Por Diego Castañeda

La economía mexicana hoy, para bien o para mal, se encuentra tan bien (o mal) como lo ha estado durante los últimos años. La estabilidad macroeconómica se mantiene. El crecimiento económico sigue siendo el gran ausente. Todo lo demás que realmente importa (pobreza, desigualdad y otros temas) hoy es imposible de juzgar. Los datos simplemente no existen para comentar al respecto o hacer una evaluación

Por esta razón es desconcertante, si se busca analizar la economía mexicana de forma medianamente objetiva, que exista tanta escándalo en torno a la renuncia del otrora primer secretario de hacienda de la actual administración. La renuncia, como cualquiera podría preveer, traería algo de volatilidad que desaparecería dependiendo de quién se anunciara. Lo que pasó en México es lo que la gran mayoría esperaba. Por eso las cosas regresaron a su normalidad rápidamente. 

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Foto: Cuartoscuro

La principal muestra de que el status quo en la economía mexicana se mantiene  es que la discusión del asunto rápidamente cambió. Antes era sobre el estado de la economía y se transformó sobre acusaciones de “neoliberalismo” o los escándalos de agoreros del desastre. Ambas posiciones sin sustento, muchos de los que tachan al ex secretario de neoliberal no entienden ni siquiera el significado del término; asimismo, los que pronosticaban el desastre simplemente no entienden mucho sobre el estado de la economía mexicana y la forma en que la miran los mercados internacionales. 

El principal problema que se debería discutir es que la economía mexicana no crece lo suficiente desde hace décadas.

Entre sus causas está el ya muy sobrediagnosticado problema de la falta de inversión pública y privada. La primera causada por un estado que cada vez le dio menos interés a la infraestructura. Aunque en principio la administración actual le da importancia, la austeridad y la debilidad fiscal del país no permite atenderlo en la magnitud necesaria. La segunda, la privada, es producto de monopolios y cuellos de botella que hacen que los inversionistas no encuentren la rentabilidad suficiente en proyectos. 

Ambos problemas de la inversión en México se pueden atender a través de políticas públicas. Dotar al país de más recursos y acelerar el gasto en infraestructura y una política de competencia más agresiva, por poner ejemplos de libro de texto.

grandes preguntas de méxico

El debate importante del país pasa no sobre la definición de qué es o no es “neoliberalismo”; tampoconi sobre una “economía que se cae a pedazos” en la mente de algunos despistados. Ésos son debates estériles. Lo importante es la economía política que gira en torno a la política económica del país; quiénes ganan y quiénes pierden; además. si los que ganan son los que deberían ganar y los que pierden los que deberían perder. 

Prácticamente ninguna decisión económica es neutral: siempre existen ganadores y perdedores.

Los efectos distributivos de las decisiones hoy no los podemos cuantificar; no obstante, sí podemos encaminar la discusión hacia allá. Podemos hacernos las preguntas correctas para cuando sea posible responderlas en la medida que la información disponible aumenta.

La estabilidad de la economía del país hoy en día no esta en juego, es tan real o no como ha sido por los últimos 20 años. Como ya bien deberíamos entender, estabilidad no necesariamente es igual a desarrollo o a crecimiento.

Lo que el país necesita con gran urgencia es incrementar su capacidad de crecimiento potencial.

Sólo así podrá sostener en el tiempo tasas más altas de crecimiento económico. En ese sentido, la apuesta por formación de capital humano que algunas nuevas políticas ofrecen puede ser positiva en el mediano plazo; no obstante, sin infraestructura y una mayor rentabilidad general en la economía, crecer más que el promedio de las últimas décadas es sumamente complicado. 

La economía mexicana es estable y probablemente lo seguirá siendo en el futuro previsible.

Pero necesitamos comenzar a pensar en los retos de largo plazo: pensiones, reforma fiscal, desigualdades estructurales, productividad, transición energética, la transición demográfíca, la política industrial del siglo XXI y la seguridad social universal. No tenemos el lujo de poder esperar para atenderlos

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Diego Castañeda es economista por la University of London.

Twitter: @diegocastaneda

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