Por Esteban Illades

Mucho se ha dicho sobre las vacunas en contra del coronavirus y su llegada a México. Pero casi nada, aún, sobre quiénes serán los primeros en recibirlas. El gobierno, según ha avisado el presidente, se apoyará en las Fuerzas Armadas –oh, sorpresa– para su distribución. Según el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, serán las vacunas de Pfizer las que se aplicarán a partir de este mes en el país.

Sin embargo, hay dudas todavía sobre cómo se llevará a cabo este proceso, sobre todo porque la vacuna de Pfizer necesita de condiciones muy particulares para funcionar: la más importante, debe refrigerarse a 70 grados centígrados bajo cero. Como ha dicho el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, México no cuenta con la tecnología necesaria para ello.

Pero bueno, supongamos que por arte de magia se logra aplicar la vacuna de Pfizer en los próximos días y México empieza su largo camino de salida. ¿Quiénes deben ser los primeros en recibirlas? Dice el gobierno que por estas fechas tendrá una guía clara; por lo pronto, y esto lo ha dicho las últimas semanas, los primeros en recibirla serán quienes están en la línea de riesgo frontal del covid-19 –entiéndase doctoras, enfermeros, trabajadores de salud–. Después las poblaciones vulnerables –aquellos cuyas condiciones preexistentes les creen más riesgos graves ante la enfermedad–. 

Ya en un tercer lugar, conforme vayan llegando las dosis, se irán entregando a más grupos.

Y es lo lógico. Lo que más se necesita, ahora que la pandemia está en absoluto descontrol –no por nada la Ciudad de México tiene 50 tonos de naranja para evitar decir lo obvio–, es que el personal médico esté protegido. Diciembre y enero serán meses mucho más pesados incluso que mayo y junio, cuando en teoría se vivió la peor parte de la pandemia. Si no se les vacuna a ellos, la sociedad mexicana corre un riesgo aún mayor. Necesita que el personal médico siga al pie del cañón. (Gracias por cuidarnos, nunca está de más recordarlo.)

Sin duda, también, debe vacunarse a la población más vulnerable. Porque otro de los objetivos principales debe ser reducir las muertes por covid-19, que en México se estiman por encima de las 200,000 (el número oficial es poco más de la mitad, pero el propio gobierno ha admitido que sus cuentas no salen). Con un sistema de salud en los huesos –que ya estaba así, pero que ha empeorado en los últimos dos años–, México ha tenido muertos por coronavirus que podrían haberse prevenido. Son muertes debidas a complicaciones por saturación hospitalaria y falta de atención correcta. Son muertes evitables. Reducirlas debe ser prioritario.

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Foto ilustrativa: Reuters

Por otra parte, si pensamos a largo plazo, después de estos dos grupos el siguiente en ser vacunado deben ser los maestros de educación básica. Estados como Chiapas han reportado que casi la mitad de los alumnos en sus municipios más pobres ha desertado de la educación en línea porque no cuenta con las herramientas necesarias para poder tomarla. En estas condiciones, los niños chiapanecos se enfrentarán a un futuro todavía más difícil del que ya esperaban dadas las condiciones prepandemia de su estado.

Es necesario, entonces, que los niños puedan regresar a las aulas. Que puedan intentar recuperar lo que han perdido en estos casi nueve meses de encierro. Que puedan regresar a un camino que les presente oportunidades cuando crezcan. De lo contrario, México se quedará todavía más atrás en el futuro: tendrá una sociedad más rezagada en términos educativos, que podrá competir menos que ahora con otros países en desarrollo, en innovación, en calidad de vida.

Si medimos de otra forma, un factor que debe tomarse en cuenta a la hora de asignar vacunas son los núcleos de población: si bien es cierto que queremos que todo el país esté vacunado, lo que más importa es evitar la propagación del virus. Lo ideal sería, entonces, comenzar la vacunación en las zonas más densamente pobladas del país. En esos núcleos donde los contagios son más factibles por el contacto humano. Aunque ese criterio también debe ponderarse con otro: la vacunación en lugares donde no hay suficiente atención médica. Ambos círculos pueden encontrar zonas en común –zonas con mucha población y mala atención– pero es obvio que éste no es el caso en todo el país.

Así las cosas, la vacuna –en pocas dosis– hará su aparición en nuestro país antes de que termine el año. El siguiente habrá más, y, probablemente, para 2022 el país comience a salir de este trance de una vez por todas. Mientras tanto, el gobierno está en la nada envidiable posición de decidir a quién salva primero y por qué.

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Esteban Illades

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