Por Adrián Montemayor

“México excede sus fronteras geográficas”, dice Nicolás Medina Mora y todo aquel que ha convivido con nuestros paisanos fuera del país lo sabe; haya sido con jornaleros haciendo la pizca en Iowa o con científicos estudiando partículas subatómicas en el CERN . La diáspora mexicana se cuenta por millones, especialmente en el vecino del norte. En este año muchos de ellos, especialmente los llamados dreamers se ven como ficha de cambio en el tablón de la renegociación del TLCAN y las elecciones de nuestro país. Las candidaturas presidenciales tienen que darle el papel que merecen a estos jóvenes que quizá no voten aquí pero siguen contando.

Estas elecciones representan el mayor esfuerzo para incentivar el voto desde el extranjero. El 31 de marzo finalizó el periodo para solicitar ante el INE poder participar en el proceso. Los mexicanos residentes en el extranjero que cumplieron podrán votar por Presidente y Senadores y las personas de Jalisco, CDMX, Chiapas, Morelos, Guanajuato, Puebla y Yucatán podrán hacerlo por gobernador.  Aún no hay datos de cuántos se registraron, pero -me adelantan personas con conocimiento- no fueron muchos.

Entre los expertos en migración está muy claro: la migración funciona como una válvula de escape, como un paliativo al hecho de que las instituciones sociales y de justicia en México están rebasadas. Estados Unidos provee las oportunidades que la corrupción, el mal gobierno y la falta de competencia merman en nuestro país. Tan sólo este año se esperan 30 mil mdd en remesas, cantidad que aumenta por precaución ante el incremento de sentimientos anti-migrantes en la sociedad y en el gobierno abiertamente xenófobo de Trump. En ese sentido, es conveniente para los políticos seguir haciéndose de la vista gorda ante los problemas estructurales que causan la migración. Toda esa gente que migra, que encuentra la vida en México virtualmente insostenible, pasa a ser un problema de alguien más y se convierte en una fuente de ingresos. Un ingreso que podría hacer de los migrantes uno de los mayores grupos de interés en nuestro país.

Dreamers mexican immigrants
Foto: Shutterstock

El problema reside en que el voto en el extranjero permite a los migrantes indocumentados (y documentados) que residen en EE.UU. a ser personas políticamente rentables en nuestro sistema. Para empezar, la cantidad de inmigrantes que pudieron votar no es nada pequeña. Como lo explica Pew Research en esta nota, no hay cifras exactas sobre el número de migrantes que viven en Estados Unidos, pero se estima que existen alrededor de 44.7 millones de migrantes viviendo en el vecino del norte. De esos  44.7 millones, se calcula que 11.6 millones son de origen mexicano. Es decir, de ejercer su derecho al voto, y suponiendo que sólo 60% fueran mayores de edad, esos 8.2 millones de mexicanos (la mayoría indocumentados) representarían casi 10% de la lista nominal nacional, considerando la lista nominal de 85 millones; puntos nada despreciables en una elección presidencial reñida.

La semana pasada, Donald Trump arremetió una vez más en contra de los dreamers, amenazando con deportarlos si no se construye el muro. Ellos son cerca de 700 mil  jóvenes que llegaron al país en los brazos de sus padres migrantes, que no tienen ciudadanía estadounidense, y que son beneficiarios de la Acción Deferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés), un programa que impide su deportación. Desafortunadamente, los únicos de quienes ellos pueden esperar reacciones y apoyos es de otros políticos estadounidenses, pues el tema no aparece en la agenda electoral . Poco hemos sabido de los gestos y los apoyos  anunciados por el gobierno mexicano a sus causas, como el facilitamiento de trámites de revalidación escolar, bolsas de trabajo, y empleo como profesores de inglés en normales rurales. Los dreamers están acostumbrados a rascarse con sus propias uñas, pues son una pelea que el gobierno mexicano no planea dar durante las re-negociaciones del TLCAN. Con todos los riesgos que implica, han salido del anonimato para pedir, con nombre y dirección, que les permitan vivir en el país que los vio crecer.

AMLO propone reinsertarlos en el mercado laboral con un apoyo de 6 mil pesos al mes a 2 mil migrantes, aunque si eliminan DACA, varios cientos de miles podrían ser deportados. Anaya, “generar acciones para apoyar su regularización”, así de general. Margarita, “Apoyar, asesorar y organizar una amplia red de defensa a los migrantes para hacer valer sus derechos”. Meade nada en específico, según su sitio web.

Seguramente muy pocos dreamers se registraron para votar. Los candidatos y la candidata no tienen incentivos electorales para velar por ellos. Pero lo cierto es que son nuestros compatriotas y paisanos. No sabemos qué suceda en los próximos años, quizá puedan mantenerse en EE.UU o quizá sean deportados. Pero lo cierto es que Trump está dispuesto a usarlos como moneda de cambio. Ellas y ellos importan, voten o no. Hay que  incluirlos en la agenda y en la visión que queremos y pensamos construir los próximos seis años. Hay que pensarlos como nuestros estudiantes, nuestros jóvenes y nuestros activistas. Quizás estén del otro lado del río, pero, de nuevo, ¿eso aún importa?

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Adrián Montemayor es parte de Wikipolítica CDMX, una organización política sin filiaciones partidistas.

Facebook: WikipoliticaCDMX

Twitter: @wikipoliticacmx |  @Montemx

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