Por Diego Castañeda

Ayer amanecimos con la noticia de que el candidato del Frente, Ricardo Anaya, proponía incrementar el IVA y disminuir el ISR. Pero es una pésima idea.

¿Por qué?

En primer lugar un asunto en que casi todos los economistas están de acuerdo (y que en México no es la excepción) es que no es sostenible ni sano para una economía depender demasiado de impuestos indirectos. En México hoy en día ya lo hacemos, dependemos en gran medida de distintos tipos de impuestos al consumo como el IVA o el IEPS y poco de impuestos directos como el ISR o impuestos al capital o a la riqueza como el predial. Esto hace que el país se encuentre en una situación de debilidad.

Un segundo punto, y en mi opinión aún más importante, es que dependiendo del esquema en el que se planee el aumento, el impacto de pobreza cambia. Por ejemplo, haciendo simulaciones de un IVA generalizado (que incluye alimentos y medicinas) a la tasa actual (16 por ciento) podría incrementar en entre 13 y 15 millones de personas la pobreza. Más que triplicando la pobreza alimentaria de un 7 por ciento a más del 20 por ciento. ¿A que se debe esto?

El consumo de bienes básicos (la canasta básica) domina el consumo de los hogares más pobres con más del 50 por ciento de su ingreso; mientras tanto, en los hogares más ricos es menos del 20 por ciento. En otro escenario que simulemos, en el que pensemos que el IVA se generaliza pero se mantienen excepciones a la canasta básica de la misma forma, la pobreza podría incrementar entre 3 y 5 millones de personas.

Los niveles de pobreza bajaron durante 2016, de acuerdo con el Coneval
Foto: Javier V.

Un tercer argumento en contra de la idea del candidato Anaya, es que el incremento en el IVA es una causa de inequidad fiscal. Por la diferencia en la proporción a consumir de los hogares dependiendo de su nivel de ingreso, los hogares de los deciles más bajos pagarían, en los hechos, más. En el caso de un IVA generalizado al 16 por ciento, los primeros tres deciles (es decir, el 30 por ciento más pobre del país) verían un incremento de más del 150 por ciento en su monto pagado por concepto de IVA, mientras que el decil diez, el 10 por ciento más rico de la población, incrementaría en poco más del 50 por ciento.  De cada peso que se recaude, alrededor de 50 centavos vendrían del 30 por ciento más pobre y apenas unos 20 centavos del 10 por ciento más rico. Por lo tanto, el efecto que se tendría es el de abrir aún más la brecha entre los ingresos disponibles de las personas, la desigualdad incrementaría y en esencia los más pobres subsidiarían los bienes y servicios públicos de los más ricos.

Un argumento que los autores de esta propuesta podrían esgrimir a su favor es que esta recaudación adicional de IVA podría usarse para financiar algo como el famoso Ingreso Básico Universal (UBI), sin embargo, no sería posible. En el caso de un IVA generalizado del 16 por ciento, la recaudación que se podría esperar sería de alrededor de los 7 puntos del PIB, por lo que no lograría cubrir el monto necesario de alrededor de 8 puntos del PIB, sin contar la pérdida de recaudación del ISR.

Escenarios menos agresivos con tasas de IVA más bajos lograrían recaudar entre 2 y 4 puntos del PIB, cantidades muy menores a lo que podría ser necesario para compensar la pérdida de bienestar de la mayor parte de la sociedad.

En conclusión, se vuelve evidente que no es una buena idea, es peligrosa respecto a la salud de las finanzas públicas, puede tener efectos fuertes en términos de pobreza y profundiza la desigualdad fiscal y en el ingreso disponible. La desigualdad y la pobreza son temas muy serios que se deben atender con cuidado, propuestas como éstas nos pueden enviar a una realidad aun más complicada de la que ya vivimos.

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Diego Castañeda es economista por la University of London.

Twitter: @diegocastaneda

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