Por Diego Castañeda

Un mundo donde la gente se ve segregada en una élite con acceso a todo y una clase baja con apenas lo mínimo para sobrevivir, donde el mérito realmente no existe y desde que se nace está prácticamente determinado cómo será nuestra vida, donde en muchas ocasiones un individuo que desea ascender en la sociedad debe engañar al sistema. Ése es el mundo de Gattaca (1997), no el de México aunque, salvo por la ingeniería genética, el resto de la historia no es muy distinta.

Gattaca es probablemente una de las películas más subestimadas de su época, pero una particularmente apreciada por los amantes de la ciencia ficción y aún más por los que vemos la película desde la óptica de las ciencias sociales. La historia ocurre en una sociedad donde las parejas pueden elegir los genes de sus hijos y, dependiendo de la calidad de los mismos, pueden acceder a distintos estratos de la sociedad con roles más o menos prominentes y prestigiosos, así como con el status social que los acompaña.

En una de las líneas más famosas de la película, Vincent (Ethan Hawk), el protagonista y miembro de la clase baja, aquellos nacidos de forma natural y, por lo tanto, con genes normales dice “ahora la discriminación se ha vuelto una ciencia”. En pocas palabras, la película, además de colocar temas de bioética y la ética de la ciencia, es un buen espejo para ver la desigualdad, en específico la desigualdad de oportunidades y cómo una sociedad rígida, sin movilidad social, puede verse.

En esta sociedad, nuestro protagonista encuentra de manera improbable la forma de escalar hasta llegar a la élite, lo que nosotros llamaríamos el 1 por ciento.  En el México contemporáneo no somos una sociedad muy distinta. Aún no tenemos ingeniería genética para que todos seamos atletas olímpicos con doctorados en física y midamos 2 metros, pero sí tenemos una estratificación social rígida y en gran medida casi predeterminada al nacer. En la película y en México, origen es destino; en la primera, es la diferencia entre nacer de forma natural o nacer a través de alteraciones genéticas; en la segunda (nuestro caso), es la diferencia entre nacer en una ciudad o en el campo, entre nacer en una comunidad indígena o en el seno de una familia de clase de media de la Ciudad de México o de Monterrey, entre nacer en una familia de bajos ingresos o una de altos ingresos, incluso de forma triste, es la diferencia entre nacer con dos cromosomas X  o uno X y Y.

En México la probabilidad de que un niño nacido en alguna de las tantas circunstancias de desventaja pueda hacer lo que Vincent y llegar por sus méritos a la cúspide es virtualmente imposible. El concepto de igualdad de oportunidades ya ha sido abordado en este medio en algunas ocasiones previas y el tema de la desigualdad también ha sido abordado en Geekonomía; sin embargo, vale la pena recordar que son temas trascendentales para la sociedad. De nuestro entendimiento y preocupación de estos temas emanan decisiones en sociedad, como los impuestos que se cobran, las cosas en las que se gastan. Toda discusión sobre desigualdad, ya sea de oportunidades o de resultados, y sobre cómo atenderlas a través de más o menos redistribución es el fondo de otro problema, lo que entendemos por una sociedad justa.

Thomas Nagel y Liam Murphy, dos de los filósofos más reconocidos de nuestro tiempo, argumentan que, en el fondo, los impuestos en una sociedad son la materialización en el Estado de lo que es y no es justo en una sociedad. Si comprendemos que, por las características mismas del mercado, la distribución arroja no es ni natural (depende de arreglos institucionales creados por los humanos) ni es justa (desde una posición de justicia distributiva), entonces la conclusión lógica es que se requieren tomar medidas (redistribución) en sentido contrario, si creemos que la redistribución es deseable, entonces, obviamente no creemos que la distribución del mercado es justa.

Imagen: Shutterstock

Esto se vuelve relevante a la luz de Gattaca, como un espejo para ver a la sociedad mexicana. Pareciera que, tal como en la sociedad plasmada en la película, en México tenemos una alta preferencia por una sociedad en donde no existe la justicia social. Nos encontramos demasiado cómodos con los arreglos existentes, como si aceptáramos que no pueden ser cambiados cuando en realidad se sostienen consensos sociales, no en leyes de la naturaleza.

Quizá donde el símil entre la película y México se vuelve más evidente es en el tema de la primera infancia. Sin contar con la tecnología avanzada para seleccionar todos los genes que un niño debe tener para no tener enfermedades y tener capacidades máximas, nosotros segregamos a las futuras clases bajas y altas con la falta de acceso a la alimentación y a la estimulación. En México, la niñez es una de las poblaciones más expuestas a la pobreza (alrededor del 50 por ciento de las personas entre 0 y 18 años). Este porcentaje es mucho más alto si se considera, además, su origen étnico o su género. La diferencia que estas condiciones hacen en el desarrollo de una persona son semejantes a las que se observan en Gattaca entre aquellos nacidos de forma natural y aquellos nacidos en laboratorio.

Parafraseando a Vicent, en México la segregación (y discriminación) se ha vuelto una forma de hacer política pública, una forma de construir instituciones. Algo que, si no cambiamos, vamos a pagar todos. 

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Diego Castañeda es economista por la University of London.

Twitter: @diegocastaneda

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