Por Diego Castañeda

Después de algunos años de escribir semanalmente en este espacio, ésta será mi última participación. No obstante, a modo de despedida quisiera hablar de un tema que ha sido de mi interés por mucho tiempo, algo que suele llamarse “estancamiento secular”.

A lo largo de los últimos años, en los círculos académicos y en menor medida entre hacedores de política económica la discusión sobre el crecimiento económico en las economías avanzadas ha sido dominada por la pregunta sobre si nos encontramos o no en un periodo de estancamiento secular.

¿Pero qué es el estancamiento secular? 

El estancamiento secular es una idea que originalmente data de principios del siglo XX; sin embargo, volvió a la vida por las bajas tasas de crecimiento y productividad que se han observado en Europa, Estados Unidos y otras economías avanzadas desde hace más de una década. Existen al menos dos versiones del mismo concepto. El primero, lo atribuye a una falta de demanda agregada global; el segundo, por el contrario, más bien trata sobre la falta de innovación y de productividad presente y futura. 

El segundo caso, el de la innovación y la productividad, ha sido popularizado por el trabajo de Robert Gordon. En él, encuentra que las tecnologías de la información, salvo por un breve periodo de tiempo entre mediados de los años noventa y principios del siglo XXI, han tenido un aporte a la productividad total de los factores muy bajo. Es decir, Gordon piensa que el desarrollo tecnológico del mundo ya vio sus mejores días en términos de productividad

tecnologías de la información

Esta posición ha sido muy criticada por historiadores económicos como Joel Mokyr y el economista Lennart Schön que piensan que es una visión pesimista; asimismo, en el muy largo plazo en la historia es difícil de sostenerse. Los críticos de esta interpretación del estancamiento secular piensan que lo que hace falta es una ronda de inversión de gran escala en infraestructura que detone un nuevo ciclo de expansión económico que permita aumentar la productividad. En esta interpretación más que tener una “cuarta” revolución industrial lo que tendríamos es un segundo ciclo de expansión de la tercera, la de las TIC. 

Es el otro tipo de estancamiento secular el que parece ser más peligroso: la falta de demanda agregada.

Hoy en día las principales economías del mundo en general tienen poca demanda. Europa y su austeridad, China y sus elevados niveles de ahorro, Estados Unidos y su aún no del todo recuperada economía, hacen que la demanda agregada global no sea suficiente para sostener altas tasas de crecimiento. La transición demográfica, la elevada desigualdad y un mundo en desarrollo que no logra converger más rápidamente hacen que sea un problema muy difícil de solucionar. 

Sin un aumento considerable en la demanda agregada global, es difícil pensar en un crecimiento más fuerte de la economía global y se vuelve un problema para países como México donde una parte importante del potencial de crecimiento depende de una parte del comercio internacional. 

No existe una solución obvia para esta situación.

El consenso entre los macroeconomistas sobre las causas y las posibles alternativas para estimular el crecimiento en el mundo no ha sido contundente. No obstante, una mejor distribución del ingreso y mayor inversión pública en buena parte del mundo parecen estar entre alguna de las ideas que más se discuten

Postdata

En Geekonomía se ha buscado divulgar este tipo de discusiones que usualmente se quedan encerradas en las aulas y las conferencias. Ha sido un gran gusto para mí poder ayudar a difundirlas de forma accesible. Un agradecimiento especial, además de los lectores, es para con el editor Raúl Bravo Aduna, gracias a él estos temas han llegado a más personas todo este tiempo.

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Diego Castañeda es economista por la University of London e historiador económico por la Universidad de Lund.

Twitter: @diegocastaneda

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