Por Luis Ángel Monroy-Gómez-Franco

Tras la victoria de Trump en noviembre del año pasado dos temas sobre la relación México-Estados Unidos invadieron la agenda pública: el muro y la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Lentamente, ambos temas fueron abandonando la discusión pública en favor de asuntos más locales, como las elecciones del Estado de México, o porque era necesario dar seguimiento al último desarrollo en la investigación sobre las relaciones entre Trump y Rusia. O porque Donald Trump había tuiteado covfefe.

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Sin embargo, a pesar de que ya no ocupa las primeras planas, la renegociación del TLCAN está por comenzar. Y de enero a la fecha han ocurrido varios desarrollos que deberíamos tener en cuenta para formarnos una expectativa de la ruta que seguirán esas negociaciones. En particular, hay un elemento que hay que considerar: la renegociación de un oscuro, pero no por ello menos importante, acuerdo comercial entre México y Estados Unidos sobre la exportación de azúcar mexicana a Estados Unidos.

¿Por qué es importante un acuerdo sobre el azúcar?

La renegociación del acuerdo sobre azúcar (concluida a principios de este mes) nos permitió ver la primera escaramuza entre los negociadores de ambos gobiernos. Y así fue entendido por buena parte de los medios internacionales que cubrieron la noticia, mientras que por parte de los medios mexicanos la noticia pasó mayormente de largo. Es más, no sería increíble que no muchos estuvieran enterados de la existencia de ese acuerdo. 

¿Por qué estamos renegociando un acuerdo sobre azúcar? ¿Es relevante? El acuerdo regula los montos de azúcar refinada exportada por México hacia Estados Unidos, y surgió como consecuencia de un reclamo por parte de los productores estadounidenses en los años 2000 sobre la supuesta venta a precios por debajo de los de mercado del azúcar refinada mexicana. El acuerdo, firmado en 2014, establece que del total de exportaciones azucareras mexicanas a EE.UU., sólo 53% podía ser azúcar refinada y no se podía vender por debajo de un precio mínimo, pensado para favorecer al productor estadounidense.

Corte a 2017: los azucareros estadounidenses se vuelven a quejar, ahora porque el azúcar mexicano sin refinar es vendida directamente al público, pues está ya casi refinada por completo. Ello lleva a que, según los azucareros estadounidenses, exista  una desventaja para el azúcar estadounidense, producida primordialmente en Florida. Sin embargo, las exportaciones mexicanas son usadas por los refresqueros y otras industrias, por lo que ellos no están de acuerdo con las quejas de los azucareros. Hasta ahí, parece que no es sino otra pelea entre los distintos lobbies de Estados Unidos. Pero no, pues hay que contar el factor Trump: José Fanjul, de los empresarios azucareros más importantes de Estados Unidos, lo apoyó desde un principio. Y, por tanto, tenía oídos receptivos en la Casa Blanca, por lo que su queja fue escuchada, mientras que los reclamos de refresqueras y similares no.

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En esas circunstancias se lanzó la renegociación del acuerdo, impulsado por un sector de productores de azúcar bastante agresivo en su posición contra los productores mexicanos. El resultado, anunciado hace un mes, fue que México aceptó reducir la cuota de exportación de azúcar refinada de 53% a 30%, y se comprometió a que el azúcar sin refinar exportada fuese “menos refinada”, tal que tuvieran que usarse las refinerías estadounidenses antes de venderla al público. A cambio, México quedó como el primero en la lista para proveer a EE.UU. de todo el azúcar extra que requiriese Estados Unidos por encima de sus importaciones programadas.

Para las autoridades mexicanas esto, junto con el hecho de poder concluir negociaciones antes de la renegociación del TLCAN y que no se activaran aranceles contra las exportaciones mexicanas, fue una victoria. Los productores mexicanos no estaban tan seguros de ello. De hecho, los productores estadounidenses tampoco estaban tan de acuerdo con el nuevo acuerdo.

En la renegociación del TLCAN no sólo se va a renegociar el comercio de un sector, sino el de varios y de forma simultánea. Si uno de los elementos que se esperaba jugara a favor de México era la presión por parte de los usuarios estadounidenses de insumos mexicanos, el episodio del azúcar muestra que eso no importa tanto frente a la cercanía a Trump. De igual forma, los resultados de la renegociación de este acuerdo apuntan a que se privilegió el evitar la entrada en vigor de aranceles, aunque fuesen temporales, por encima de no afectar los intereses de los productores mexicanos. Una estrategia de ese tipo en el caso del TLCAN puede resultar peligroso, pues todo parece indicar que existe un interés por parte del gobierno estadounidense para modificar marcos regulatorios no sólo respecto al mercado laboral, sino al marco legal que enfrentan las empresas de ese país que operan en México. Dicho de otra forma, si se parte de la idea de que hay salvaguardar el TLCAN a toda costa, es posible que el caldo nos salga más caro que las albóndigas.

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Dado que las renegociaciones del TLCAN comienzan en agosto, es muy probable que veamos al tema regresar a los titulares.

Desafortunadamente esta columna ya no estará presente para ir narrando esa saga. Quiero agradecer la invitación que me hicieron Sopitas y Raúl Bravo Aduna para colaborar en este espacio y a los lectores que se interesaron por leer algunas de las cosas de las que platicamos los economistas.

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Luis Ángel Monroy-Gómez-Franco es Maestro en Economía por El Colegio de México y consultor independiente.

Twitter: @MGF91

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