Por Luis Fernández Carril

Cierra los ojos un segundo y piensa en el cambio climático y la crisis ambiental. ¿Ves osos polares y naturaleza frondosa? Entonces, es momento de exorcizar al oso polar que tienes dentro de ti.

Muy a menudo me ocurre que me pregunten “¿A qué te dedicas?”. Contesto que soy investigador en cambio climático, a lo que, con una sonrisa en la cara, me suelen responder “¡Qué lindo! ¡Qué noble!”

¿A qué se debe esto? ¿Cómo es que es un tema que, por un lado, suscita desdén y, por el otro, es una cuestión de amor a los animales?

La gran mayoría de nosotros vivimos en ciudades, en espacios urbanos. Estamos alejados de la naturaleza. Un parque es para la mayoría de nosotros lo más cercano a estar en contacto con ella. Así que, en gran manera, conocemos sobre la naturaleza a través de videos, documentales y las imágenes que se nos muestran en la televisión, las revistas, etcétera. ¡Somos flores de pavimento!

¿Cuáles son las imágenes que vemos cuando pensamos en el cambio climático o el medio ambiente?

Pensemos un segundo y seguramente vendrán a la mente osos polares, bosques verdes y exuberantes, enormes témpanos de hielo. Asimismo, cuando escuchamos de sostenibilidad, pintamos todo de verde, todo lindo, moralmente bueno y nos llenamos de la sensación de estar “ayudando” al planeta sólo por comprar un producto con una caja verde.

No obstante lo “linda” que nos puede parecer la naturaleza, prístina y pura, lamentablemente estas imágenes tienen un efecto muy nocivo en el entendimiento mismo del problema y de su relevancia. Esto ocurre tanto en los individuos como con los gobiernos.

Si con el cambio climático pensamos en osos y naturaleza frondosa, entonces claramente no vamos a pensar en que se trata de una crisis urgente y crucial a resolver, vamos a pensar en filantropía y altruismo. Es decir, pensamos que actuar frente al cambio climático es como adoptar perritos de la calle; lo hacemos porque somos seres nobles, compasivos y generosos. 

cambio climático
Imagen: Pete Linforth | PIxabay

Lamentablemente, éste no es el caso. La crisis climática y la degradación generalizada ambiental que vivimos a nivel global no son cuestiones de altruismo donde la nobleza de las personas es la que nos compele a actuar. Mientras la pandemia ronda nuestras mentes y casas, afuera nos esperan un sinnúmero de crisis ambientales además del cambio climático: extinción masiva de especies de flora y fauna, deforestación, pérdida de hábitat, erosión y pérdida de suelo fértil, escasez de recursos, crisis del agua, contaminación atmosférica.

Aunado a lo anterior, como explicó Ana De Luca la semana pasada, la degradación ambiental y el cambio climático tienen una conexión directa con enfermedades zoonóticas, como el coronavirus que actualmente nos tiene en cuarentena. Es así de fuerte, así de grave, por lo que no podemos ir pensando que el cambio climático es algo lindo.

Así, frente a nosotros no tenemos un problema que sólo le importa a los hippies; tenemos una crisis civilizatoria. Esto significa que se trata de fenómenos que amenazan nuestra existencia, que no sólo involucran el colapso de ecosistemas y extinción de especies sino la muerte y sufrimiento de millones de personas en el mundo.

La siguiente cuestión con la que comúnmente me encuentro es que me contesten: Híjole, qué triste, se van a morir los animalitos del bosque.

Y luego pensamos en otra cosa; algo que no nos incomode y borramos el tema de nuestra mente. Lo metemos debajo del tapete y ¡pum! Desaparece el problema por arte de magia.

Sabemos que, para evitar los peores impactos del cambio climático, el mundo tiene que disminuir emisiones. También sabemos que el ser humano está acabando con la biodiversidad del mundo. Así pues, seguimos con nuestra vida porque el tema es triste y confiamos en que el mundo o el ser humano lo resolverán

¿Quién es el mundo? ¿Quién ese ser humano responsable que tiene que actuar? Si somos todos, entonces nadie es responsable. Simplemente vamos pasando la bolita de unos a otros. 

Alarmantemente, en México pensamos que alguien más actuará. De acuerdo con una encuesta para el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático, sólo 3 de cada 10 personas sienten responsabilidad frente al cambio climático. Eso básicamente significa que los otros 7 piensan que a alguien más le toca. 

Y con eso llega mi peor pesadilla: Saber lo que ocurre, ¡y no hacer nada! 

George Monbiot, columnista de The Guardian, resume muy bien esta situación: “Si la biosfera es destruida, no lo harán aquellos a quienes les importaba un bledo, ya que ahora pertenecen a una minoría. La biósfera será destruida por gente agradable, bien intencionada y cosmopolita que acepte el caso de reducir las emisiones, pero que no cambiará ni un ápice su forma de vida. “

Esto ocurre en gran medida porque hay una completa desconexión entre nuestros actos, nuestras actividades y el impacto ambiental que éstas generan. Somos inocentes, pero peligrosamente ignorantes de nuestro impacto

Pocos conocen su huella ecológica. En mi experiencia, la gran mayoría de las personas se sorprende profundamente al realizarla. No se imaginan que pueden tener ese impacto. ¿Conoces tu huella ecológica? La puedes medir con este cuestionario

crisis ambiental
Imagen: Martin Jozwiak | Pixabay

También es importante decir que no podemos reducirnos a una mera huella ecológica. Particularmente porque como individuos no hay comparación entre nuestro impacto y el de una compañía, o una minera. Solamente pensemos que una mina gasta la misma cantidad de agua que una familia en 20 años. 

De esta manera, no sólo debemos reducir nuestro impacto. Debemos exigir a los gobernantes actuar frente a la crisis. En particular cuando claramente la agenda ambiental no es prioridad para los gobernantes ni para los partidos políticos. En estos días vemos claros ejemplos de políticas contrarias al desarrollo sustentable o la protección del medio ambiente, como la construcción de Dos Bocas,  la situación del Acuerdo de CENACE o la reciente reducción presupuestal de la CONANP entre otros ejemplos.

Sólo la acción colectiva puede generar un cambio. Cuando escuchemos de movimientos como Fridays for Future o Extinction Rebellion, ahora sabemos que no salen a la calle a protestar por los lindos ositos polares. Salen por evitar el colapso de la civilización; por nuestro derecho a vivir

De tal manera, cuando escuches sobre el cambio climático y la crisis ambiental y veas osos polares y frondosos bosques, que no te engañen.

La lucha contra el cambio climático no es una cuestión de altruismo y de ser buena onda con la naturaleza. 

Así pues, exorcicemos la idea del oso polar y de la armonía con la naturaleza de la lucha contra el cambio climático. Es una imagen nociva y engañosa.

¿Quieres darle una justa medida a este problema?  ¿Tienes un bebé en casa? ¿Un niño pequeño? Mientras tus padres se preocuparon por darte una educación, ahora tendremos que preocuparnos porque ese bebé tenga agua. 

El 5 de junio es día mundial del medio ambiente. Conmemoremos la fecha, pero libres del oso polar.

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Dr. Luis R. Fernández Carril es investigador de ética ambiental y política climática internacional, así como profesor de planta en el Tecnológico de Monterrey, Campus Puebla. Actualmente es miembro y Autor líder del Grupo de Trabajo II del Panel Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas para el 6to Reporte de Evaluación. lfernandezcarril@tec.mx

Twitter: @fernandezluis83

 

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