Por Sofía Mosqueda

Aprovechando que es Navidad (considerando que en el imaginario colectivo la Navidad comprende todos los días que rodean a la fecha específica, desde las posadas hasta el año nuevo) hay que aprovechar para hablar de la familia. O mejor, hay que hablar de las familias. En nuestro país la temporada navideña es esencialmente familiar: por todos lados las felicitaciones que rodean a las fiestas incluyen saludos y buenos deseos para la familia; la compra masiva de regalos es para la familia, y hay un entendido suficientemente difundido y aceptado de que la Navidad se pasa en familia; pero, ¿qué familia?

La composición de la familia en México es muy variada. No sólo porque nada más el 40% de los hogares están formados por un hombre y una mujer casados con hijos (biológicos o no), como se concibe tradicionalmente a la familia, sino porque LA familia, en amplio, en abstracto, suele comprender a más personas que las nucleares; y porque la familia puede estar compuesta por personas con quienes compartimos sangre, pero no es una condición básica. En realidad, en nuestro país, la familia tiene tantas expresiones como posibilidades. El fundamento de una familia es el amor y el cuidado entre los miembros, independientemente de quiénes o cuántos sean.

¿Por qué, entonces, hay quienes creen que pueden diseñar el modelo ideal de familia con base en lo que dogmáticamente creen y restringir arbitrariamente la libertad y los derechos de personas a las que ni siquiera conocen? Hay personas y familias que tienen la disposición, la voluntad y el amor para compartir con una niña o un niño, para brindarles las oportunidades que la podredumbre de las condiciones de vida en muchos espacios de nuestro país les niega; ¿quiénes son los demás para negar esos afectos?

El pasado 21 de diciembre el Presidente, Enrique Peña Nieto, en el marco de la Tercera Sesión del Sistema Nacional de Protección Integral de Niñas, Niños y Adolescentes (SIPINNA), presentó una Iniciativa de Ley para facilitar el proceso mediante el cual menores de edad se integran a una familia. El presidente declaró que “cuando se trata de trabajar por la niñez y la adolescencia de México, por mejorar su presente y asegurarles un mejor futuro, no hay esfuerzo pequeño ni persona que deba estar al margen”. Ni persona que deba estar al margen, ojo ahí.

Fuera de los estados en donde está expresado en el Código Civil el derecho a casarse y a adoptar para parejas del mismo sexo (Campeche, Chiapas, Ciudad de México, Coahuila, Colima, Jalisco, Michoacán, Morelos, Nayarit y Quintana Roo), en los demás estados hay que tramitar un amparo que les permita hacerlo, puesto que la Suprema Corte de Justicia de la Nación ya determinó que es inconstitucional negar el acceso tanto al matrimonio como a la adopción. Sin embargo, la negación inicial para llevar a cabo es una discriminación evidente, que margina y limita el trámite para muchas personas.

La propuesta de Peña es apenas una intención; falta que efectivamente se presente y apruebe el próximo año, pero lo importante es que la ley que propone EPN tiene el potencial de, además de facilitar el trámite de adopción en todos los casos, volver explícita la posibilidad de hacerlo para parejas del mismo sexo o para modelos de familia que no se ajusten al tradicional –que no el común.

A los sectores extremadamente conservadores de la población les gusta apelar al bienestar de los niños cuando protestan en contra de la diversidad, de los derechos humanos y de la vida digna. Sin embargo, uno de los derechos fundamentales de las niñas, niños y adolescentes es el derecho a vivir en familia. Negarles ese derecho es, indiscutiblemente, atentar contra su bienestar. Paradójica (y ridícula)mente, agrupaciones como el Frente Nacional por la Familia y su principal impulsor, el Consejo Mexicano de la Familia, apelan a la defensa de LA familia (una familia, la que les embona) para imponer un modelo restrictivo de estructuración social en el que se discrimina la forma de vivir del 60% de los hogares de nuestro país, en el que, además, se fomentan diferentes tipos de violencias contra las mujeres y contra personas LGBTTTI. ¿Para qué?

Ojalá que el Presidente aproveche esta oportunidad para brindar a las familias mexicanas mejores posibilidades de constituirse y de agruparse para nutrirse. En tiempos en los que muchas familias duelen al reunirse porque, producto de la enorme crisis de violencia que vive nuestro país, sufren de ausencias innecesarias e irresueltas, hay que reflexionar sobre el valor que otorgamos y el valor que nos proveen las familias; sobre la diversidad en el ejercicio de éstas, y sobre el deber ético y social que tenemos de no sólo no discriminar a ningún tipo de familia, sino de reconocer el valor que todas las familias proveen a la sociedad y a miles de niñas y niños que merecen la oportunidad de crecer en amor.

***

Sofía Mosqueda estudió relaciones internacionales en El Colegio de San Luis y ciencia política en El Colegio de México. Es asesora legislativa.

Twitter: @moskeda

 

Todo lo que no sabías que necesitas saber lo encuentras en Sopitas.com

Comentarios

Comenta con tu cuenta de Facebook