Lo que hemos escuchado durante el juicio del narcotraficante mexicano Joaquín “el Chapo” Guzmán en Nueva York es todavía mejor que una telenovela —y todavía no se acaba—. Nos esteramos que su esposa, Emma Coronel, fue una de las principales coordinadoras del escape del capo; que tuvo una amante que fue diputada de Sinaloa con la que escapó semidesnudo por un túnel debajo de la bañera, que el cártel sobornó a políticos mexicanos de alto calibre para que los dejaran trabajar (entre los que supuestamente se encuentran dos expresidentes), etc.

Finalmente subió al estrado el último testigo que la fiscalía estadounidense va a presentar en el juicio: Isaías Valdez “Memín”, quien formó parte de las fuerzas especiales del Ejército mexicano y terminó trabajando para el Chapo como su guardaespaldas del 2004 al 2007.

¿De qué habló? Narró cómo su jefe torturó y asesinó a sangre fría a varios de sus “enemigos”. Y son historias bastante escalofriantes….


En su testimonio el excolaborador del Chapo relató que dos de los sucesos más violentos ocurrieron en 2006 y 2007.

La primera vez que Memín presenció cómo su jefe asesinaba a alguien fue en la localidad de Bastantitas, en el estado de Durango. Explicó que un día de esos el Mayo Zambada —compadre del Chapo— envió a uno de los colaboradores de los Arellano Félix. Describe que cuando llegó a manos del Cártel de Sinaloa estaba bastante quemado con una plancha y con un encendedor de carro.

Posteriormente el Chapo se tomó tres días para interrogarlo sobre los miembros de su cártel que querían la misma plaza de venta de drogas. Una vez que eso sucedió lo encerraron por varios días más en un gallinero.

Pasado el tiempo el Chapo ordenó que lo sacaran y que cavaran un hoyo, en el cual le disparó por detrás de la cabeza.

Lo más escalofriante es que el hombre no murió con el balazo y fue enterrado cuando todavía intentaba respirar. Y no, la siguiente historia no es mejor.

Esta vez ocurrió en Coluta, Durango. Los pistoleros atraparon a dos miembros de los Zetas y se los llevaron al Chapo. La primera orden fue que los metieran a un granero y los empezaran a “calentar” para que hablaran.

Después de eso, ya muy golpeados, los llevaron a una zona alejada de la montaña en cuatrimotos. El testigo refiere que tenían muchos huesos fracturados tras horas de una brutal golpiza por lo que no podían ni moverse.

El Chapo ordenó que hicieran una fogata, los arrojaron al suelo y el narcotraficante los ejecutó con un disparo en la cabeza. Posteriormente pidió que quemaran los cuerpos hasta “que no quedara ni un sólo hueso”.  Y así pasó: los hombres del Chapo mantuvieron encendido el fuego toda la noche.


Probablemente esta historia sea uno de los recursos más fuertes de la fiscalía para probar al jurado que el Chapo sí era líder del Cártel de Sinaloa y que sí es responsable de la muerte de muchísimas personas.

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