Aunque sirven para salir de broncas, como esconder el mal aliento después de unos buenos tacos de pastor, o para distraer a la ansiedad de un cigarro, una vez que se le fue el sabor, los chicles pueden convertirse en un gran problema urbano… sobre todo en caso que, después de masticado, la goma de mascar no sea depositada en un cesto de basura.

Ejemplo de lo anterior son las calles del centro histórico, las cuales ya comienzan a tomar apariencia de quesito gruyere, debido a las múltiples manchas que dejan las gomas de mascar una vez que son removidas del piso (incluso paredes)… lo cual no es de a gratis: cada chiclito que se quita cuesta al Gobierno del Distrito Federal la cantidad de dos pesitos, esto debido al precio de líquidos desengrasantes, uso de máquinas hidrolavadoras, más la mano de obra.

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“No parece mucha la inversión que se tiene que hacer, qué exagerados”, pensarán algunos… pero la cantidad se eleva si se multiplican el costo unitario por los 800-1000 chicles que se retiran DIARIAMENTE, sólo en un tramo de cualquier vialidad del Centro Histórico, según reporta El Universal.

Además de ser una molestia, sobre todo cuando alguno se pega en la suela del zapato, los chicles en el piso son un problema que afecta a la tercera parte de las calles del primer cuadro del DF, es decir, el 30% de cada metro cuadrado tiene recuerditos que dejan algunos de los 5 millones de personas que caminan por la zona.

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De acuerdo con datos oficiales, en 2013 fueron retiradas cerca de 72 mil 500 gomas de mascar de las calles aledañas al Zócalo… lo cual además de representar un gasto que debería de ser innecesario, también significa un riesgo sanitario… nomás imagínense cuántos litros de babas se van junto con tanto chicle.

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Y ni hablar de la contaminación que provocan una vez secos, ya que tardarán hasta cinco años en degradarse por la acción del oxígeno. Por algo la gente prefiere escupirlos a tragárselos… sólo que a veces quien termina empacándoselos –al confundirlos con alimento- son las diversas aves que rondan por el DF, lo cual no les hace mucho bien: al ingerir los chicles, estos les provocan obstrucción intestinal.

Así que, aunque muchos los coloquen “borregamente” como algo decorativo en paredes, pisos e incluso árboles… pues ya conociendo esta información, no ch$%… masquen.

*Vía EL Universal

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