Aunque el imaginario social suele vincular a los bebés lo más alejado posible de los abuelitos, la realidad nos muestra que son más parecidos de lo que pensamos: llenos de arrugas, calvos, sin dientes y usando pañales.

Lo anterior se demuestra de forma clara viendo fotografías de bebés a los que sólo les falta usar bastón, lentes y pedir a gritos su cocol. Estos señorcitos no parecen ser los más divertidos de la guardería, pero seguro serán los consentidos de sus abuelitas. Tal parece que estos morros cumplen al píe de la letra el dicho: la vejez existe cuando se empieza a decir “nunca me he sentido tan joven”.

























¿Cómo los ven?

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