Por Andrea Pliego

Las neurosis apocalípticas de la modernidad global constituyen horizontes de futuro imaginarios que buscan anticiparnos a algún proceso o suceso representativo del fin lo social. Esto nos lo dijo Carlos Mondragón hace ya tres años y dos meses. Y la utilidad de anticiparnos a las catástrofes, ¿dónde quedó?

También en 2017, David Wallace-Wells —periodista reconocido por sus escritos sobre cambio climático— nos presentaba un artículo en el que hacía un recuento de todos los procesos climáticos, decididamente influenciados por la actividad humana, que están sucediendo y nos están llevando a presenciar la sexta extinción; un doomsday generado por olas de calor mortíferas, el agotamiento del alimento, aire imposible para respirar, guerras perpetuas, colapso económico permanente, océanos envenenados, plagas climáticas y pandemias…

“Resulta suficiente imaginar la destrucción de la coherencia social, lingüística, cultural, para encontrar puntos de coincidencia entre nuestras pesadillas futuristas y la memoria colectiva de infinidad de sociedades actuales”.
Carlos Mondragón, historiador de la UNAM. 

De algo no cabe duda, el fin del mundo de la modernidad global ya está aquí. Nada volverá a ser como antes de 2020. Han sido muchos procesos los que han conformado este final, lo veíamos venir y pareciera que no fue posible cambiar de dirección. Pero este fin del mundo al que nos enfrentamos hoy nos demuestra que, coincidiendo con Mondragón, los fines del mundo muchas veces implican nuevos comienzos y que la capacidad adaptativa de todos los organismos teje una red de caminos de los cuales más vale que aprendamos. 

 También nos enseña con crudeza que para algunxs el mundo que conocían se derrumbó a partir de un contagio, para otrxs está cambiando de manera paulatina, para algunxs más este desastre significa la puesta en práctica de la creatividad. O quizá todo a la vez; el diferencial de situaciones tiene una gama muy amplia y polarizada. 

fin del mundo

El jardín de las delicias, El Bosco

Mundos ya extintos

El constante cumplimiento de las distopías y las utopías rompe con el paradigma del apocalipsis máximo en el que se acaba toda la humanidad y se abren puntos de vista de otras concepciones de mundos que han pasado o están pasando por su final.

El primer fin del mundo que nos gustaría recordar es la llamada Extinción Pérmico-Triásica; sucedió hace 250 millones de años y, siendo la tercer extinción a lo largo de la vida de la tierra, es considerada la peor porque más del 90% de la vida se extinguió debido a una erupción volcánica que llenó el aire de CO2; la tierra se sobrecalentó y los océanos se volvieron ácidos. Sorprendentemente, estos procesos de calentamiento, acidificación y acumulación de dióxido de carbono los estamos viendo el día de hoy, acelerados por la actividad industrial basada en los combustibles fósiles y la sobreexplotación del territorio.

También podemos nombrar procesos apocalípticos que, aunque parecen menos amenazantes, han significado la crisis del mundo de comunidades enteras; ya sean humanas y culturales, como de otros seres vivos y de ecosistemas enteros. Los colonialismos y la Conquista acabaron con gran parte de las sociedades amerindias, también con muchos pueblos africanos como en el caso de los genocidios congoleños. Por otro lado, podemos ver cómo han habido territorios completamente transformados que han despojado a las personas que los habitaban y que debemos poder nombrar como fines del mundo. 

Es el caso de las comunidades que en este momento están defendiendo al Amazonas. En la Amazonia Colombiana, las mujeres participan en el manejo y monitoreo ambiental de los humedales de importancia global, protegiéndolos de la deforestación. Algunas de ellas son: Lilia Java de Cocama, Rosa Cecilia Durán de Curripaco, Estrella Fluvial de Inírida y Lagos de Tarapoto.   

Las fuerzas globales de los Estados son capaces de acabar con mundos que se encuentran en resistencia, una resistencia que significa enfrentar sus vulnerabilidades ocasionadas por la industria que ha generado el cambio climático y enfrentar a los Estados que buscan despojarlos de su mundo para obtener beneficios de la explotación de recursos. 

Un caso que hemos vivido de cerca es el de la Ciudad de México; ciudad lacustre que a partir de su desecación  y su crecimiento urbano ha terminado con ecosistemas enteros. Y, precisamente en este caso, se hace notar que el final de un mundo puede significar el inicio de nuevas formas de vida y la adaptación de muchos de sus habitantes a ella. Pero la vida actual dentro de la ciudad está en un estado crítico constante que no podrá responder a muchas de las crisis que se avecinan. ¿Qué podemos imaginarnos en nuestra ciudad que transforme nuestra concepción del mundo y por lo tanto que nos guíe hacia alguna forma de vida en equilibrio con todos los seres que la habitan? ¿Cómo vamos a adaptarnos a la crisis climática? El fin del mundo que ya nos alcanzó; el apocalipsis covidiano, nos ha marcado muchas pautas para responder a ello.

fin del mundo CDMX

De Mapas y Vistas del Anáhuac, Espacio y Tiempo en la Cuenca y la Ciudad de Mëxico 1325-2000. Tomás Filsinger y Antonio González Cuesta

Mundos que conciben su final

El mismo Wallace-Wells, así como el novelista Amitav Glosh, se preguntaron por qué no escribimos más historias para imaginar cómo sucederá la sexta extinción o para inventarnos maneras de sobrevivirla. O por qué no escribir sobre la manera en que podría acabarse nuestro mundo, ése que tenemos concebido como normal, y sobre cómo seguiría la vida después de ese final. 

Parece que coincidimos en la conclusión: las historias están hechas para resaltar una consciencia individual y esta posibilidad colectiva de actuar ante la previsión de que el precipicio está a un paso de distancia parece no ser sujeto para nuestras ficciones. En este sentido, David y Carlos quizá también coindicirían: al concebir los fines del mundo se debe contemplar la complejidad biocultural y las visiones del mundo de todxs los otrxs. O al menos no negar su existencia y el final de los mundos del prójimx. 

La verdad es que podemos pensar en escritorxs y en novelas que nos hablan de esta dinámica colectiva tendiente a la autodestrucción, o que se mueve hacia nuevos comienzos emancipatorios que surgen de las fuerzas apocalípticas: 

Alejo Carpentier, en el El reino de este Mundo, nos interna en la conciencia de un personaje, Ti Noel, quien podría ser muchos seres a la vez. A través de la ficción o la fantasía o los conocimientos ancestrales de los pueblos haitianos, como queramos llamarlo, nos adentramos en la historia de un “nahual” haitiano que presencia a lo largo de su vida el fin de 3 mundos: el de la hegemonía de los franceses, el de la emancipación de los esclavos y luego la hegemonía de los mulatos republicanos. Pero es cuando intenta introducirse en el mundo animal que la historia se desborda; el mundo de los animales también tiene sus vicisitudes. Ésta es una novela que, a pesar de tomar a un personaje para adentrarnos en la historia, nos planta como testigxs y como elementos de un organismo mayor en el que es indispensable encontrar nuestro lugar para poder sobrevivir, como grupo, no como individuxs.

Por otro lado, nos encontramos con las escritoras del nuevo gótico latinoamericano; entre ellas Fernanda Melchor, Mariana Enríquez o Liliana Colanzi, quienes se acercan a la realidad actual de nuestros territorios a partir de la ficción y de los duelos que transforman, destruyen y regeneran nuestra concepción de la vida. 

Una ciudad que camina. Archigram. Imaginario de una ciudad futura en la que, seguramente, muchos mundos se terminaron para darle paso a esa nueva realidad. 

Una invitación a imaginar

“Reconocer el mundo e inventarlo son mecanismos paralelos que apenas se distinguen entre sí”, dijo Jorge Volpi en su libro Leer la mente. 

Ficción y memoria. Imaginar los finales posibles y reconocer los que han sucedido es indispensable para nuestra supervivencia. Parece ser que la anticipación de los posibles apocalípsis nos sirve, más que para evitar las crisis, para saber cómo vivir en ellas.

A partir de este artículo queremos abrir paso a historias del colectivo que nos inspiren a la acción a partir de la ficción y la memoria. Abrir la posibilidad de escribir sobre los finales o post finales que somos capaces de imaginar, tanto para prever como para recordar. 

Los fines del mundo y los inicios de la vida están presentes en el día a día. Creer que actuar para que no llegue el apocalipsis final —la destrucción completa de la sociedad global— es la solución es no ver todos los mundos que coexisten en un mundo de interseccionalidades, heterogeneidades y diversidad de formas de vida y de cognición. 

Solastalgia: cuando la tristeza viene de la naturaleza

Busquemos que construir historias o reconstruirlas no invisibilice a la diversidad de mundos muertos, en agonía o a las fuerzas de sus comunidades para adaptarse. Que nuestra narrativa no nos deje en la solastalgia, mejor que nos lleve a horizontes que nos hagan sentir capaces de detener la catástrofe climática, de revertir lo que sea necesario revertir, regenerar los ecosistemas; de encontrar nuevos estados de equilibrio. 

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Andrea Pliego es integrante de Contaminantes Anónimus.

Twitter:@contaminantesa

Facebook: Contaminantes Anónimus

Instagram: contaminantes.anonimus

Referencias

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