Por José Ignacio Lanzagorta García

Es atractivo porque es grotesco. Si de por sí cualquier video que pone en flagrancia un delito nos genera una atracción casi pornográfica, cuando es de una turba enloquecida, pues más. Montones de personas se arremolinan frente a un camión de Coca Cola varado al que saquean su mercancía en lo que parece una verbena. Unos hombres llevan una camioneta que buscan llenarla desesperadamente. Gritos, risas, prisas y en poco más de un minuto todos huyen despavoridos antes de que venga el Lobo. (Como si sí fuera a venir uno.) En el piso quedaron las botellas que nadie pudo tomar, que se les escurrieron, que se les rompieron, que ante la abundancia, la prisa y el esfuerzo de agacharse por ellas, perdieron valor. Desde el sillón no queda más que reírse o persignarse: “¡Por eso estamos como estamos!” “¡Qué cínicos!”. Yo ya lo vi como unas 10 veces.

Los detalles son oscuros. Los portales de noticias que traen el video se ponen como fuente entre ellos (este con este, por ejemplo). Al parecer su difusión viral comenzó en las redes de Sección Aquí, donde no dan más información que mujeres (¡mujeres!), niños (¡niños!) y hombres (…¡meh!) se unieron para asaltar un camión y que con qué cara nos vamos a quejar del gobierno, pero quién sabe. En algún punto un periodista señaló que esto ocurrió en Veracruz y que el camión había chocado contra un muro. Sin embargo, las “diversas fuentes” de los medios que replicaron la nota insisten en que más bien se trata de Michoacán (en Tierra Caliente, precisan) y que el camión quedó varado por un narcobloqueo. Para quien sea relevante el caso, seguro que podrá hacer una mejor arqueología del meme que la que hacen los portales. A mí me interesó más bien las lecturas del caso, muchas de ellas rayando en lo poético.

“¿Por qué eres así, México?”, tuiteó Risco. El Deforma dice que los mexicanos que se quejan de la corrupción son los que saquearon el camión. Y decenas y decenas de tuits ven en ese video un epítome de la nación podrida, un fracaso civilizatorio. Ni siquiera es para ellos una metáfora, sino que ese evento por sí mismo se explica por la mexicanidad en sí misma y, peor aún, que es un hecho que claramente nos desacredita como sociedad para exigir justicia, rendición de cuentas y mejores gobiernos. “Ese es el pueblo ‘bueno’”, dice el chistuitero y ex candidato presidencial, Gabriel Quadri, “así no tenemos remedio”. Si el “pueblo” roba refrescos, ¿que no desvíe yo miles de millones de pesos del erario? Pudimos tenerlo todo, pero quién sabe bien dónde saquearon un camión de Coca Cola.

No se me malinterprete: el evento es, como ya dije, grotesco. Desconocemos detalles que lo harían más o menos comprensible, pero ninguno justificable. Algunos han tenido la tentación de ver en ello una gloria revanchista. Es decir, si para unos ese colectivo es la sociedad en general, para otros ese camión de Coca Cola es el capitalismo. A veces se nos pasa la mano en el pensamiento figurado. Y cuando eso pasa, me preocupan algunas cosas que emergen, que se revelan en la metáfora.

De pronto se me ocurre que es más problemático para “El futuro del país” pensar que las faltas menores de un puñado de ciudadanos enloquecidos que aprovecharon una oportunidad para hacer El Mal representan a toda una cultura nacional de corrupción y transa, que el propio saqueo en sí. Es decir, si desde las posiciones cómodas de esta tribuna la lectura es que un Javier Duarte, un Enrique Peña, una Rosario Robles, un Emilio Lozoya –sólo por mencionar los contemporáneos- se legitiman y se justifican en las manos de quienes, sin cargos de responsabilidad, sin las herramientas del Estado, se hacen de unos refrescos, la desesperanza está más bien en esa tribuna. De pronto, es el pecado de unos y no el de otros el que nos mancha a todos. No sorprende que desde ahí haya quien diga que su propuesta contra la corrupción es poner el ejemplo desde arriba. Vamos, no es que eso sea, siquiera, suficiente, es sólo que no veo incompatible esa propuesta con el lamento de quien ve el pecado del Pueblo como la causa de todo mal.

Si desde las posiciones de privilegio se necesita que exista tal cosa como el Pueblo y que éste sea una cosa monolítica, buena, noble, dócil, inocente, indefensa y pura para que podamos empezar a exigir y a descabezar a quienes roban desde “arriba”, suena más bien a que no queremos realmente que ese sistema de saqueo, corrupción y transa realmente cambie. Pero tal vez lava la consciencia pensar que todo es culpa de ese Pueblo –que siempre son los otros que uno mira hacia abajo-, que si fuera por uno, ya estaríamos del otro lado… pero se robaron las cocas.

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José Ignacio Lanzagorta es politólogo y antropólogo social.

Twitter: @jicito

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