Esta historia es sobre un hombre rebelde de 45 años, de esos que no siguen las reglas y gustan de retar a la muerte y a la autoridad jugando arrancones. Por cierto, en sus ratos libres también es párroco.

José Luis Martínez Sánchez, párroco del municipio de Honey, Puebla, salió a divertirse el pasado jueves. Como andaba con ganas de echar relajo, salió con uno de sus cuates. Ambos se emborracharon, jugaron arrancones, chocaron con un microbús y se dieron a la fuga.

El padrecito iba a bordo de una camioneta negra tipo Silverado con placas del Estado de México matricula 332VHC.

El final de su fiesta llegó poco después, cuando llegó la Policía Municipal y lo detuvo junto a Mario Cruz Butar de 40 años, compañero de farra del Padre, y quien conducía el auto. Cuando se les aplicó el alcoholímetro, ambos tuvieron una medición de tercer grado.

“De hecho, no podían ni hablar, no nos dijeron nada”, dijo uno de los oficiales que presenció la detención.

Los alegres compadres fueron remitidos al Cuartel General de la Policía, donde permanecieron cinco horas en la barandilla hasta que supuestos integrantes del Seminario Mayor fueron a pagar la multa de 3 mil cincuenta pesos por cada uno y fueron liberados.

Los lectores se preguntarán por qué le salió tan barato el chistecito al párroco. Pues resulta que el conductor del microbús con el que ambos chocaron, no levantó cargos ni querella alguna en contra de ellos. Al parecer el miedo no anda en burro, ¡no vaya a terminar yéndose al infierno por acusar legalmente a un miembro de la Iglesia y pa’ qué quieren!

Pobre padrecito, a lo mejor el vino de consagrar estaba adulterado…

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