Un colchón en la parte de atrás de una camioneta se convirtió en el dormitorio de Silvia, una enfermera del Hospital General de Tijuana, en Baja California. Ella tomó la decisión de no ir a su casa al terminar su turno para no poner en riesgo a su familia: su esposo y sus cinco hijos.
Al enterarse que estaría atendiendo a pacientes diagnosticados con COVID-19, habló con sus hijos y entre todos la ayudaron. En una tarde adaptaron la parte de atrás de su camioneta para que ahí pudiera dormir.
Entre cobijas, ropa de civil, uniformes blancos, equipo de protección donado, un libro, almohadas y objetos de sus hijos para recordarlos, Silvia pasó el tiempo intentando descansar en ese lugar incómodo.
“Claro que sí me da miedo, me da miedo por mi familia, me da miedo por mis hijos, me da miedo por mis compañeros…”, señala.
Con una sonrisa en la cara y emocionada por mostrar los objetos que sus hijos e hijas le prepararon para su estancia en la camioneta, Silvia explica que su familia es su principal motor ahora más que nunca para ir a trabajar.
El fondo de pantalla de su celular es una foto de sus pequeños. A su lado, una pequeña lámpara que le mandó una de sus hijas para que no tuviera miedo por las noches.
Aunque es difícil no estar cerca de sus hijos y de su esposo, sabe que está peleando una batalla —como muchos otros doctores, doctoras, enfermeros y enfermeras— en la que su trabajo es indispensable. Aún con miedo, Silvia está salvando vidas.
Centro COVID-19
El Hospital General de Tijuana, de la Secretaría de Salud de Baja California, fue designado como centro COVID-19 ante la emergencia sanitaria, por lo que poco a poco fueron desalojando para recibir y aislar a pacientes con coronavirus. Se reconvirtió.
Silvia cuenta que, aunque al principio el recibimiento de estos casos fue de manera gradual, llegó un punto en que creció demasiado: ahora el piso en el que trabaja se ve muy distinto de lo que era antes.
Explica que, una vez que el personal entra en la zona y se visten con el equipo de protección personal, ya no pueden ir al baño, a tomar agua o a comer hasta que salen de turno.
“Quienes trabajan un poco más son los del turno de la noche porque trabajan doce horas: ellos son quienes más lo están padeciendo, te dan tu equipo completo y es para que te lo quedes todo el turno”, explica.
Sin embargo, a pesar de lo difícil de la situación, del miedo a contagiarse, de las pesadas jornadas de trabajo y de la incomodidad del equipo de protección personal, Silvia trata siempre de ser amable con los pacientes que están ahí sin su familia.
Afirma que lo único que quiere es hacerlos sentir mejor, platicar con ellos cuando puede, desearles un buen día o recordarles que está ahí par ayudar.
“Mis compañeros hablan con muchos de los pacientes que están intubados. Les tomo la mano para hacerlos sentir que estamos ahí y no se sientan solos porque humanamente los estamos apoyando”, relata.
Ayuda con ayuda se paga
A pesar de que estuvo algún tiempo durmiendo en su camioneta, finalmente la ayuda llegó. La Secretaría de Salud estatal y la Asociación de Hoteleros de Baja California llegaron a un acuerdo para poner a disposición del personal médico que atiende a pacientes COVID-19 hospedaje gratuito durante la contingencia.
De esta manera no tienen que ir a sus casas al terminar sus turnos en los hospitales y clínicas (ni dormir en sus coches) previniendo el contagio de sus familias.
Silvia y muchos de sus compañeros pueden descansar de las largas jornadas y el estrés que implica estar en la línea de fuego en un cuarto del Grand Hotel Tijuana.
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