Como ya te hemos contado, las modificaciones y actualizaciones que la reforma electoral realizó en las diferentes leyes y códigos que rigen los procesos de votación en nuestro país han sido aprovechadas por diversos candidatos independientes para iniciar precampañas electorales en todo el país. Lo primero es conseguir las firmas proporcionales (equivalente al 2% del padrón electoral) para obtener la candidatura. Lo siguiente es, bueno, realizar una campaña y, con suerte, ganar las elecciones.

La cosa suena, de hecho, bastante bien: con una firma puedes ayudar a que un ciudadano que no está afiliado a ningún partido político se suba a la tarima a discutir y debatir directamente con los candidatos a distintos cargos políticos. Por otro lado, firmar su petición de candidatura no implica que votarás por ellos, sino que estarás dispuesto a escuchar lo que tiene que ofrecerte, como pasa con cualquier otro candidato.

Las dificultades de los independientes 

Los independientes no la tienen fácil. A decir verdad, la situación para ellos es más complicada que para los partidos. Las alternativas “tradicionales” gozan de un presupuesto que, además, se nutre según los antecedentes de su popularidad, pero que no disminuye cuando la gente en general no asiste a votar. En efecto, un partido político recibe el mismo presupuesto cuando obtuvo el 20% de los votos en un proceso anterior, sin importar si a las urnas acudió el 40 o el 90% de los ciudadanos.

Los independientes no cuentan con presupuesto para su precandidatura ni con tiempo en radio o televisión. Además, el presupuesto que se les asigna en el caso de que logren ser candidatos es mucho menor al de los candidatos con partido.

Un grupo de independientes ha anunciado recientemente que buscarán la manera de que el INE les extienda el tiempo de precampaña (el que tienen para reunir sus firmas, necesariamente provenientes de su distrito o municipio) y que pedirán a otros partidos que se les ofrezca espacio en distintos medios de comunicación.

El Gato Morris vs el Payaso Lagrimita 

No cabe duda: las candidaturas independientes implican un gran esfuerzo e, independientemente de que estés de acuerdo con sus plataformas o no, tener muchas opciones para votar siempre será mejor que tener pocas, más cuando no tienen que rendirle cuentas a ninguno de los magnates de la política. Sin embargo, hay dos grandes problemas que debemos evitar con los independientes: elegir a un político de carrera que se disfraza de ciudadano común o elegir a un chiste

Aunque nunca llegamos a tomarnos al Gato Morris y a Cantinflas como candidatos independientes reales, estos personajes fueron en su tiempo una herramienta que la ciudadanía tuvo en sus manos para mandar un mensaje muy claro: ya no confiamos en los políticos de siempre y preferimos poner un nombre absurdo en la papeleta antes que el de cualquier candidato tradicional.

¿Pero qué pasa cuando alguien que aprovecha la alternativa, hoy real, de las candidaturas independientes se acerca peligrosamente al absurdo?

Hace un par de días, el Instituto Electoral y de Participación Ciudadana del Estado de Jalisco (IEPCEJ) avaló la precandidatura de Guillermo Cienfuegos, mejor conocido como el Payaso Lagrimita. Así como lo lees. Lagrimita tendrá que conseguir 23 mil firmas para que su nombre aparezca en la papeleta electoral como candidato independiente a la presidencia municipal de Guadalajara.

En entrevista para Así las Cosas, en la que habló todo el tiempo con la aguda voz de su personaje, Lagrimita aseguró que la campaña iba en serio.

“Todo el mundo me pregunta eso, pero realmente queremos hacerlo Costel y yo. Costel es mi hijo que va para regidor”.

Cuando a lagrimita se le preguntó con quién se estaba asesorando para crear su plataforma política, dijo que “con los que saben”. Más adelante, afirmó:

“Me gustaría candidatearme como Lagrimita y poner en los puestos públicos a payasos con carreras. Tengo el sueño de tener a la policía más amable del mundo”.

Y después, cuando se le cuestionó si no le parecía incoherente con sus observaciones contra el nepotismo el querer poner a su hijo como regidor, afirmó:

“Si haces un grupo bonito y hay honestidad sobre todo, eso es lo más importante. Costel tiene estudios superiores. Terminó su carrera en Diseño Industrial, entonces pensé ‘por qué no invitarlo, si tiene ideas tan bonitas y comulga con las mías’… Ay, qué palabras me aviento, te digo”, agrega riéndose.

Ok, Lagrimita es gracioso. El problema es que justamente parece que el asunto de su candidatura independiente no sirve como opción política real, sino que parece estar jugando para ser un Gato Morris institucionalizado. El riesgo de jugar con el humor en la política es que, además, hacen falta sabiduría y mesura. Señalar el absurdo de la política mexicana con humor es sabio; llevar el absurdo a las alternativas que surgieron tras años de denuncia no lo es. Votar por el Gato Morris cuando las opciones reales son todas las mismas, es gracioso. Votar por Lagrimita como opción real, quizá no lo sea.

Con todo, una vez más, dar tu firma a Lagrimita no implica votar por él, y no dejará de ser interesante dejarlo competir por tu voto. A decir verdad, básicamente no existe argumento para no darle tu firma a nadie, porque lo estarás ayudando a competir por tu voto y, en el peor de los casos, el asunto al menos ayudará a ejercer presión sobre los partidos tradicionales.

Ser candidato y ciudadano no te convierte en “candidato ciudadano”

Por otro lado, el exfuncionario de la Segob, Xiuh Tenorio, que busca ser delgado de la Benito Juárez, afirmó que mantiene conversaciones con los dirigentes de diversos partidos políticos (PRI, PVEM, PRD, PT) para encontrar un espacio con el que pueda catapultar su candidatura.

“Los partidos políticos tienen una terrible crisis en este momento, pero también tienen una oportunidad de ser sensibles, ahora tienen la oportunidad de abrir las puertas a los ciudadanos”.

Xiuh Teneorio, como antes hiciera Isabel Miranda de Wallace, busca convencernos de que su candidatura es puramente ciudadana, pero olvida algo importante: los candidatos de un partido deben más a sus líderes que a los votantes, sin importar qué tan ciudadanos sean ellos mismos. Ser candidato y ciudadano no te convierte, bueno, en candidato ciudadano.

La lección de todo esto es: decir que eres un ciudadano no te convierte realmente en uno, y convertir a alguien en candidato ciudadano no implica que lo apoyes, sino que reconoces que tiene derecho a competir por tu voto, como cualquier otro, sobre todo considerando todas las desventajas que tienen frente al resto de los candidatos tradicionales.

@plumasatomicas 

 

 

 

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