Por Luis Ángel Monroy-Gómez-Franco

A inicios de este año se publicaron una serie de notas sobre posibles recortes a los montos de las becas CONACyT para estudiantes de posgrado, así como a los estímulos que reciben los investigadores del Sistema Nacional de Investigadores. De acuerdo a esas notas, el problema surge del cambio en la unidad de referencia empleada para calcular estos apoyos —antes la referencia era el salario mínimo y ahora es la Unidad de Medida y Actualización (UMA). A esas notas le siguió un movimiento de estudiantes de posgrado que se han movilizado para pedir que se vuelva a utilizar al salario mínimo como unidad de referencia para calcular las becas de CONACyT; incluso, han interpuesto una serie de amparos ante el poder judicial para tal efecto (Ver acá).

La cuestión es que el diagnóstico presente en las notas de periódico y que se encuentra detrás del reclamo estudiantil es incorrecto. No ocurrieron recortes a los montos nominales de las becas y tampoco el cambio de unidad de referencia para su cálculo es un problema. De hecho, la creación de la UMA como referencia es la solución a otro problema de mucho tiempo en la economía nacional: el bajo nivel del salario mínimo. Para entender por qué digo esto, vale la pena ahondar en qué es la UMA, por qué se creó, para qué sirve y como se relaciona con el reclamo de los estudiantes.

¿Qué es la UMA?

La UMA es la nueva unidad de referencia que el gobierno emplea para el cálculo de los montos de los pagos que recibe y que realiza. Es decir, las multas, las pensiones, las becas, los créditos del INFONAVIT y demás pagos, ahora están expresados en términos de UMAs y se actualizarán conforme el monto de ésta cambie, ya no con el cambio del salario mínimo. Es útil tener este tipo de unidades de cuenta pues simplifican la actualización de dichos pagos en el tiempo, además de servir de referencia para la determinación de nuevos pagos.

Hasta 2016, la referencia universal para los pagos al/del gobierno era el salario mínimo. A partir de ese año se decidió reemplazarle por la UMA. ¿Por qué ocurrió este cambio? Porque era un error tener todo eso referenciado al salario mínimo. El salario mínimo fue creado con el objetivo de establecer el pago mínimo socialmente aceptado como retribución a cualquier trabajo en México. Sin embargo, en los ochenta, como parte de la estrategia para reducir la inflación en el país, se optó por hacer que los incrementos del salario mínimo fuesen iguales o menores a la inflación observada. El objetivo de esta política era lograr que la expectativa de inflación de las personas se fuera reduciendo, pues al crecer a un menor ritmo los salarios, tanto los costos laborales de las empresas como la demanda de bienes y servicios también crecerían a un menor ritmo, lo que llevaría a un menor ritmo de crecimiento de los precios (es decir, una menor inflación). Sin embargo, dado que la inflación no se ajustó a la baja inmediatamente, al mantenerse en niveles muy pequeños los incrementos en el salario mínimo, la capacidad de compra de dicho trabajo se contrajo drásticamente durante los ochenta y los noventa.

Dado que los incrementos en el salario mínimo ocurrían en fechas predeterminadas, se hizo costumbre referir los montos de cualquier ley que implicara un pago al salario mínimo. Esto, a la larga, significó que cada vez que aumentaba el salario mínimo no sólo aumentaba éste, sino que también aumentaban otros precios en la economía (multas, becas, créditos del INFONAVIT). Al encadenarse el salario mínimo a esta multiplicidad de pagos, se tomó la decisión de que sólo se incrementara cada año en un monto igual a la inflación, pues de esa forma se minimizaba el impacto que dichos incrementos podrían tener sobre la inflación, vía el incremento de todos los precios asociados al salario mínimo. De ahí que el salario mínimo aún no se recupere, en términos reales, de su desplome en los años ochenta y noventa.

La UMA se creó con el fin de liberar de esas cargas al salario mínimo, de tal forma que se pudiera dar inicio a una política de recuperación del monto real de éste. Ello implicó que la unidad de referencia para actualizar los montos de las becas de CONACyT dejara de ser el salario mínimo y ahora fuese la UMA.

¿Pero el cambio implicó un recorte en el monto de las becas?

La respuesta es un rotundo no. El valor de la UMA en 2017 se incrementó en cerca del 3.35%, mientras que los montos de las becas de maestría y doctorado se incrementaron en 4.73% (fuente aquí  y acá).  Es decir, las becas se incrementaron en 2017 más de lo que se incrementó la UMA.

¿Entonces por qué algunos medios hablan de que se redujo el monto de las becas?

Porque están haciendo un cálculo equivocado. Algunos medios comparan el incremento efectivo con el incremento que ocurrió en el salario mínimo, cercano al 9.5%. Ese cálculo es erróneo porque para que tuviera lugar ese incremento en el salario mínimo, en  primer lugar era necesario que se le desligara de todas las otras cosas que le usaban como referencia, entre ellas las becas. Si no hubiese ocurrido la sustitución del salario mínimo por la UMA, ese incremento de 9.5% difícilmente hubiera ocurrido. Vale la pena además señalar que desde 2014 se había comenzado a discutir sobre la necesidad de remplazar al salario mínimo como referencia, y las implicaciones que ello tendría para el cálculo de elementos como las becas.

En resumen, el supuesto recorte no ocurrió, y la UMA mucho menos es el monstruo temible que algunas pancartas pintan. ¿Esto quiere decir que el reclamo de los estudiantes de posgrado sobre la necesidad de incrementar los montos de las becas CONACyT más de lo que se aumentaron es equivocado? La respuesta es no.

El reclamo de los estudiantes es válido, en tanto que la beca supone su única fuente de ingresos, pues, para poder recibir una beca, CONACyT demanda que el estudiante deje de trabajar. Por lo mismo, la beca debe garantizar que el estudiante viva en condiciones de vida dignas, y sea equivalente al salario que recibiría en el mercado laboral. Pero lograr un incremento en las becas no pasa por cambiar su unidad de referencia. Pasa, más bien, por incrementar sus montos absolutos (en lugar de 4 UMAs que sea equivalente a 5 UMAs) o modificar sus reglas de actualización para que poco a poco incrementen su monto en términos de capacidad de compra.

Pedir que se deseche a la UMA como unidad de referencia de las becas, tal y como pretenden algunos, sería una grave derrota en la batalla por incrementar el valor del salario mínimo y no ayudaría, en el mediano plazo, a mejorar las condiciones de las becas que reciben los estudiantes de posgrado.

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Luis Ángel Monroy-Gómez-Franco es Maestro en Economía por El Colegio de México y consultor independiente.

Twitter: @MGF91

Fotos: Facebook y Twitter

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