es universal. Sobre todo porque evidentemente no conocemos el idioma vonlenska, que fue inventado por la banda; pero en realidad no es un must.
Uno de los mejores momentos fue cuando tocaron “Hoppípolla”; verdaderamente sólo había que cerrar los ojos y transportarse a cualquier lugar que te transmitiera paz y felicidad, o simplemente estar en el momento. Para cerrar, Sigur Rós tocó “Popplagið”, de su disco ().
Después de este momento mágico que nos regaló la banda islandesa; el público ya estaba listo para roquear al 100% y desgastar sus últimas energías con uno de los actos finales de la noche: Queens Of The Stone Age.
Reseña sábado: Adam Vázquez
Reseña domingo: Viridiana Lazarini
Fotos: Óscar Villanueva