Por Paloma Villagómez Ornelas

Supongamos que fue en serio y que, de ganar, un candidato cumpliría la promesa de crear un Registro Nacional de Necesidades de Cada Persona, el ReNaNeCaP. Supongamos que pone manos a la obra e instruye a su gabinete a levantar un censo con preguntas como éstas: Usted, ¿necesita algo? ¿Qué? ¿Qué necesitaría para dejar de tener esa necesidad? ¿Cuánto de eso que necesita le parece necesario? ¿Necesita ayuda para satisfacer esa necesidad?

A las oficinas centrales del recién creado Ministerio de la Necesidad llegarían millones de registros con un número igualmente grande de requerimientos. Todos necesitamos algo. Es más: todos necesitamos muchas cosas simultáneamente. Algunas de las cosas que necesitamos, incluso, necesitan de otras cosas para ser satisfechas. Es posible, entonces, que cada boleta represente no una necesidad, sino una cadena de necesidades que, según la promesa del ahora presidente, deberán ser atendidas (note aquí que atender y satisfacer una necesidad no es la misma cosa).

Supongamos después que un grupo de analistas acopia y sistematiza toda la información. Elabora reportes generales y sectoriales. Se celebran convenios con instituciones académicas y con la sociedad civil para la producción de sesudos diagnósticos. Una serie de organismos nacionales e internacionales se incorporan a las mesas de discusión. El mandatario no es ingenuo: sabe que no hay recursos suficientes para satisfacer todas las necesidades, al menos no simultáneamente. El presidente decretaría entonces la creación del Comité Técnico para la Selección de Necesidades Susceptibles de Ser Atendidas, el CTSNSSA, que, basado en criterios objetivos y rigurosos, decidirá cómo y en qué orden atender qué necesidades. Se inventan criterios, normas y metodologías. Se crean programas, estrategias y cruzadas. Un ejército de funcionarios se despliega por todo el país. Cada tanto tiempo se presentan los resultados de medición del Necesitómetro™.

A pocos meses del final de su administración, los datos no son halagadores. La insatisfacción de las necesidades persiste, algunas incluso son más agudas que antes. Comienzan las precampañas, luego las campañas. El nuevo candidato del partido oficial, que no repunta, propone en la inercia y la desesperación, crear la Certificación de la Ausencia de lo Esencial, la CerAuEs. Todo vuelve a empezar.

Si esta pequeña ficción le parece familiar es porque ya lo hemos vivido. Pero, por alguna razón, hay quienes se empeñan en hacerlo pasar por una propuesta seria y novedosa. Sin embargo, no sólo parece una idea poco meditada, sino que lo poco que se reflexionó se basa en supuestos equivocados, explícita o tácitamente expresados, que aquí desmenuzamos.

La política social no conoce las necesidades de las personas

Para debatir este punto hay que estar claros en qué es una necesidad y diferenciarla de los “anhelos” y los “sueños” a los que evoca el candidato. Una necesidad es algo que no depende de nuestra voluntad, que requerimos más allá de nuestro deseo consciente. Pero, sobre todo, es algo cuya insatisfacción produce un daño grave en la integridad física, social y moral de las personas. No me crean a mí. El candidato y los interesados pueden consultar un vasto acervo de literatura sobre el tema.

Lo creamos o no, en México se ha discutido mucho sobre las necesidades básicas. Por supuesto, no es una discusión acabada –en parte porque las necesidades cambian con el tiempo y el desarrollo-, pero se han logrado avances conceptuales y políticos importantes, al punto de colocar legalmente a algunas necesidades esenciales a la altura de los derechos. La política social no sólo conoce cuáles son éstas sino que periódicamente invierte millones de pesos del presupuesto público en producir muchísima información al respecto.

Cada persona tiene necesidades distintas

Nos gusta pensar que somos únicos e irrepetibles, pero lo cierto es que, independientemente de los deseos, la vida en sociedad implica ciertas normas que, en cada tiempo y espacio, marcan la pauta de lo que se considera necesario para tener un modo de vida satisfactorio y legítimo. Las prioridades pueden cambiar pero, en general, compartimos nociones bastante similares sobre lo necesario. Por ejemplo, hoy necesitamos acceso a tecnologías que nos permitan participar en la conversación de la sociedad. No es un lujo personal; estar comunicados se ha vuelto genuinamente necesario. Hay un acuerdo social al respecto y hoy por hoy el acceso a tecnologías de la información es considerado un derecho.

Las necesidades son “siempre personales”

Así como las necesidades no son estrictamente únicas y singulares, su satisfacción no es sólo individual, sino que puede estar vinculada con el bienestar colectivo, como la necesidad –y el derecho– de espacios públicos dignos, seguridad o un medio ambiente sano. Algo interesante –aunque tampoco novedoso– habría sido que el candidato propusiera trabajar en la identificación comunitaria de necesidades, fomentando la participación social y el famoso tejido social, tan desteñido y desgarrado.

Las necesidades se resuelven con dinero

En su alocución el candidato puso ejemplos de necesidades que propone resolver con dinero. Pero no hay asistencia monetaria individualizada, por puntual y transparente que sea, que sustituya cabalmente la necesidad de un trabajo digno, que no sólo dé para vivir sino que desarrolle y potencie capacidades y talentos, que nos haga sentir ciudadanos productivos. Ninguna transferencia resuelve, tampoco, la necesidad de servicios dignos de salud o el acceso a un sistema integral de protección social. ¿Qué monto puede cubrir la enorme necesidad que este país tiene de seguridad y de un sistema de justicia que no nos vulnere aún más?

Es suficiente atender una sola necesidad

La propuesta supone pedir a las personas que elijan una de sus varias necesidades esenciales para ser apoyadas. Si uno está enfermo pero la casa se le cae encima, tendrá que decidir qué urge más. Sin embargo, en la medida en que las necesidades pueden ser asociadas con derechos, deben ser satisfechas plena y conjuntamente, sin solicitud en ventanilla de por medio. Un joven no tendría por qué decidir si prefiere comer bien o estudiar. Una mujer no tendría que elegir entre un salario equitativo y seguridad. Un campesino no tendría que decidir entre comer él o dar de comer a un país que no le paga un precio justo por los alimentos que produce.

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No deja de llamar la atención que, precisamente cuando en nuestro país el enfoque de derechos alcanza las notas más altas, haya propuestas que decidan cambiar el lenguaje y hablen de satisfacer “anhelos” individuales, voluntades, y no de garantizar derechos, la verdadera obligación del Estado. Donde este enfoque prevalece, se sabe que los derechos son universales, inalienables, indivisibles e interdependientes; es decir, que actúan en conjunto y no se pueden fragmentar ni jerarquizar. No se puede decidir satisfacer uno sobre otro, seleccionar a quién sí se le garantizan y a quién no, o repartir dinero donde lo que se necesita es justicia social.

Sí, tal vez aquí estiramos demasiado la liga, suponemos demasiado. Pero eso es lo que pasa cuando se lanza irresponsablemente al ruedo una idea imprecisa, incompleta e inconsecuente.

Si el personal del ReNaNeCaP toca un día a la puerta, sepa que sólo hay una manera ciudadana de responder cuando pregunten qué necesitamos: Todo y Ahora.

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Paloma Villagómez es socióloga y poblacionista. Actualmente estudia el doctorado en Ciencias Sociales de El Colegio de México.

Twitter: @MssFortune

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