La pandemia de COVID-19 a la que nos enfrentamos en todo el mundo —desde casa o en algún hospital especializado— ha traído consigo mucho miedo, ansiedad, tristeza, pobreza e incluso incertidumbre, de no saber lo que va a pasar o cuánto va a durar.

En México, en la medida de lo posible, llevamos casi dos meses refugiados en casa pero la batalla aún no está ganada. El personal médico está haciendo un esfuerzo sobrehumano en todo el país para salvar la mayor cantidad de pacientes con lo poco o mucho que tienen a la mano y, sin duda, están enfrentándose a algo sin precedentes.

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Foto: Cuartoscuro.

La doctora Leticia, jefa del área de Urgencias en el Hospital General de Texcoco Guadalupe Victoria Bicentenario, en el Estado de México, nos contó lo complicado que es trabajar en condiciones que nunca antes se habrían imaginado.

“Yo viví la pandemia del 2009, era médico general en ese momento. No se compara nada con lo que esta pasando hoy. Recuerdo bien que nos daban (mascarillas) N95 y demás y que sí hubo fallecidos, pero no es lo que estoy viendo ahora. De verdad que no”, nos explica.

A pesar de que el hospital en el que trabaja es general, las instalaciones son muy pequeñas para responder de manera adecuada a la cantidad de pacientes que llegan diariamente. El Guadalupe Victoria es híbrido, es decir, que la mitad fue designado para atender pacientes COVID y la otra mitad continúa trabajando con el resto de pacientes generales.

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Foto: ANTAC

Con 40 camas disponibles en total —de las cuales 20 son para pacientes infectados con el virus SARS-CoV-2—, la situación ya los sobrepasó.

“Separar un hospital que no está diseñado para esto fue lo más complicado porque no tenemos la infraestructura. No tenemos todo lo que se requiere o se necesita, así que estamos literalmente improvisando cada paso que damos”.

Afirma que poco a poco el personal ha ido diseñando el área para hacerla más funcional, pero es muy frustrante no poder darle el manejo óptimo a todos los pacientes que reciben.

El área de Urgencias del hospital se encuentra sobresaturada, al nivel de que a veces ya no hay ventiladores disponibles. En estos casos la única solución es intentar referir al paciente a otro hospital que lo pueda atender. En el caso de Texcoco, esos centros están en Zumpango e Ixtapaluca para adultos, el Hospital del Niño en Toluca para pediátricos y el Mónica Pretelini para mujeres embarazadas.

“Recuerdo que la familia de una paciente decidió rentar un equipo de ventilación a una clínica privada de Texcoco. No se cuántos días, pero pues la familia ante la desesperación lo rentó”.

Es demasiado trabajo

Debido a que el Instituto de Salud del Estado de México (ISEM) mandó a casa a todo el personal de riesgo —mayores de 60 años, con enfermedades crónico-degenerativas, enfermedades respiratorias y mamás que estén lactando—, los trabajadores disponibles se redujeron considerablemente.

A pesar de que se hizo una contratación extraordinaria y al hospital de Texcoco llegaron 28 nuevos compañeros —entre enfermeras y médicos especialistas— la carga de trabajo para quienes ingresan al área de COVID-19 es demasiada.“EL personal no se queda 8 horas, se queda 9 o 10 horas. Algunos nos hemos quedado hasta 17 horas en el hospital entre capacitaciones y apoyo a los compañeros porque no podemos con tanta carga de trabajo”, explica. 

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Foto: Especial/ Dra. Leticia

A eso hay que agregarle el desgaste físico que implica llevar puesto todo el equipo de protección personal durante toda la jornada de trabajo: no se lo pueden quitar para comer, tomar agua o ir al baño hasta que salgan del área.

“Tener encima el equipo de protección, que sí lo tenemos, nos genera mucho calor. Más o menos estamos manejando entre unos 38 a 40 grados dentro del equipo“, cuenta.

Para que nos demos una idea de lo que esto implica, la urgencióloga nos enumeró todas las cosas que tiene que utilizar: además del uniforme institucional, usa un gorro para cabello,  gafas protectoras cerradas, un cubrebocas tipo N95 desechable, una bata de cirujano, dos pares de guantes y unas botas de protección de calzado.

A pesar de que no es utilizado en todos los hospitales, gracias a gestiones hechas por el hospital y solicitudes, el ISEM mandó unos trajes tipo tyveck —los blancos de cuerpo completo—, que son más gruesos y más resistentes pero que generan demasiado calor y hace que el personal sude mucho.

“Estar 12 horas con el equipo, con el calor y la deshidratación, hace que te vuelves más lenta, es verdad. Si te suda la cara mucho y se te empañan las gafas de protección no ves bien y empiezas a tener más problemas para desarrollarte en las funciones. Todo ese tipo de cosas hace que nos veamos más lentos, es inevitable”, señala.

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Foto: Práctica de intubación en Hospital Texcoco

Quitarte el traje es lo más difícil

Si ponerse todo el equipo de protección personal es complicado por lo minucioso que tienen que ser, quitárselo es todavía peor. Al salir del área, después de trabajar tantas horas, el equipo ya está impregnado de secreciones por todos lados… por lo que es importante tener demasiado cuidado.

La doctora explica que son al menos 30 puntos de descontaminación y en cada uno de los pasos para quitarse el traje hay que lavarse las manos a detalle. “Puede pasar como hora y media en lo que sale todo el personal a descontaminarse poco a poco porque no pueden salir todos al mismo tiempo y como entramos como 20 por turno, es realmente una locura”, señala la doctora.

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Foto: Especial

El desgaste emocional es aún peor

Con la voz entrecortada, la jefa de Urgencias explica que enfrentar la pandemia de COVID-19 ha sido un golpe duro para todos. Hay compañeros que incluso han renunciado o se han negado a entrar al área por el miedo de contagiarse o porque no pueden ver a tanta gente morir.

Señala que el paciente que ingresa solo tiene dos opciones: se recupera y sale por su propio pie del hospital para regresar a casa o fallece y su familia no lo vuelve a ver vivo. Cuenta que darle la mala noticia a su familia, por teléfono, es lo más desgarrador que pueden hacer, escuchando la desesperación de la familia al otro lado de la línea.

“Una vez, íbamos a intubar a un paciente de 24 años. Tenía mucho miedo y me rogó hablar con su familia. Tomé el celular, le hice una video llamada y fue lo más duro que he tenido que hacer. Pararme ahí y ver a este chico despidiéndose de su papá y saber que no lo volvieron a ver. Él falleció. No tienes una idea de lo horrible que es verlos fallecer”

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Foto: Forbes México

Es por todo lo anterior que la médico hace un llamado a toda la población a tener un poco de empatía con las personas que están perdiendo a sus seres queridos por el COVID-19 en un hospital y que no pueden estar con ellos cuando mueren: a sus papás, mamás, hijos, hermanos.

“Me gustaría que la gente entendiera que es una realidad, que lo estamos viviendo y que los poquitos que estamos combatiendo la enfermedad estamos dándolo todo. Ver el miedo en mis compañeros es terrible. Nos pega muchísimo”, recuerda.

Además pide a la población no creer todas las noticias falsas que se publican en redes sociales ya que bajo ninguna circunstancia un médico(a) o enfermera(o) tendrá el objetivo de matar a su paciente. Al contrario, están poniendo sus vidas en riesgo para salvarlos.

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Yo soy Gabriela Espinosa, pero díganme Gaby, si no siento que me regañan. Trabajo como reportera y redactora en Sopitas.com desde 2018 y desde entonces me enfoqué, en su mayoría, en hard news. En diciembre...

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