Por Aramis Olivos Ortiz

En semanas anteriores aquí se expuso que los océanos, sus recursos y sus servicios socioecosistémicos son determinantes para el funcionamiento de nuestro planeta, que sería deseable que una vez que superemos la pandemia generada por el covid-19, la humanidad debe pensar cómo regresar a una “normalidad” que sea menos agresiva en sus hábitos de consumo con los que busca satisfacer sus necesidades más importantes… —lo que esto signifique al precio que sea—, y que lo haga con ternura y alegría para enfrentar y superar nuestros peores momentos.

¿Ignorancia o egoísmo?

Con esto en mente, te invito a reflexionar en la actitud que nos lleva a estar en contacto con la naturaleza a través de aventuras extremas, para lo cual algunos compran una cuatrimoto o un vehículo side-by-side con el que puedan llegar donde nadie lo ha logrado y sentirse realizados en entera libertad… Quienes viven esta experiencia única o grupal, ¿se han puesto a pensar que al penetrar en terrenos sin camino fragmentan los sistemas, hacen ruido descomunal que afecta y ahuyenta a los animales, pisotean y terminan con plantas y comunidades de vegetales, llevan basura a donde no la hay, contaminan el aire y el agua e incluso alteran el curso de pequeños arroyos, estaques y lagunas?

Como el anterior hay varios ejemplos de la incidencia del “turismo extremo”, mucho del cual lo realizamos en ambientes costeros, pues, por su exuberancia, belleza y dificultad de acceso, representan un reto; en conjunto con otras actividades del mar, sol y playa, han impulsado a la industria turística como una de las de mayores ganancias a nivel nacional y mundial en las últimas décadas. Con esto quiero llamar tu atención en la “playa”, ya que la mayoría piensa que es sólo la franja de arena junto al mar, pero éste es un ambiente de transición de la zona costera que es amplio y complejo, que alberga muchos ecosistemas. 

¿Cómo funcionan los ecosistemas costeros?

La zona costera tiene un límite tierra adentro o en la parte continental; llega hasta donde encontremos una elevación del suelo mayor a los 100 m de altura; entonces, hay regiones de la costa que penetran kilómetros en el continente hasta topar con una cordillera o meseta. Por esta razón, cuando se genera un fenómeno hidrometeorológico afecta vastas extensiones de la llanura costera por eventos como lluvias torrenciales, desbordamiento de ríos, marejadas, tsunamis, tormentas tropicales y huracanes; que por su intensidad impactan de distinta forma a los asentamientos humanos que se han desarrollado sobre acantilados, humedales, dunas, esteros, lagunas costeras, bahías, etcétera.

En la actualidad, según el Programa de las Naciones Unidad para el Medioambiente, se estima que un tercio de la población urbana mundial vive en esta franja costera continental, lo que ha generado “progreso” por la creación de puertos, carreteras, obras de protección marina, modificación en los causes de ríos y construcción de presas reduciendo la descarga de agua dulce al océano. Por otra parte, para el sustento de esta población, el uso del suelo se ha modificado con fines agrícolas, ganaderos, comerciales e industriales, se trae agua desde lejos, se generan residuos sólidos y se desechan aguas residuales prácticamente sin tratamiento alguno. Como es de esperar, los distintos biomas naturales costeros han desaparecido o están muy deteriorados, en nuestro país y a nivel mundial.

pueblos costeros

Foto: Pixabay

Los bosques de manglar, las dunas, lagunas y planicies costeras por su diversidad y alta densidad vegetal son sitios de refugio, áreas de reproducción y zonas de crianza para un gran número de especies animales, locales y migrantes que vienen de paso con el cambio de las estaciones, por lo que se les conoce como corredores biológicos a lo largo de los continentes. Al ser frontera entre el continente, océano y atmósfera, actúan como áreas que filtran los aportes de agua y sedimento antes de llegar al océano, reteniendo y transformando componentes; es decir, dosificándolos, por esta razón se les conoce como los riñones del planeta. Asimismo, las dunas, el mangle y la selva baja tropical son protección natural contra oleaje de tormenta o ráfagas de viento, minimizando el embate de las tormentas y estabilizando la costa.

¿Y si a lo cotidiano sumamos nuestro descanso y diversión?

Dicho lo anterior, pensemos en la presión que sobre estos sistemas ha generado la industria turística en países paradisiacos como el nuestro; como ejemplo, la ribera maya o Cabo San Lucas por ser los más recientes y emblemáticos de nuestro país. En sus primeras décadas fueron desarrollados sin tomar en cuenta la importancia de los ecosistemas mencionados. Algo que ha generado que su infraestructura se haya visto afectada por procesos erosivos que los están dejando sin playas o vulnerables tan sólo ante tormentas tropicales, sin mencionar huracanes intensos. 

Estos fenómenos hidrometeorológicos desde luego afectan socioeconómicamente a un número importante de habitantes y sectores productivos, dejando problemas de salud poblacional y lamentables fatalidades, pero ecológicamente a los sistemas costeros los puede desaparecer. Afortunadamente en los últimos años los proyectos turísticos de estas regiones se desarrollan bajo el concepto de desarrollo sustentable, lo cual también debemos revisar. Pero en regiones de Tabasco, Chiapas, Oaxaca y Guerrero la situación es recurrente cada “época de lluvias” y muy compleja, las noticias de cada año parecerán ser la misma, ¿no?

manglares costeros

Foto: Pixabay

Esto nos debe llevar a actuar de manera responsable. No se trata de detener el progreso, sino de preguntarnos ¿a qué costo o bajo qué condiciones lo queremos? Somos una sociedad que vive bajo riesgo; en lugar de reducirlo, nos hemos acostumbrado a invertir en minimizar los daños. Si gozamos de una posición económica para disfrutar de la vida, ¿por qué hacerlo de manera irresponsable, egoísta y sin escrúpulos? Hacerlo ¡porque puedo y tengo con qué, es irracional! Y en esta etapa de la humanidad, insostenible. 

Debemos entender que los recursos naturales son finitos, están ahí para disfrutarse. Abusar de ellos no debe ser parte de la que será nuestra nueva realidad. Pensemos que, a pesar de mucho dolor, angustia y limitaciones, la naturaleza nos dio otra oportunidad para ser mejores como humanidad. ¡Somos privilegiados!

Asignatura pendiente

Te invito a dejar la cuatrimoto y a que solo o en grupo emprendas caminatas por senderos, o lleva tu bicicleta de manera responsable a la montaña o a través de la zona costera. Si en verdad quieres una aventura extrema, no pienses sólo en diversión o comodidad. Sé amable con el ambiente del que eres parte. Siente la verdadera naturaleza en plena libertad; aprecia sus paisajes, su vegetación y sus animales. 

Incluso le harás un favor a tu salud al hacer una actividad física dosificada y al liberar tu mente y cuerpo de tensiones. Piensa y respeta, los recursos son de todos y deben seguir funcionales. Existen personas que aún no tienen la oportunidad de disfrutar de ellos. Sólo tenemos un planeta, si habitas solo en tu mundo, el que sea, toma en cuenta que a tu alrededor hay otros seres vivos que merecen las mismas oportunidades.

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Aramis Olivos Ortiz es investigador del Centro Universitario de Investigaciones Oceanológicas de la Universidad de Colima. Campus Manzanillo.

Mail: aolivos@ucol.mx

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