El futbol no solo son veintidós detrás de una pelota tratando de patearla a ver a donde diantres sale. También es una ventana por la cual se puede mirar la vida un sinfín de personas, principalmente la de los protagonistas de este juego.
La pasada Eurocopa, la de Polonia y Ucrania tuvo como campeón a España y a Italia como subcampeona; sin embargo, si hubiéramos tenido que apostar por algún anfitrión, Polonia era la elegida.
¿Por qué?
Además de la localía (que en muchas ocasiones no es garantía) contaba -y todavía- con un trio de jugadores que conforman la columna vertebral de la selección polaca: el goleador, Robert Lewandowski, el veloz, Lukasz Piszczek y el corazón, Jakub Blaszcykowski, curiosamente, los tres parte del Borussia Dortmund.
A principios de este año, Kuba -como lo han apodado los seguidores del Dortmund- se rompió el ligamento cruzado de su rodilla derecha, lo que lo dejó fuera del resto de la temporada en la Bundesliga.
Más allá de eso, la Eurocopa celebrada en su país y en Ucrania le sirvió para mostrarse al mundo como un gran capitán, excepcional mediocampista y como una de las personas más fuertes que se hayan visto.
Regresando 17 años atrás
Cuando uno es niño, uno de los mayores anhelos es ser jugador profesional de futbol y claro, con el equipo de tus amores. Jakub Blaszczykows no fue la excepción de ese sueño.
En Polonia, muchos niños quieren ser parte del Wisla Cracovia pero antes de se debía iniciar en el equipo local y para Kuba el comienzo estuvo con el Rakow Czestochowa.
Blaszczykowski nació el 14 de diciembre de 1985 en un pueblo llamado Truskolasy, donde habitan poco más de 2 mil personas. Por eso, para llegar a ser futbolista tuvo que ser todo un picapiedra. Empezó a los 8 años; sin embargo, su niñez no fue como la de los demás.
Él vivió lo que nadie quiere NUNCA en su vida y menos con solamente once años de edad. Tras una intensa discusión, su padre, Zygmunt, apuñaló a su esposa Anna hasta darle la muerte. Injustamente, Kuba vio todo. Sus inocentes ojos captaron el momento en que su propio padre asesinó a su madre.
¿Cómo un niño iba a vivir con eso en su memoria?
A los 11 años tuve que madurar y empezar a pensar diferente. No es fácil de pronto perder a ambos padres cuando se tiene 11 años. Sólo después de un año o dos me di cuenta de lo que realmente sucedió.
La aparición de su tío Jerzy
Nunca voy a entender qué pasó. Siempre me voy a preguntar ‘¿por qué?’. Hasta el final de mi vida voy a tener que vivir con esto.
Eso fue lo que dijo Jakub hace un tiempo, cuando ya contaba con la madurez para poder hablar al respecto; no obstante, el pequeño pasó cinco días en cama y no volvió a saber de su padre, quien fue llevado a prisión con una condena de 15 años.
Kuba perdió el interés en la vida y en lo que le daba sentido a ella, el futbol. Pero, como caído del cielo, apareció su tío Jerzy Brzeczek, un exjugador de la selección de Polonia e intentó recobrarle el gusto y el ánimo por el balón.
Fue algo sumamente complicado. El pequeño Kuba había perdido lo más valioso que tenía en la vida, a su padre y a su madre y nunca sabrá por qué. Tras el incidente, no volvió a ver a su padre con vida. Zygmunt salió libre en el 2011 pero en el mes de mayo, a los 56 años, falleció y su hijo estuvo en el velorio. Algo que nunca sabrá.
Al no tener a sus padres, él y su hermano Dawid se mudaron con su abuela Felicja Brzeczek, quien los recibió, cuidó y alentó como si fueran propios. Ella es católica y se los transmitió a sus nietos, al grado de inculcarles la lectura diaria de la Biblia, algo que hasta estos días hace el hoy jugador del Borussia Dortmund.
Sin ella pude haber tomar un camino erróneo en mi vida. Trato de hacerla sentir orgullosa porque hizo grandes cosas por mí y mi hermano (Dawid, mayor que él).
Gracias al futbol…
La insistencia de su tío Jerzy rindieron frutos. El 20 de marzo de 2005, a los 19 años, Jakub Blaszczykowski debutó profesionalmente con el Wisla Cracovia, uno de los clubes más populares e históricos de su natal Polonia.
Su calidad impactó inmediatamente, ganándse el premio como el mejor mediocampista de su país y hasta se ganó un apodo muy especial, “el pequeño Figo”, sobrenombre que le puso Zbigniew Boniek.
De hecho, la prueba con el gran club fue gracias a su tío, quien siempre creyó en las capacidades futbolísticas de sus sobrino. Hoy en día podemos decir que no se equivocó.
Cuando su momento llegó, habían pasado diez años del incidente que marcará su vida por siempre. El no saber de su padre fue más un alivio que una tragedia para Jakub, lo cual, tiene toda la comprensión del mundo.
Antes en mi vida (el asesinato) era algo que no quería mencionar jamás. Traté de olvidarlo y no pude. Pero ahora soy lo suficientemente maduro para hablar al respecto.
Dos años después fue fichado por el Borussia Dortmund. Bajo el mando del técnico Thomas Doll, Kuba fue haciéndose de un espacio y se consolidó para su segunda temporada, ya con Jurgen Klopp como entrenador.
Klopp cobijó al talentoso mediocampista, que a la postre, se convertiría en pilar del bicampeonato de la Bundesliga que el Dortmund obtuvo en las temporadas 2010-11 y 2011-12.
Durante la Eurcopa, él fue el capitán de su selección y con esa responsabilidad rompió ese silencio que guardaba en su pecho. Además, ese torneo fue el escenario para un momento que permanecerá en el álbum fotográfico del certamen: el 12 de junio marcó al minuto 57 el gol con el que empataron contra Rusia.
Fue un remate desde el límite del área grande que fue a parar al palo derecho del portero. Para los polacos, la anotación les permitió sacar pecho ante los rusos, considerados enemigos históricos.
Para Kuba fue el momento más feliz de su vida durante “su” Eurocopa. Con lágrimas y con las rodillas sembradas en el césped, Blaszczykowski alzó las manos, sus dedos apuntaron al cielo y su mente y corazón recordaron a Anna, la mujer que le dio la vida y el la llamaba, mamá.