Por Luis Fernández Carril

¿Podemos cambiar el mundo a través de publicaciones en redes sociales? ¿Podemos lograr acciones reales de gran alcance a través de lo que comparto y publico o sólo se trata de activismo de sillón? ¿Qué sucede con esos clics?

Desde el advenimiento del internet, hemos ido creando una vida digital que las redes sociales han ido consolidando, y que ahora la pandemia agudiza aún más. Es en el espacio digital donde interactuamos con otras personas, compartimos fotos, presumimos viajes, bebés, fiestas, etcétera. 

En este espacio digital desarrollamos una personalidad para vender una imagen de quienes queremos ser y cómo queremos ser percibidos. Al crear esta personalidad digital, algunos están deseosos de mostrar lo exitosos que son; otros su gran compromiso con la salud y el deporte y otros su compromiso con ciertas causas sociales.

Gran parte de esta personalidad digital, aunque tenga una relación con nuestra vida en el espacio exterior, es construida y artificial. No somos, simulamos ser; parecemos ser. Sin embargo, pocos nos damos cuenta de la artificialidad de la vida digital. Por el contrario, creemos que aquello que vemos en redes sociales es reflejo directo de la realidad. Si veo a alguien feliz todo el tiempo, viajando, mostrando interés en causas sociales, entonces esto crea en mí la percepción de una vida perfecta. Es por tal motivo que las redes sociales causan gran frustración en muchos, al compararnos con la vida maravillosa e ideal de aquellos que vemos al pasar horas viendo Facebook e Instagram. No vemos que en gran medida esa vida perfecta es sólo una imagen fabricada y parcial de las personas, pero la confundimos con la realidad.

Aunado a lo anterior, no sólo creemos que lo que vemos es reflejo de la realidad, sino que al aumentar nuestras interacciones y desarrollo de la vida en redes sociales, creemos que estamos actuando en nuestra vida real

De tal manera llegamos a creer que, al interactuar en redes, estamos haciendo, estamos de hecho actuando. Si doy “me gusta” a una publicación o la comparto, siento que actúo, puesto que así parece manifestarse en el espacio digital. Sin embargo, a menos que haya un vínculo muy real entre las publicaciones y las acciones en el mundo exterior, pocas son aquellas que realmente conectan lo digital con el mundo físico

Así, puedo yo estar sentado en mi sillón, compartiendo publicaciones, dando likes y firmando peticiones y creo que estoy actuando, que estoy llevando a cabo una intervención social. Ése es el poder simulador del mundo digital. Creo que al compartir, al publicar, realmente hice algo. Juramos que se modifica el mundo con sólo un clic. 

Aunado a lo anterior, el mundo digital provoca la ilusión de que somos el centro del mundo y que nuestros comentarios, publicaciones y fotos son como un altavoz que resuena en todos lados, dándonos visibilidad y notoriedad, alimentando nuestro ego. Somos importantes en el mundo y lo sabemos.

Imagen: Pixabay

De esta manera, tenemos dos elementos principales que crearán un gran problema.  Por un lado, creer que mis interacciones digitales son acciones reales en el mundo exterior; por el otro lado, alimentar mi ego con estas interacciones. Al juntarse, crean algo denominado slacktivism o activismo de sillón

Así, el activismo de sillón es principalmente un autoengaño y una manipulación de otros. Creemos que actuamos y también vendemos la idea de que es posible actuar sin movernos de la comodidad del sillón o la cama.  

Como hemos hablado en otros momentos en este espacio, los seres humanos son grandiosos con las palabras. Creemos que los grandes discursos cambian las cosas. Y en efecto, en gran manera las palabras pueden tener grandes efectos. Pueden acabar guerras con un discurso, con una firma. Lamentablemente, con respecto a la crisis ambiental, las palabras se las lleva el viento y sólo las acciones reales importan.

De esta manera, si combinamos el activismo de sillón con la crisis ambiental, tenemos en nuestras manos una problemática muy grave. Ya hay de por sí un grave problema de apatía frente a los problemas medioambientales. A muchos alarmantemente no les importa la crisis o no actúan frente a ella. Ahora, agreguen que un sector de aquellos pocos preocupados, están actuando incorrectamente. Es decir, estas personas creen que actúan cuando no están haciendo nada realmente. Lamentablemente, la gran mayoría no lo sabe.

Dar “me gusta” o compartir información; hacer publicaciones en Facebook que se comparten entre amigos con declaraciones airadas y contundentes, son muy poco efectivas. Servirán tal vez para alimentar nuestra percepción de nuestra importancia, pero muy poco efectivo en el impacto hacia el mundo exterior.

Tampoco sirve si me pinto la cara y subo una foto a Instagram con cara sufriente y uso hashtags que supuestamente muestran mi gran preocupación, como #prayfortheamazon. Este hashtag, entre muchos otros, como el clásico en inglés “thoughts and prayers” después de una matanza en EE.UU, claramente no sirven de nada, desde el uso mismo del lenguaje. ¿De qué sirve “rezar” por el Amazonas con mi foto donde luzco sumamente atractivo? Mejor reduce o elimina tu consumo de productos cárnicos, causa principal de los incendios y la deforestación.

Imagen: Pixabay

Al medioambiente no ayuda en particular si todos los días comparto noticias ambientales. Tampoco se ve beneficiado cuando comento noticias, si insulto a los políticos o a otras personas sobre sus perspectivas. Podemos argumentar que la intención es informar a los demás, pero habría que cuestionar la efectividad de esta acción. Habría que cuestionar cuántas personas leen algo más allá de los titulares. Y digamos que el titular causa una impresión en quien lo lee. Mientras estoy sentado en el sillón pasando el tiempo en Facebook, veo un artículo compartido por algún amigo con un titular sobre la crisis climática. Leo el título, digo: Híjole, que lamentable, le doy like o pongo la carita triste en la publicación y simplemente continúo navegando felizmente por las publicaciones que me aparezcan.

Tampoco sirven realmente las peticiones que creo o firmo en plataformas como Change.org. Estas peticiones no son vinculantes; es decir, nadie está obligado a actuar por más firmas que se recaben. Además de que si quieres ver las listas de firmantes debes pagar, por lo que su utilidad real queda en duda.

Todo lo anterior no significa que el mundo digital no sirva.

Es una gran herramienta para organizar a la gente, para transmitir información y lograr movimientos sociales en el mundo exterior. Se han gestado grandes movilizaciones sociales a partir de una comunicación y organización en el mundo digital, desde la primavera árabe hasta las movilizaciones de Extinction Rebellion. No es que las redes sociales no sirvan para actuar; el problema es que la gran mayoría de las interacciones que hacemos no llegan a este punto; peor, ni siquiera somos conscientes de que nuestras publicaciones e interacciones no están impactando de ninguna manera. 

Lo importante será cuestionar lo que publicamos. ¿Es verdadero y no estoy compartiendo noticias falsas? ¿Mi publicación ayuda? ¿Es necesaria? ¿No promueve el odio o la segregación? ¿Logra algo más que alimentar mi narcicismo?

Esto definitivamente será vital para encaminarnos a acciones efectivas para enfrentar la crisis ambiental, aunque tal vez la reflexión sirve para todas nuestras publicaciones en general. Reflexionemos sobre nuestro quehacer en el mundo digital y analicemos más allá su efectividad. Recordemos lo siguiente: con el cambio climático, las buenas intenciones no sirven. Sólo las acciones reales, efectivas, de gran alcance resolverán la emergencia que enfrentamos.

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Dr. Luis R. Fernández Carril es investigador de ética ambiental y política climática internacional y profesor de planta en el Tecnológico de Monterrey, Campus Puebla. Actualmente es miembro y Autor líder del Grupo de Trabajo II del Panel Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas para el 6to Reporte de Evaluación. Se desempeñó como asesor legislativo y posteriormente como Secretario técnico de la Comisión Especial de Cambio Climático del Senado de la República, LXIII Legislatura de 2015-2018. Sus principales líneas de investigación son la Gobernanza ambiental internacional, las negociaciones climáticas internacionales, adaptación y resiliencia y  ética del cambio climático. Ha publicado artículos e impartido conferencias a nivel nacional e internacional en lugares como la Universidad de Oxford, la UNESCO en París, la Universidad de Yale y la Glasgow Caledonian University en Escocia.

Twitter: @fernandezluis83

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