Por Esteban Illades

Habrá quien diga que los números de covid-19 no son importantes, que haber pasado el millón oficial de casos –mucho mayor, en realidad, dado que en México no se hacen pruebas– es intrascendente, que lo que hay que hacer es “aprender a vivir con el bicho” y ya. Pero no, porque no es nada más un bicho.

Contrario a lo que cada vez dice más gente –“es como una gripa”–, el covid-19 ya es responsable, si hemos de creerle a los números oficiales, de la muerte de casi el 0.1% de los mexicanos. Todos tenemos historias. Todos conocemos o sabemos de alguien que fue a dar al hospital y no volvió a salir.

Eso es el covid-19.

Sin embargo, las noticias de bodas masivas aumentan y aumentan. También de fiestas. ¿Quién no ha escuchado mariachi por su casa en estos días?

Como dijera Francisco Moreno, director de medicina interna del Hospital ABC: “para el segundo tequila toda la gente se quita el cubrebocas”. Y ahí los contagios son masivos. No sólo de quienes piensan que no les va a pasar nada o que si les pasa será leve, sino de quienes ni la deben ni la temen y salen contagiados porque los otros se sienten invencibles. En Estados Unidos ya se ha medido la cadena de contagio, aquí no –porque no se hacen pruebas–. Pero hay gente que por tener contactos con sus seres queridos –que no se cuidan, que van a bodas, que les da igual– ha terminado en la tumba sin tener vela en el entierro.

Foto: Pixabay

Y eso, claro, bajo el supuesto de que hay cubrebocas de por medio. Porque hay quienes de plano no creen en la ciencia. ¿Cuántas veces no los han increpado en la calle por llevar cubrebocas? A mí varias. El otro día hasta me gritaron que “esa porquería no sirve de nada”. Sí, cada quien está en libertad de creer lo que quiera, siempre y cuando no afecte la salud de los demás. Como dice la campaña, usa cubrebocas por respeto.

Cada vez se sabe más del “bicho”. Se sabe que se transmite por la respiración, por los estornudos. Por las partículas y los aerosoles. Ya no se piensa que sea por superficies –aunque sigue existiendo una mínima posibilidad de que así sea. 

Ya se sabe que lo mejor es mantener distancia; que lo ideal es hacerlo con cubrebocas de por medio. Se sabe que los espacios cerrados son los peores, en particular aquellos donde se utiliza aire acondicionado y la ventilación es mínima. Por eso los gimnasios y los cines son los que mayor restricción tienen: es donde existe mayor riesgo de contagio.

Eso no quita que la gente se pase las reglas por el arco del triunfo. ¿Cuántos bares clandestinos no operan en la Ciudad de México? ¿A cuántas fiestas no los han invitado? Con contraseña, eso sí, y con ubicación sólo obtenible por mensaje directo. Porque es obvio que quien lo organiza sabe de la ilegalidad del asunto.

Pero “es sólo un bicho”. Sí, un bicho que causa coágulos en el cuerpo. Un bicho que hace que tus pulmones dejen de funcionar; que te deja fatigado durante meses, que reduce tu capacidad cognitiva; además, un bicho que te puede matar de una manera muy dolorosa: ¿qué puede ser peor que morir ahogado?

La vacuna vendrá, tarde o temprano. Quizá para abril de 2021 empecemos a ver cómo se despliega alrededor del mundo –con dudas sobre cómo se desplegará aquí, por supuesto; basta con ver cómo se ha llevado a cabo la campaña de influenza este año–, y quizá para finales de 2021 las cosas puedan volver a una especie de normalidad. Pero para eso todavía falta.

Mientras tanto, nuestro trabajo debe ser protegernos. Si no nos importa nuestra vida, pues ok. Pero que nos importe la de los demás. La de nuestros madres, la de nuestras hermanas. O, con un poquito más de corazón, la de las enfermeras y las doctoras, que 15 días después de nuestro “¿qué más da, es sólo una fiesta?” estarán ahí con el oxígeno para ayudarnos a respirar cuando no podamos.

Usa cubrebocas. Todo el tiempo. Cúbrete la nariz también, si no no sirve. Mantén distancia. Lávate las manos. Y, si puedes, quédate en casa.

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Esteban Illades

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