El segundo día de actividades de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara tuvo otro de esos momentos entrañables que sólo pueden vivirse en un evento de esta envergadura: una interesante plática entre Mario Vargas y David Grossman.

Esta charla se llevó a cabo en el marco de la apertura del Salón Literario que desde el año pasado lleva el nombre de Carlos Fuentes, en honor a este escritor mexicano fallecido en el 2012.

El encuentro fue moderado por el periodista y crítico español Juan Cruz. Antes de continuar, sería importante recordar la importancia que tienen estas dos figuras en la escena literaria mundial. Por un lado está Mario Vargas Llosa, escritor peruano que en el 2010 obtuvo el Premio Nobel de Literatura; por el otro, David Grossman, uno de los escritores israelíes más representativos de los últimos años, cuyas obras han sido múltiplemente premiadas y traducidas a una gran variedad de idiomas.

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1. El primer contacto con la lectura

El inicio de la plática comenzó con una pregunta simple ¿cómo fue el primer contacto de ambos escritores con la lectura?

Para David Grossman, este primer encuentro se dio a los diez años, cuando su papá lo puso a leer varios libros de escritores hebreos. Ahí descubrió que había algo en esas historias que lo atraía, en cierta forma, esas lecturas le permitieron acercarse más a su papá, quien era de carácter un tanto reservado.

Al perderse en esos libros, Grossman fue confirmando que el arte es el único lugar en el que las cosas y las leyes pueden convivir al mismo tiempo y de manera perfecta.

Entonces tocó el turno de Vargas Llosa, quien afirmó que para él, leer es lo más importante que le ha pasado en la vida.

“Mi vida se abrió en todos los horizontes. Desde niño entendí que leyendo podía ser todo lo que quería y eso me hacia muy feliz”.

De hecho, los primeros recuerdos de este autor peruano con respecto a su infancia no son los juegos con sus compañeros, sino las historias que leyó.

“Fueron tan importantes para mí, que ahora lo que recuerdo, no son tanto los compañeros de colegio o los chicos del barrio los que forman parte de mi memoria, sino los personajes de los libros de Julio Verne”.

Así comenzó una especie de juego con la literatura:

“Si no me gustaba el final de las historias que leía, lo cambiaba; o si me entristecía que llegaran a su final, les agregaba más fragmentos”.

Con cierto humorismo narró que descubrió que la literatura estaba asociada a lo prohibido cuando su mamá le prohibió leer Veinte poemas de amor y una canción desesperada de Pablo Neruda. Por curiosidad leyó el libro a escondidas y aunque no entendía los versos sí le resultaban inquietantes.

En la actualidad, para Vargas Llosa los libros son más ricos que la vida de cualquier persona, y es que la literatura la entiende como un modo de vivir aventuras constantemente, pues desde niño supo que “la vida tal como la vivía, no bastaba”.

2. Escritores en formación

Ambos escritores dijeron haberse alimentado de lecturas similares. Por ejemplo, ambos hicieron referencia Madame Bovary de Gustave Flaubert, obra que le mostró a Vargas Llosa el escritor que quería ser.

“Yo no quería ser un escritor numeroso (en cuanto al número de páginas de sus libros) sino un escritor que se ciñera a lo que la historia le exigía, que no sobraran ni faltaran palabras”.

De Flaubert, Vargas Llosa aprendió que los silencios en la literatura son imprescindibles y también la importancia de equilibrar lo que se dice y lo que se calla. En tanto, también habló sobre su descubrimiento de William Faulkner, cuyas obras fueron las primeras que leyó con una pluma y hojas de papel al lado, fascinado por descubrir las atmósferas que el autor estadounidense era capaz de crear.

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3. La lectura y su forma de cambiar al mundo

Grossman comentó que leer cambia a todos. Para ejemplificarlo hizo una diferenciación entre emprender la lectura de un periódico y un libro. Mientras el primero intenta hacer que todos pensemos como un mismo ente, el segundo llega a cada lector de forma diferente, y sin embargo, este acto individual también ahuyenta a la soledad.

“Cuando leemos un libro realmente no estamos solos” , comentó.

El autor hebreo dijo no considerarse un escritor escapista, pues no escribe para escapar de la realidad, al contrario, considera que en el mundo actual hay tantas distracciones que constantemente el ser humano deja de enfrentarse a la tragedia de la vida. Para él, leer es la única manera de confrontar a la vida.

“La única libertad que se tiene al enfrentar a la vida, es escribir nuestras tragedias con nuestras propias palabras. Actualmente el mundo trata de inundarnos con información que no es relevante, pero el escritor hace el mundo suyo, pues le da un carácter privado e intimo”.

Mario Vargas Llosa coincidió con la idea de que la escritura no debería provocar sufrimiento, al contrario, los escritores sienten una alegría inmensa al sentarse a ejercer su oficio.

El peruano aprovechó para mostrar su desacuerdo con las personas que consideran que lo importante en la formación académica es la ciencia y relegan a un segundo plano a las humanidades, considerando a la literatura un mero divertimiento.

“Hacerlo nos arrastraría a una sociedad autoritaria, llena de autómatas. Escribiendo, uno puede cambiar la realidad”.

¿Vale la pena dedicarse a la literatura, en países donde hay tan pocos lectores? Esta pregunta inquietaba a Vargas Llosa durante sus primeros años como escritor, respecto a los pocos índices de lectura que había en países latinoamericanos como Perú o Bolivia. Entonces leyó a Jean Paul-Sartre y comprendió que no sólo se escribe para los lectores, sino también para los analfabetas o las personas que por diversas cuestiones no leen. Así se crea una inercia que al final abarca a toda la sociedad.

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4. Sobre el conflicto en Medio Oriente

Hacia el final, Juan Cruz les pidió que hablaran un poco sobre el conflicto entre Israel y Palestina.

El primero en pronunciarse fue Vargas Llosa, el cual rememoró su primera visita a Israel en los años setenta. Ahí descubrió que todos los escritores locales sentían que escribir era una necesidad, tal y como pensaba el mismo Sartre. Elogió a Grossman por la forma en la que en sus obras plasman el conflicto en medio oriente, y la forma en la que ha retratado a los Palestinos, desde un punto de vista neutral y autocrítico.

Entonces llegó el turno de David Grossman de tocar el tema, y aunque al principio se mostró un tanto incómodo, fue soltándose hasta el grado de que varias veces sus palabras fueron interrumpidas por aplausos del público.

Para Grossman, Israel es el único país de la Tierra en el que como judío no se siente extranjero. Para él, Israel no es un país sino una familia. No obstante, esto no le impide también declarar que su gobierno a veces ha caído en la soberbia y no escucha las soluciones que los países de la Liga Árabe proponen para destrabar el conflicto.

“¿Qué se necesita para que haya paz entre nosotros y los palestinos? Yo creo que los palestinos deben tener su propio Estado independiente, libre y soberano, tienen el derecho. Yo les deseo de manera sencilla (a los palestinos) que tengan una vida normal, que no sean humillados como bloques, que no sientan la carga de la ocupación. Si yo estuviera en este tipo de ocupación, mi vida sería un tormento”.

Para cerrar esta inauguración del Salón Literario, Silvia Lemus de Fuentes, condecoró a ambos escritores con la medalla Carlos Fuentes.

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