Por Carlos Monroy

La propuesta de que los partidos renuncien a su financiamiento público para ayudar a los damnificados del temblor se convirtió en una subasta para ver quién daba más. Para iniciar la semana, el PRI anunció fervientemente y en medio de la emergencia que el martes propondría en la Cámara de Diputados una reforma constitucional para eliminar el financiamiento público a partidos y para eliminar todas las plurinominales en el congreso. Así, ese dinero podría ir a las personas damnificadas (no crean que a los bolsillos de Chayo Robles en SEDATU). La cantidad de dinero que hoy reciben los partidos políticos es, sin duda, avergonzante. No obstante, la cantidad de dinero público de los partidos no es el problema, sino un síntoma del agotamiento del actual sistema de partidos.

[Antes de seguir con el texto quiero dejar en claro que no defiendo el statu quo de ninguna manera. Es necesario aprovechar el momento actual y pedir cambios de fondo, modificar las leyes que han permitido a las dirigencias partidistas secuestrar nuestras instituciones.]

#CeroDineroALosPartidos y sus incentivos perversos

El dinero público de los partidos tenía una razón de ser. En el caso mexicano era dar equidad a las elecciones. En la década de 1990, en un contexto en el que el PRI dominaba la mayor parte de las instituciones, el partido oficial tenía una ventaja sobre la oposición: el uso de recursos públicos provenientes de programas sociales. Me gustaría decir que, veinte años después, esta razón ha desaparecido; sin embargo, las elecciones en el Estado de México demostraron que al PRI-gobierno poco le importa desviar recursos para alimentar sus campañas.

Otro argumento a favor del dinero público a los partidos es limitar el dinero que reciben de privados. El dinero público es más sencillo de fiscalizar y controlar. Imaginemos que se aprueba la eliminación de todo financiamiento público a los partidos. El primer efecto es que los grandes donatarios (o sea, quienes más dinero tienen en este país) tendrán un peso mayor en la política nacional. Por ejemplo, las grandes constructoras que causaron parte de la tragedia por los edificios derrumbados durante el sismo. El mejor ejemplo de los efectos perversos de un esquema de financiamiento privado para los partidos es Estados Unidos. Gran parte de la crisis actual del sistema político de ese país es que los representantes han dejado de lado los intereses de sus representados para favorecer los intereses de los donatarios.

Otro efecto inmediato sería que los partidos harían mayor uso de dinero ilegal. Aquí, como lo vimos en las elecciones locales de este año, el PRI lleva la ventaja con dinero público de la federación y de los estados (no olvidemos ni volvamos cotidiano que su uso para fines electorales es ilegal). Otra fuente de dinero ilegal que cobraría importancia son el narcotráfico y otros tipos de delincuencia organizada.

#CeroPluris: ¿a quién le conviene?

Por otra parte, la propuesta de eliminar a legisladores plurinominales se ha repetido cada vez que se hace una reforma política. La ciudadanía tiene razón en estar molesta en cómo se elige a los plurinominales: sin voto directo y con listas determinadas por las burocracias de los partidos. Sin embargo, el sistema de representación proporcional (donde tenemos legisladores electos directamente junto con plurinominales) tiene como objetivo hacer más representativa cualquier asamblea. Por ejemplo, si hoy en la Cámara de Diputados no existieran los pluris, el PRI tendría 53% de los curules con tan sólo 30% de la votación; es decir, el PRI podría pasar leyes sin que la oposición pudiera hacer algo. Este porcentaje subiría a 61% si incluyéramos a su aliado natural, el Partido Verde. Si actualmente el Congreso representa poco la realidad de los mexicanos, sin plurinominales la crisis sería mayor.

¿Qué alternativas tenemos?

Nuestro objetivo debería ser exigir un cambio real y no simulación. Primero, exigir que los partidos cumplan con la donación de parte de sus prerrogativas para este y el próximo año, y asegurarnos que este dinero vaya a los damnificados y no a engrosar los bolsillos de los funcionarios. Segundo, sí, disminuir drásticamente el dinero público a los partidos, especialmente aquel destinado a las campañas. Tercero, exigir un mejor sistema de fiscalización para el INE. Cuarto, abrir el sistema de partidos a la ciudadanía mediante la reducción de requisitos para su formación, pero regresar al financiamiento condicionado (que para recibir dinero público el partido tenga representación en el congreso) para evitar que los nuevos partidos sean puro negocio. Quinto, ciudadanizar y no desaparecer a los pluris mediante listas abiertas y boletas separadas. Hoy, cuando votas por diputados estás obligado a votar por un mismo partido para los diputados de mayoría y los pluris. Tener boletas separadas para ambas fórmulas permitiría votar diferenciadamente y castigar a los partidos que presenten listas de impresentables. Las listas abiertas permiten que sean los ciudadanos y no los líderes de partido determinar quiénes de las listas de plurinominales llega al Congreso.

Que esta coyuntura sirva para hacer cambios de fondo en el sistema político. Las cosas deben cambiar porque México no puede seguir así, pero al menos hagámoslo de manera inteligente.

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Carlos Monroy es politólogo.

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