¿Cuál es #ElGobiernoQueMeremos? Anoche, durante su discurso de agradecimiento por el Oscar a mejor película, Alejandro González Iñárritu expresó sin tapujo alguno:

“Finalmente solo quiero tomarme un segundo para dedicar este premio a mis compañeros mexicanos: los que viven en México, ruego porque podamos encontrar y construir el gobierno que merecemos, y a aquellos que vivimos en este país, quienes somos parte de la última generación de inmigrantes en este país, espero que podamos ser tratados con la misma dignidad y respeto que aquellos que llegaron antes y construyeron esta increíble nación de inmigrantes”.

De esta manera, Iñárritu señalaba el verdadero problema que aqueja a los mexicanos: la crisis de gobernabilidad que, desde la silla presidencial mexicana, se hace sentir a través de todo el territorio nacional y más allá de él. Basta señalar el estancamiento en temas económicos, a punto de convertirse en legítima crisis tras los recortes presupuestales constantes, consecuencia de la caída del precio del petróleo, nuestro producto de exportación por excelencia.

Algunos, no obstante, se han apresurado a reafirmar aquella falacia. según la cual, tenemos el gobierno que merecemos, ni más ni menos. La idea básica detrás de aquella afirmación es que, de ser más dignos, tiraríamos este gobierno con la sencillez que la superioridad numérica, moral y sentimental deberían contraer.

Esta idea parte de una premisa falsa: la de que elegir y vigilar al gobierno es nuestra único quehacer como personas y como miembros de una sociedad. Deja de lado que si hemos de entrar en un pacto social y vivir bajo un gobierno, es porque deseamos ejercer nuestros derechos para alcanzar nuestros objetivos (nuestros, los que sean) con la garantía mínima de la integridad y la seguridad.

En otras palabras: no es tarea fácil enfrentar abiertamente a un gobierno por no cumplir con el papel mínimo de garantizar la seguridad, porque enfrentarlo implica poner en riesgo todo aquello que podríamos alcanzar aún  bajo la mediocre protección que ofrece: ver crecer a nuestros hijos, lograr un patrimonio mediano o, incluso, arreglárnoslas para ser medianamente felices sin necesidad de tomar las armas y poner nuestras vidas en riesgo.

Tomar la decisión de decirle a un gobierno que lo que hace no es suficiente y que lo está haciendo mal, no es sencillo y mucho menos es mediocre. Recordar al gobierno actual todo esto es un acto que sólo puede merecer respeto,

El gobierno que merecemos es uno que pueda garantizar que pensar o hacer lo que queramos no represente motivo de desaparición forzada, uno que logre hacer que al menos sus propias instituciones no estén corrompidas. Pero, sobre todo, merecemos un gobierno que no nos humille al obligarnos a considerar como una opción viable el renunciar a nuestros proyectos y derechos para dedicar nuestros esfuerzos a conseguir el mínimo necesario para que los que vengan sí logren realizarlos. 

Es todavía más indignante que, en un marco en el que tal decisión luce no solo viable sino necesaria, el gobierno mexicano responda al comentario de Iñárritu de la siguiente manera:

Por otro lado, luchar por el gobierno que merecemos no debe ser confundido con una acción gloriosa. El que no pueda proyectar una vida más allá de tal lucha, terminará por considerar el poder y el orden (para el pueblo, para sí mismo, da igual) no como un mínimo, sino como el objeto mismo de su deseo. Si fracasa, su lucha habrá sido en vano; si triunfa, no gobernará para que todos puedan ejercer sus derechos como quieran, sino, literalmente, para que sean gobernados. Es difícil imaginar algo más escalofriante que una persona que lucha por el gobierno que merece pero que al mismo tiempo olvida que merece algo más que un gobierno.

La observación de Iñárritu no puede ser refutada con argumento tan banal como aquél y, ciertamente, sin importar el marco en que fuera expresada (recordemos el consabido reclamo, aún más absurdo, de que ha sido enunciada por alguien adinerado que no sufre en carne propia los avatares de la crisis de derecho, como si tal cosa le restara validez al reclamo en sí mismo) merece ser escuchada y secundada como lo que es: un urgente llamado al gobierno para ponerse a la altura del papel que se ha propuesto desempeñar.

Algunos más encontraron despreciable el comentario de Sean Penn al entregar la estatuilla a Iñárritu, a cuyas órdenes se pusiera en la excepcional 21 gramos. Tras leer en silencio el nombre del ganador y asentir con toda aprobación, el actor expresó “¿Quién le dio la Green Card a este hijo de perra?”. Quizá la frase necesitaba un poco más de contexto para no ser tomada como un comentario racista. Penn e Iñárritu son excelentes amigos desde hace años y, a decir verdad, fue el actor norteamericano quien buscó al director mexicano para pedirle que lo incluyera en el proyecto de 21 gramos tras haberse impresionado con su trabajo en Amores Perros.

La frase no fue más que un chiste. Lo que resulta verdaderamente indignante es que, como comentario, tiene sentido. Poco se lograría censurando a Sean Penn: sería tan absurda como esconder la cabeza bajo la tierra para no ver la realidad. La frase de Penn refuerza aquella dedicatoria de Iñárritu a los mexicanos migrantes. Alejandro no pidió solucionar el racismo con silencio y censura ante los comentarios racistas, sena dichos en broma o en serio, sino con un trato realmente digno, algo que implica bastante más esfuerzo y que rinde, indudablemente, mejores frutos.

@plumasatomicas

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