Subir al ring era lo que más amaba en la vida, levantar la mano en señal de victoria era ya toda una costumbre. Fue campeón del Consejo Mundial de Boxeo y para su desgracia, hoy lucha por no caer a la lona del desamparo y la ignorancia, ese es Victor Manuel Rabanales.

Un gran porcentaje de los boxeadores en México, provienen de cunas humildes. Ciudad Nezahualcoyotl, Tepito, Iztapalapa y algunos estados de la República, por mencionar algunos, ven como niños de 12 años o menos toman por primera vez los guantes y la careta para enfrentar una vida que para nada será fácil, una vida en la que alguna vez tendrán que meter las manos y más vale estar prevenido.

Se destacan, crean una carrera y pareciera que la fama y el dinero, que llega más rápido de lo que se imaginan, no siempre es lo mejor para ellos. No planean su vida de esa manera, no captan el sentido de primero tener 100 pesos para comer 3 días y tras una pelea de 12 rounds meterse a la bolsa 10 millones. En muchas ocasiones esto hace que los púgiles tomen el camino equivocado: el de las drogas, alcohol y mujeres; una historia que no es difícil de encontrar.

Noqueados por las adicciones

“Porque no todo lo que brilla es oro”, sería un dicho que le quedaría como anillo al dedo a algunos hombres que si bien se convirtieron en grandes representantes del boxeo en nuestro país, de la misma manera se dejaron llevar por la oscuridad de la mariguana, la cocaína, el alcohol en grandes cantidades y el amor pagado.

Por mencionar algunos tenemos a Oscar de la Hoya, un hombre que fue medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, que comenzó de ahí una fructífera carrera en el ring y llegó a ganar seis títulos de campeón del mundo, algo que para nada es fácil, pero le llegó su nemesis,  las drogas y el alcohol, quienes al parecer antes de que Manny Pacquiao lo retirara, ya tenían escrito el final del mexico-americano.

Otro hombre al que todos en su momento vanagloriamos, el que se convirtió en el mejor peleador de la historia en nuestro país, el que todos de niños queríamos imitar, cayó en las garras de esta enfermedad. Julio César Chávez tuvo dos caídas muy fuertes de las que aparentemente se ha podido levantar, hoy si bien no ha declarado que está totalmente limpio, podemos verlo de alguna manera restablecido, planeando la carrera de sus hijos y gozando de una vida llena de logros.

julio-cesar-chavez

Muchos no tienen la suerte de salir de este problema, ven caer su vida poco a poco. Tal es el caso del oriundo de Chiapas, quien llegó a la cima del boxeo en 1992, tras vencer al japonés Joichiro Tatsuyoshi y colgarse el cinturón que lo acreditaba como campeón. Los reflectores y el mundo estaban detrás de él, aunque algunos con malas intenciones que aprovechaban su falta de educación y visión de los negocios para ponerle trampas que a la postre lo marginarían.

Sumido en las adicciones, el púgil mexicano no podía darse cuenta de lo que ocurría a su alrededor. Tenía mujeres, dinero, buena ropa y casa, fiestas interminables, todo lo que siempre había querido. En una entrevista para Proceso, el chiapaneco dio fe de todo esto:

Me agarraba la fiesta por 20 días en lugar de hacer algo productivo. No me faltaban amigos para las pachangas, y como éstas cuestan, terminé por vaciar la cuenta en el banco. Antes podía hasta girar cheques sin fondos, porque tenía el respaldo de un capital. Ahora no puedo iniciar un negocio ni solicitar un crédito.

Pero una de las situaciones que más llamó la atención al mundo no sucedió dentro una de esos despilfarros fiesteros, sino cuando en una visita a las faldas del Volcán Popocatépetl, se le acercaron algunas personas para venderle una parte de este en 30 mil dólares y con el sueño de construir un gimnasio para entrenamientos de altura y una granja de conejos, el pugilista accedió a comprarlo, sin saber que nadie es dueño de esta zona.

Pensé en construir un gimnasio para trabajos de altura y algunos juegos que a lo mejor me iban a dar clientes. También tenía la idea de poner una granja de conejos. Trataba de buscarle utilidad al terreno, porque sea lo que sea me dieron los papeles y se los entregué a mi esposa.

VOLCÁN POPOCATÉPETL

Pocos piensan en su futuro, no administran su dinero y Rabanales hoy se ha convertido en un nómada de los empleos, no puede establecerse pero tampoco puede vivir de los poco más de mil pesos que le otorga el CMB por haber sido campeón del mundo:

Ayudo a limpiar las mesas, las barras, a lavar el piso y a barrer. Tuve que aprender a defenderme en el trabajo. No me desa­nimo, al contrario. Como leo la Biblia mi fe también mejoró y cuando la gente se despide o me da las buenas noches le respondo: ‘Que Dios los bendiga’. En algunos lugares me aprendo lo que venden, y lo anuncio: ‘Pásenle, señores, todavía tenemos quesadillas, caldo de gallina’… en fin.

En su desesperación el hombre tuvo que vender su cinturón de campeón en 5 mil pesos cuando en realidad costaba unos 15 mil dólares. Y es así como una historia más de éxito y gloria se esfuma velozmente. Las taquerías, calles de la ciudad y alguno que otro ring en el que es asistente, recuerdan a ese gran hombre, que como muchos mexicanos, puso el nombre de nuestro país en lo más alto del boxeo.

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