Por Mariana Pedroza

La nueva ola de feminismo vino a poner todo de cabeza: muchas de las prácticas que antes se consideraban “normales” de pronto son cuestionadas con severidad, para incomodidad de la mayoría de los varones a quienes les favorecía el antiguo estado de cosas. La agenda feminista es amplia y va desde la legalización del aborto hasta la lucha por el respeto de los derechos laborales, la denuncia del acoso callejero y los feminicidios, entre otras.

Sin embargo, la lucha no se ciñe exclusivamente a lo que sucede en las calles, fuera de nuestra vida íntima, sino que, quizá la más delicada, es precisamente la que se hace en la  intimidad, en el seno del matrimonio o de la familia: ahí aparece aquello que del sistema heteropatriarcal hemos interiorizado, lo que nos parece permisible o condenable y lo que como mujeres esperamos secretamente de El Amor, con todas sus consecuencias.

Quizá por eso leer Claves feministas para la negociación en el amor, escrito en 2001 por la doctora en antropología Marcela Lagarde, me resultó tan esclarecedor. En este libro, Lagarde hace un recorrido histórico de las formas en las que hemos concebido el amor y analiza la forma en la que estas concepciones han mermado la autonomía y la libertad de la mujer. Peor aún: las formas en las que la mujer ha participado para que se perpetúen dinámicas que actúan en detrimento suyo, todo en nombre de un ideal romántico que, sobra decirlo, no es dado natural, sino que surge en un contexto cultural determinado lleno de presupuestos, como, por ejemplo, el de la sumisión de la mujer.

En la visión tradicional, el amor es universal y ahistórico, es eterno y se rige por una moral universal. Creer esto, sin embargo, es creer entonces que tenemos que aceptar todo el paquete: la dependencia, la creencia de que es necesario encontrar una pareja para tener una vida plena, de que amar implica “aguantar” ciertas vejaciones o de que ver por una misma es ir en contra del verdadero amor, considerado infinito y desinteresado.

El amor, pues, se construye en la historia. Eso significa que aprendemos sus contenidos. Desde ahí, Lagarde nos invita a desarrollar una filosofía amorosa, personal y consciente y a desprendernos de todas las nociones preconcebidas del amor que obstaculizan nuestro desarrollo.

Para la mujer, dice la autora, el amor es definitorio de su identidad de género, es la experiencia que la ha definido durante siglos, pero por la misma razón, es la que la ha privado de la posibilidad de negociar y apropiarse de parcelas de su vida personal: tan central es la experiencia para ella que cree que no puede perderla; está atrapada ante la imposibilidad de decir no.

Como dice Simone de Beauvoir, la perfección amorosa del patriarcado consiste en haber creado en las mujeres la creencia de que la realización personal está en allegarse a un hombre plenipotenciario de la vida. Algo más complicado es buscar alternativas propias para alcanzar la realización personal y dejar de depositar en el otro la responsabilidad de nuestro florecimiento.

Los existencialistas sostienen, no sin cierto fatalismo, que siempre estamos solos. Quisiéramos que fuera distinto, pero es quizás aceptándolo que podemos empezar a acompañarnos realmente. Por paradójico que resulte, sólo asumiendo que siempre va a haber espacios en nuestra vida afectiva que el otro no va a poder llenar es que podremos empezar a entablar relaciones con mayor respeto por la individualidad ajena y mayor compromiso con la propia individualidad.

Las relaciones de poder están presentes en todas nuestras dinámicas sociales y eso incluye nuestra vida romántica. ¿quién depende económicamente de quién? ¿Quién se siente con derecho a reclamar qué? ¿En qué momentos uno siente miedo del otro y por qué?

El ejercicio consciente del amor puede propiciar cambios no sólo en lo privado sino también en lo público: el amor puede convertirse, dice Lagarde, en un espacio para transformar las relaciones de poder en la sociedad pues, en última instancia, todo lo personal es político.

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Mariana Pedroza es filósofa y psicoanalista.

Twitter: @nereisima

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