Por Beatriz Acevedo

Introducción

Al dar la bienvenida al 2021 es necesario definir el camino que podemos tomar para hacer frente a los retos medioambientales que ya estaban presentes y que continúan desafiando a la humanidad. Asimismo, no está a discusión la necesidad inminente de cambios para disminuir el impacto ambiental a nuestro mundo y existen muchas alternativas para reducir nuestra huella ecológica personal y en sociedad.

La mercantilización de los recursos naturales sólo ha contribuido a una muy marcada estratificación social, que distingue con muchos privilegios a sólo unos cuantos. En ese sentido, tal fue el camino que nos trajo al punto en el que nos encontramos ahora, con un elevado grado de deterioro ambiental, entendido como pérdida de la biodiversidad, extinción de especies, contaminación por plásticos en los océanos, problemas de salud pública y un fuerte avance del proceso de desertificación, por mencionar sólo algunos.

Cambio climático y pandemia: ¿El fin de los tiempos?

 

Debatimos y nos cuestionamos acerca de la imposición de derechos de propiedad intelectual sobre los recursos genéticos y las semillas, sobre privatización de bienes comunes y hasta del uso mercantil del agua, cuyo acceso debe ser siempre un derecho y no un bien comercial.

Además, a la explotación de los recursos se suman jornadas laborales que atropellan derechos humanos en campos agrícolas, las zonas mineras, entre otras, que fomentan la desigualdad de género, en una cadena productiva que responde a un consumismo irracional.

En la escala evolutiva, el ser humano, por instinto de supervivencia, extiende sus dominios y tiende con facilidad a ignorar la vida de aquello que considera inferior a su especie.

Sin embargo, salvar los recursos que les quedan a las generaciones futuras aún es posible. El cambio de hábitos alimenticios, la reducción de emisiones individuales e industriales de CO2, la regulación de la biotecnología, el control del consumo de alimentos transgénicos y la búsqueda de la soberanía alimentaria y de semillas son acciones necesarias para un cambio sostenible.

No existiría la humanidad sin el planeta, pero el planeta sí existiría sin el ser humano. La crisis climática es real y sobrevivir a ella requiere de adaptación, mitigación y creación de resiliencia frente al cambio climático.

La decisión del Antropoceno

Lo extinto, extinto está inexorablemente y pagamos un precio cada vez más alto por ello. Resta adecuarnos y salvar lo que dejaremos a las siguientes generaciones.

Adaptación, mitigación y resiliencia frente al cambio climático

La implementación de cambios significativos en las cadenas de producción y consumo de todo aquello cuanto satisface alguna necesidad del ser humano puede impactar de forma positiva el planeta; por ende, a la humanidad.

Así pues, una ruta clara empieza haciendo cambios en la agricultura, por ser ésta la actividad que responde en forma directa a la generación de alimentos; igualmente, impacta en el uso del agua de dulce.

El acceso y cantidades tanto del agua como de los alimentos bien sabemos son disímiles globalmente y la pandemia actual los ha acentuado, pero el hambre y la desigualdad ya llevan rato siendo en sí mismas una pandemia.

¿Por qué es necesario empezar por hacer cambios en la agricultura?

Datos abrumadores fueron señalados por la Dra. Carol Hernández en su plática sobre Cambio Climático y Agrobiodiversidad, en el Centro Educativo Truper, acerca de los impactos medioambientales de la agricultura:

  • Ocupa el 50% de las tierras habitables, excluyendo desiertos y tundras.
  • Consume el 78% del agua dulce extraída en el mundo.
  • Genera la eutrificación del 78% del agua dulce y de los océanos.
  • Constituye junto a la acuacultura una amenaza para 24,000 especies en peligro de extinción.

De igual manera, no olvidemos la desigualdad de género que va de la mano con la explotación agrícola, como actividad que privilegia los ingresos económicos del hombre por encima de la mujer que también trabaja la tierra; incluso, muchas veces llevando sobre su espalda y de la mano a sus hijxs.

Ante el reto de adaptación, mitigación y resiliencia frente al cambio climático, surge como una alternativa eficiente la Agricultura Climáticamente Inteligente.

Agricultura Climáticamente Inteligente (CSA)

La CSA (por sus siglas en inglés) se promueve para transformar y reorientar los sistemas agrícolas a fin de apoyar de forma eficaz el desarrollo y garantizar la seguridad alimentaria en el contexto de un clima cambiante. Tiene como objetivos primordiales el aumento sostenible de la producción e ingresos agrícolas, favorecer la adaptación y creación de resiliencia ante el cambio climático y contribuir a la reducción y absorción de GEI (FAO, 2021).

Para su implementación la FAO ha incluido desde prácticas holísticas e integradas para un manejo más sostenible de los procesos naturales y creados sobre el paisaje, hasta la fermentación entérica y manejo del estiércol en la ganadería como una alternativa para reducir los GEI (Ibiden, 2021).

Con el avance científico la FAO cuenta además, a través de su división conjunta FAO/OIEA (Organismo Internacional de Energía Atómica) y los laboratorios de Agricultura y Biotecnología, la opción de técnicas isotópicas y nucleares para apoyar a la agricultura climáticamente inteligente.

Gestión de la tierra y del agua en la Agricultura Climáticamente Inteligente

La gestión sostenible de la tierra y del agua (SLM, también por sus siglas en inglés) incluye un amplio abanico de prácticas y métodos como la restauración de turberas y tierras degradadas. Asimismo, el manejo proactivo de la sequía también se incluye como uno de los cambios a implementar para construir resiliencia, ya que la sequía es un fenómeno natural asociado al avance del proceso de desertificación en el mundo y alteración de los patrones de lluvia en los últimos años.

Reflexión final

La Agricultura Climáticamente Inteligente ciertamente define un camino que podemos tomar en este 2021 para favorecer la adaptación, buscar la mitigación y construir resiliencia frente a la crisis climática. Los planteamientos de la FAO ponen en evidencia la necesidad de identificar, desde lo local hasta lo nacional, estrategias de producción agrícola acordes con las condiciones de cada lugar.

Atrás quedaron los planteamientos filosóficos del determinismo y posibilismo geográfico: tal es el grado de deterioro e irreversibles sus consecuencias en muchos casos, que no queda más que adaptarnos al escenario que nosotros mismos hemos creado como humanidad.

La agricultura puede reducir su dependencia de las fuentes de energía no renovables, desarrollando sistemas bien integrados a aerogeneradores y celdas solares. También pueden ponerse en práctica sistemas de riego agua por goteo, que puede venir incluso de la desalación del agua de mar. Algunos países como Israel, llevan adelante progresos significativos en esta materia, que bien pueden adaptarse al campo mexicano y en general a los sistemas agrícolas de América Latina.

Es claro que no sólo en la agricultura se necesitan implementar cambios para mitigar los efectos del deterioro ambiental, pero ciertamente es un sector primario en el que todos estamos vinculados.

Unamos esfuerzos para que en este 2021 nuestras acciones individuales nos conduzcan a verdaderas transformaciones regenerativas, diversifiquemos nuestros mercados de consumo, privilegiando a lxs pequeñxs productorxs. Con una verdadera e inquebrantable fuerza de voluntad, haremos de este mundo un mejor lugar. Las generaciones futuras lo merecen.

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Beatriz Acevedo es geógrafa, especialista ambiental, promotora de la cultura ambiental, a través del arte, la cultura y el cine documental.

Twitter: @ConSentidoVerde

Referencias

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