Por Clara Martínez, Elisa Caballero, Andrea PIiego, Beatriz Acevedo y José Miguel Olvera

El impacto de la pandemia en el socio-ambiente

La crisis pandémica generada a partir del COVID-19 ha modificado las actividades diarias y estilos de vida en múltiples niveles; desde una escala global, regional, hasta comunitaria e individual. Estos cambios se ven reflejados en impactos tanto positivos como negativos para el medio ambiente y la sociedad; los cuales son esferas fundamentales de la sustentabilidad.

Entre los beneficios en la esfera ambiental que ha traído la puesta en marcha de medidas como la cuarentena o el distanciamiento social ha sido la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). En comparación con el año pasado, hubo un decremento del 17% de emisiones, lo cual también se ha visto reflejado en la mejora de la calidad del aire de ciudades como Londres, Nueva York o Sao Paulo; donde la disminución de PM2.5 llegó hasta un 32% (en comparación con el año anterior). Además, la pandemia ha demostrado aumentar el interés por la conservación y protección de la vida silvestre, incrementando la presión a gobiernos para instaurar normas más estrictas respecto al tráfico y comercio ilegal de flora y fauna, tal es el caso de China, que a raíz de la pandemia decretó la prohibición permanente del comercio y consumo de fauna silvestre.

Sin embargo, esta pandemia también ha provocado impactos negativos sobre los ecosistemas tales como el aumento de la caza furtiva por falta de personal de vigilancia en áreas protegidas o una mayor generación de residuos ya que las personas han aumentado la demanda de compras a domicilio, lo cual conlleva a un mayor uso de empaques o embalajes desechables / de un solo uso. Aunado a esto, han incrementado los residuos biológico-infecciosos por el desecho de equipo de protección personal como máscaras y guantes, y los programas de reciclaje, al estar en “pausa”, han dejado de operar en varias ciudades del mundo por riesgo de propagación del coronavirus en sus centros operativos.

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Foto: Opération Mer Propre.

Por otro lado, a pesar de la baja de emisiones de GEI, datos recientes de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de los Estados Unidos han mostrado un aumento en los niveles globales de CO2, mostrando una concentración promedio de CO2 de 416,21 ppm o partes por millón en abril de este año, siendo el valor más alto registrado desde que comenzaron las mediciones en 1958. Por otro lado, también se pronostica que la tendencia de reducción de emisiones de GEI no sea duradera ya que existe una mayor presión por reactivar las economías a través de las actividades industriales dependientes de energías fósiles. Es decir, parece que la pandemia ha provocado una pausa de la que se buscará salir a toda costa para seguir con el desarrollo lineal al que estamos acostumbrados.

En cuanto a la dimensión social se ven pocos beneficios mensurables hasta ahora. Conocemos que la pandemia ha afectado de manera muy distinta a diferentes sectores de la población. La interseccionalidad, o dicho de otra manera, la interacción que se genera entre diferentes sectores sociales, se ve reflejada en desigualdad social e injusticias sistémicas. Un estudio del Proyecto Habitar que trata sobre el impacto en la organización espacial de las medidas gubernamentales ante la pandemia, visualiza lo que está pasando en las ciudades de Latinoamérica y el Caribe. A sabiendas de que la desigualdad urbana es una característica de todas las ciudades de esta región geopolítica, este estudio muestra lo que sucede en los barrios populares y las reacciones de la población frente a las políticas de prevención de propagación del COVID-19.

Foto: Contaminantes Anónimus

En este caso, más que observar el lado positivo y el lado negativo de la situación, se observan múltiples y diversas situaciones. “La heterogeneidad de situaciones es vasta. Desde sectores sociales que cumplen con el aislamiento en viviendas amplias o de veraneo, pasando por otros que se ajustan a sus viviendas mínimas, hasta los sectores a los que les resulta prácticamente imposible permanecer en sus casas frente a la precariedad y el hacinamiento” (Jaime, Ma. Eugenia; 2020; p. 6). Las ciudades, en especial esas ciudades en las que el desarrollo ha llevado a tener departamentos por viviendas, balcones por jardines o en las que la actividad al exterior solamente puede suceder en el espacio público, tienen grandes problemas para mantener la salud más allá de la enfermedad misma causada por el virus.

Todas estas condiciones generan un espacio para el cuestionamiento de los sistemas tradicionales de producción y consumo; ya que lo que se consideraba “normal” está enfocado a prácticas económicas extractivistas y lineales que ejercen una presión constante sobre sistemas humanos y naturales, la cual es reforzada por los patrones de sobreconsumo impuestos desde el siglo XX. Esto ha provocado que hoy más que nunca se busque observar los hábitos de manera distinta y cuestionarse: ¿qué podemos hacer ante esta diversidad o heterogeneidad de situaciones?

La acción individual y colectiva

Las dos dimensiones que mencionamos -social y ambiental- conforman un sistema, complejo; con muchos elementos por entender, incluyendo aspectos ambientales y aspectos sociales, políticos y económicos que se vinculan y estratifican en diferentes escalas.

Como se mencionó anteriormente, el alcance de la pandemia, y otros potenciales efectos adversos futuros a causa de la crisis climática, afectarán a los diferentes niveles o sectores de la población, incidiendo tanto en las poblaciones como en el ambiente, ya que somos parte de este sistema donde cada uno de los elementos sustenta la vida y los ciclos naturales. Por ello, es relevante reflexionar sobre la importancia fundamental de cambiar los hábitos de consumo desde un nivel personal, ya que, todos los días, las decisiones que tomamos respecto a nuestro estilo de vida generan un impacto socioambiental.

Foto: Contaminantes Anónimus

Por ejemplo, el optar por reutilizar un recipiente ayuda a reducir los 8 millones de toneladas métricas de plásticos que anualmente terminan en los océanos; o el optar por llevar una dieta a base de productos locales, ya que se ha comprobado que debido a las fuertes demandas alimentarias se promueve la deforestación y transformación de ecosistemas lo cual genera que se transmitan enfermedades y virus como el coronavirus. Como éstas, existe una serie de acciones individuales potenciales diarias que pueden marcar las pautas necesarias para cambiar el sistema socioambiental del que formamos parte y dar paso a escalar los cambios hacia los demás niveles.

Si se adopta la mentalidad de reconocer que lo que se hace a nivel individual es importante y repercute en otros y que, además, ayuda a promover o plantear la posibilidad de una organización colectiva, se podrá llegar a escalas de transformación más amplias.

El impacto colectivo en el ambiente

La interacción y creación de redes de individuos que se saben conscientes de su impacto ambiental no sólo ha llevado a la comunidad internacional a movilizarse —por ejemplo, el caso de Fridays For Future iniciado en Suecia y Extinction Rebellion, con presencia mundial pero con mayor influencia en Reino Unido— sino que ha tenido un impacto importante a nivel local que ha atraído la atención de los medios y sobre todo de los jóvenes hacia una narrativa contundente, la cual ha sido enfatizada por la joven activista Greta Thunberg de la siguiente manera: “nos encontramos en el principio de una crisis ecológica y climática y  debemos de llamarlo como lo que es, una crisis.”

La larga y difícil historia del ambientalismo, desde que se definió el término de sustentabilidad en los años 70, tiene hoy a representantes que viven las repercusiones del desarrollo y abren una brecha que tiene el potencial de transformar nuestras formas de vida. Estos movimientos juveniles brindan una alternativa para enfrentar la amenaza a un medio ambiente sano, pues genera espacios de sensibilización, de cuestionamiento y de generación de propuestas.

El cambio de hábitos en la Ciudad de México

Ahora pensemos en nuestra unidad socio-ambiental, el Área Metropolitana del Valle de México. Para una metrópoli como ésta, que enfrenta retos ambientales, urbanos y geográficos tan diversos como la escasez de agua, la mala calidad de aire, la movilidad, las olas de calor y que por otro lado presenta una desigualdad socioeconómica que se traduce en inseguridad, marginación y pobreza, el recién entregado reconocimiento a la ciudad por parte del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) que la califica como Ganadora Global del One City Planet Challenge 2019-2020 contiene un significado importante.

Dicho reconocimiento fue competido por 250 ciudades y destaca que la capital mexicana cuenta con planes alineados a cumplir el Acuerdo de París sobre cambio climático y que aunque sus objetivos se plantean ambiciosos, de acuerdo con el comunicado emitido por la WWF, también son alcanzables. La nula difusión de este reconocimiento nos indica lo lejanos que son estos planteamientos de una realidad social que está concentrada en otros objetivos

Los objetivos de Desarrollo Sostenible, que corresponden con el Acuerdo de París, asumen lo que mencionamos en un inicio, que la sustentabilidad implica a las dimensiones social y ambiental. No están separados. ¿Por qué no integrar nuestros retos? La visibilización de esta integralidad de las problemáticas sociales y ambientales es fundamental para nuestra ciudad. Y, reconociendo nuestras capacidades de acción colectiva, podemos no sólo visibilizar sino también educarnos para actuar integralmente y actuar por un bien común.

Contaminantes Anónimus

Contaminantes Anónimus surgió en junio de 2018 como un grupo de acompañamiento ante la sensación de frustración que las problemáticas ambientales han desatado en las generaciones jóvenes de la Ciudad de México. A lo largo de los meses, este grupo ha logrado convertirse en un colectivo que reúne a personas de distintas edades y disciplinas que comparten la inquietud por el cambio de paradigma individual y comunitario.

A través de sesiones de debate, de métodos no tradicionales como el arte y de medios digitales como Radio Nopal, el colectivo Contaminantes Anónimus busca promover una educación socio ambiental con perspectiva de género y cuestionar los hábitos individuales de consumo que resultan dañinos al ecosistema y promover prácticas amigables con el medio ambiente. A nivel comunitario busca construir redes y espacios seguros e inclusivos que permitan visibilizar dichos esfuerzos y desarrollar proyectos que reflejen la visión que Contaminantes Anónimous plantea: un planeta sano, regenerado y biodiverso donde la sociedad colabore y conviva armónicamente con su ambiente, los elementos y los ciclos naturales (Olvera Puentes, J. M. 2020. La Ecooperativa de Contaminantes Anónimus. Revista Con Sentido Verde. Edición junio-julio).

Foto: Contaminantes Anónimus

Actualmente el colectivo desarrolla como uno de sus principales proyectos la Ecooperativa, una red de consumo solidario y ecológico que tiene como fin, además del financiamiento de un bosque comestible, acompañar a las personas consumidoras, proveedoras y prosumidoras en la transición a un consumo y producción consciente que favorezca la regeneración de los ecosistemas y los tejidos sociales. Busca innovar en la manera en que las personas satisfacemos nuestras necesidades alimenticias y las de aseo personal, así como promover la utilización de ecotecnias.

El valor principal entorno al que gira este proyecto es la solidaridad. Constantemente en las juntas que tenemos pensamos en nuevas maneras de ser más solidarios con todas las personas que integramos la Ecooperativa (proveedores, consumidores y prosumidores) y también con iniciativas externas con las que nos hemos podido aliar tales como Ayuda Mutua (solidaridad con personas que han sido afectadas por la pandemia del COVID-19) y un refugio para mujeres, niños y niñas migrantes y víctimas de violencia.

Lo que en Contaminantes Anónimus queremos es que juntas y juntos co-creemos las herramientas necesarias que faciliten un proceso de cambio disfrutable y enriquecedor. Donde lo que nos mueva sea la abundancia que existe en la naturaleza y no la escasez que proviene de la ambición.

Conclusión

La pandemia ha empujado a replantear si la forma en la que vivimos es la más adecuada o necesaria y da la oportunidad de repensar / replantear nuevas realidades sostenibles. Aunque existe la posibilidad de regresar a la misma trayectoria lineal, extractivista e individualista, la fuerza del movimiento ambientalista y más que nada la apropiación del pensamiento cíclico y sistémico, permite que muchas voces que han sido discriminadas en otros momentos de la historia salgan a la luz.

De las lecciones que nos deja esta situación es que ante amenazas colectivas los humanos cuentan con la capacidad de autogestionar sus recursos a un nivel individual o colectivo para desarrollarse en comunidades pequeñas que se conectan a través de una red de relaciones con las esferas más amplias. A través del confinamiento hemos redescubierto actividades como la producción local o personal de alimentos, entre otras acciones, lo que nos llevaría a ser soberanos en muchos aspectos.

Si esas capacidades se tornaran a visibilizar la crisis socioambiental y el potencial de generar soluciones que existen tanto en el ámbito ambiental como el social, podríamos guiar el camino por el cual transformaremos nuestras sociedades, empezando desde nuestros hábitos, de tal manera que logremos, globalmente, los objetivos del desarrollo sostenible 2030.

En la dimensión social, tan compleja como se ve, apelamos a la apertura de espacios de diálogo, apoyo y acompañamiento para cambiar esos hábitos que tanto afectan a nuestro sistema. La pandemia ha venido a cambiar nuestra percepción sobre nuestras capacidades.

A través de la colaboración de Contaminantes Anónimus en este espacio buscaremos reflexionar sobre la capacidad individual y colectiva de trabajar en el cambio de hábitos, así como los diferentes temas socioambientales que aquejan a las sociedades y que son primordiales de atender, con miras a aportar a construir un futuro sostenible donde la extinción masiva ya no sea un escenario posible.

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Clara Martínez, Elisa Caballero, Andrea PIiego, Beatriz Acevedo y José Miguel Olvera son integrantes de Contaminantes Anónimus.
Instagram: @contaminantes.anonimus

Referencias

Todo lo que no sabías que necesitas saber lo encuentras en Sopitas.com

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