Según la RAE el miedo “es la perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario”. La palabra proviene del latín metus y es considerada una emoción primaria derivada de una amenaza. Ya sea un aspecto cultural o una reacción bioquímica del cerebro, esta sensación existe en cada uno de los seres humanos -y hasta animales- y seguramente todos nos hemos afrontado a él en algún momento de nuestra vida.

Esta sensación ha sido retratada en la literatura infinidad de veces, pero ¿qué pasaría si juntaramos la escritura, la fotografía y el performance? Eso es lo que Jorge Alberto Gudiño intenta plasmar en su nueva novela Justo después del miedo.

En esta novela conocemos a Alistair Peak, un muchacho que estudia arte y que ha perdido a su familia y la voluntad de vivir. Todo cambia cuando conoce a Ilya, una chica alegre pero algo reservada que, a pesar de sus secretos, infunde en el protagonista un nuevo impulso por dejar su apatía para intentar reconstruir su vida.

La novela, sin embargo, no se centra en esta “idílica” historia de amor. Alistair perdió a su padre -un exitoso relojero que se vio envuelto en situaciones laborales complicadas que lo alejaron de su familia- y a partir de ahí su vida ha sido un constante recordatorio de este decisivo hecho.

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La historia no está situada en un espacio-temporal completamente definido, lo que permite al lector acomodar las situaciones de acuerdo a sus experiencias, con la libertad de remitir lo que está plasmado en el libro a cualquier espacio, incluyendo el de las propias experiencias.

Todo se complica aún más cuando es invitado a la exposición “After Fear”, diseñada para cimbrar las estructuras emocionales y morales de los asistentes. Ahí se retrata el instante justo en el que los protagonistas de una imagen están a punto de sufrir dolores máximos e irrevocables: una amputación, una rodilla destrozada, un dedo roto.

Tras ese instante, la fotografía se centra en la cara del sujeto y se vuelve video. ¿Es real? ¿Es un performance? La inesperada imagen final, la de su padre, cimbra tanto a lector como al protagonista.

La aparición de Laskie – el autor de la muestra- es el último elemento para llevar a Alistair al abismo de la duda que todo lo tiñe: la relación con su padre, con Ilya y hasta consigo mismo.

La novela está construida con capítulos pequeños, intercalada con la exposición, la relación padre e hijo y un reloj que no solo tiene una importancia material, sino también simbólica.

Tuvimos la oportunidad de platicar con el autor, Jorge Alberto Gudiño, quien publicó su primera novela en 2010, Los trenes nunca van hacia el este; una más en 2011, Mucho más feliz que yo con la que ganó el Premio Lipp de Novela y su penúltima en 2014, Instrucciones para mudar un pueblo. Conduce el programa “La Tertulia” en Radio Red am, publica en diversos medios como Letras Libres y también se dedica a la docencia.

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Esto fue lo que nos platicó sobre Justo después del miedo.

Cuéntanos un poco de ti, ¿qué estudiaste? ¿por qué quisiste ser escritor?

Yo soy ingeniero en cibernética y sistemas computacionales, cuando estaba en la prepa consideré estudiar letras, yo sabía que me encantaba leer y que leía completamente por placer, entonces en una actitud tal vez demasiado inocente decidí que no quería que nadie me dijera qué leer, quería seguir leyendo lo que yo quisiera.

Muchos años después de esa decisión estudié una maestría en letras, entre al mundo de la academia pero ya de otra forma, cosas más teóricas y abstractas, en la licenciatura -hasta donde yo recuerdo en esa época- era leer en orden desde los clásicos  hasta hoy en día.

Desde niño me encantaba leer y pronto descubrí que también me gustaba contar historias , sobretodo aquellas que no había yo leído. Uno empieza con sus intentos en la adolescencia, después me seguí con los cuentos y la verdad me tomé mucho tiempo antes de escribir novelas, tenía que ver con estar buscando el momento para hacerlo.

Acerca de Justo Después del Miedo, de dónde surge esta idea de la exposición, parece una especie de perfomance de arte contemporáneo.

Me gustaría contestarte que sí fue porque asistí a muchas exposiciones… pero con hijos chiquitos es  complicado, pero sí sabía qué pasaba en ese mundo.

Me interesaba mucho, en torno a la exposición, mostrar qué podría ser o no ilegal (depende de cómo se haga la lectura). La muestra está basada en “posibles cuadros o fotografías y videos que representan amputaciones y momentos muy dolorosos para los personajes”, me servía mucho para explorar justo lo que yo quería, que era el miedo y, por otra parte, me parece que encajaba en el mundo distópico en el que plantea la novela y también en este mundo contemporáneo que llevan al límite algunas sensaciones y algunas cosas.

La relación del protagonista y su padre, ¿por qué  decidiste meterla en este mundo distópico?,  específicamente en el caso de la exposición.

Establecer esta relación padre-hijo, de Alistar con su padre Coven, era importante porque quería jugar con las certezas de Alistar, que es una de las dos líneas conceptuales de la novela (la otra es el miedo).

Cuando empieza la novela él sabe que su padre no está, que su padre está muerto, pero tiene la certeza que lo abandonó por extrañas razones, aunque no son del todo ciertas. Cada uno de los capítulos me daba la oportunidad de plantear una verdad o jugar con ésta (por ejemplo en el segundo capítulo y su relación con Ilya, que después se romperá en los siguientes apartados). Lo mismo pasa con el padre, al meterlo en la exposición se vinculan los dos mundos, el de Alistair y su padre, y el mundo de Laski y sus ideas respecto al arte y cómo afrontar estas situaciones perversas.

¿Hay alguna razón en específico para construir la novela sin un espacio temporal y físico definido¿ También con los nombres de los personajes, que no son muy comunes. 

En el asunto de la ciudad, hay autores que ponen todos los detalles y a mi no me funciona eso, ya que esta es una novela con alto contenido visual, entonces no quería distraer este contenido con descripciones de una ciudad. No me gusta describir un lugar que ya existe, porque cada quien va a ver una cosa diferente a lo que uno describe, aparte así permite que pueda ser una ciudad en la que se activan referentes de dónde esté el lector, porque tiene elementos de lugares que no podría estar relacionadas -un bar decadente, una ciudad amurallada- juego un poco con esa indeterminación para que el lector acomode el lugar donde quiera.

Y con los nombres, me cuesta mucho trabajo nombrar a mis personajes. No les pongo Juan o Pedro, porque yo conozco un Juan o un Pedro y no quiero que se haga la asociación. A veces invento los nombres.

La novela tiene una carga fuerte con los relojes, ¿tú tienes algo referente en tu vida para ponerlo en la novela?

No específicamente así, pero sí tiene una explicación. Me encantan los relojes, soy ingeniero, los relojes son una pieza de ingeniería maravillosa -en especial los automáticos- , pero yo necesitaba que hubiera una pieza que como objeto tuviera un valor considerable, ya que al final de la novela el reloj que hace el papá de Alistair, va a tomar simbólicamente el papel del padre. Está con el reloj en la mano y tiene que decidir  qué hacer con el, después de todo el desengaño respecto a su relación.

¿Cuál crees que sean los retos en un país como México y que sobre todo que te lean?

Pues las editoriales van planeando sus publicaciones casi un año antes, entonces si tu llegas con una novela ahorita, seguramente saldrá en 1 año si tienes la suerte de que acepten tu borrador. Llegan casi 500 textos por mes a las casas editoriales, entonces es muy complicado, por suerte hay editoriales independientes que puede ser más sencillo que tu texto se publique.

Y que te lean, pues lo primero que puedes hacer es promover tu libro en las tiendas, pero sobretodo de boca en boca. Porque tu libro se puede ir a la bodega, pero si la gente sigue hablando de él, eso ayuda a que más personas te conozcan.

Es una novela que vale la pena gracias a las descripciones visuales de la exposición y sobretodo porque plantea interrogantes morales al lector, lo hará reflexionar sobre lo que el considera como “bien” y re-pensar que las verdades no son absolutas.

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Fundé Sopitas como hobby y terminó siendo el trabajo de mis sueños. Emprendedor, amante de la música, los deportes, la comida y tecnología. También comparto rolas, noticias y chisma en programas...

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