¿Ya pueden ir analizando todas las novelas del buen Gabo a ver si encuentran un plan conspiratorio? Parece que eso sería exagerado, aunque nunca faltarán quienes sobreinterpreten los textos.

De acuerdo a informes desclasificados a petición de The Washington Post,  el nobel colombiano fue blanco de espionaje por parte del FBI desde febrero de 1961, fecha que consta en el documento con el que el entonces director de la oficina de investigación estadounidense, Edgar J. Hoover, pide que “en el caso de que (García Márquez) entre en EE UU por cualquier motivo, el FBI debe ser avisado de inmediato”.

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Lo anterior debido a que se preveía la llegada del escritor para trabajar como corresponsal de la agencia cubana Prensa Latina, algo que a la postre sucedió ese mismo año, cuando Márquez se instaló en Nueva York en compañía de su esposa, Mercedes Barcha, y su hijo, Rodrigo. Para ese entonces Gabo distaba mucho de ser el célebre personaje en el que posteriormente se convirtió con la publicación de novelas como Cien años de soledad (1967), por lo que se desconoce qué provocó el interés del FBI sobre el colombiano. Para saberlo, habría que conocer el contenido de 133 páginas que aún mantiene clasificadas el gobierno de los Estados Unidos.

Aunque esta noticia es novedosa para la familia del escritor, no les resulta sorprendente… sin embargo para el hijo de Márquez, Rodrigo, es irónico que el FBI espiara a su padre, cuando Prensa Latina lo corrió a los pocos meses por no considerarlo lo suficientemente radical en su postura: “De hecho, había publicado algunos artículos sobre sus viajes a países socialistas y sus análisis eran mixtos. Así que no se lo consideraba un verdadero comunista, y perdió ese trabajo”.

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Efectivamente, los del FBI se han de haber dado de topes al ver que en los primeros reportes sólo constaban actividades tan interesantes como que el escritor pagó 200 dólares por un mes de estancia en un hotel neoyorquino… claro, debe de haber documentos en los que la cosa se puso mejor, sobre todo porque se contactó a nueve “informantes confidenciales” que echaban el pitazo de viajes de salida y regreso del colombiano.

Además, en los 24 años que se mantuvo la vigilancia sobre el Nobel, algo de buen material se debió recopilar, tomando en consideración que Gabo sirvió de intermediario entre Washington y La Habana y que por años se codeó con altas autoridades del mundo…

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*Vía El País

 

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