Por Mariana Pedroza

Pocas cosas hablan más de una persona que su relación con el dinero: el dinero nos obliga a negociar entre nuestros deseos y nuestras necesidades, nos exige ajustar lo que somos con lo que podemos ser y es quizá el mayor aliciente para nuestro hacer. El dinero, en otras palabras, influye notablemente en nuestra forma de relacionarnos con el mundo.

«No podemos pasar del corazón al bolsillo sin contemplar la vida como un todo y todos sus significados», dice el rabino Nilton Bonder en su libro La kabbalah del dinero. En ese sentido, hablar de dinero no es un tema tan superficial como pudiera parecer, pues detrás de nuestra relación con él hay toda una ética. Ganarse la vida –el sustento– implica tomar postura sobre la riqueza de todas las formas de intercambio, transacción e interdependencia.

Desde ahí, quizá no sorprende tanto que un rabino, avocado a temas espirituales, dedique un libro para hablar sobre el dinero. «Hacer negocios en el mundo como imaginaban los rabinos pone a prueba todos nuestros esfuerzos hacia la cultura, la espiritualidad y la responsabilidad individual, que se extiende más allá de nuestras propias necesidades, hasta las de los demás», dice Bonder.

La kabbalah del dinero puede verse como un texto no sólo de corte religioso, en tanto que comparte ciertos conocimientos del Talmud, sino también marxista: ocurre que en nuestra relación con el dinero nos enriquecemos, sí, pero también generamos dinámicas de escasez, tanto en un nivel ecológico como en un nivel social. Bonder intenta contestar a la pregunta de cómo tener dinero sin generar pérdidas en otras dimensiones del sustento, pues así como nos alimentamos con recursos materiales, requerimos también de alimento espiritual, desarrollo creativo y tiempo libre. Para Bonder es claro que todo lo que no toma en consideración la vida como un todo acaba reforzando la injusticia.

La palabra kabbalah viene de la raíz verbal «recibir» (quibel) y apunta a la antigua tradición transmitida de generación en generación. Aplicada al dinero, se refiere no sólo a lo que recibimos, sino al equilibrio entre lo que recibimos y lo que nos está disponible. De acuerdo al conocimiento rabínico, el dinero no nace como un medio de opresión, sino que surge del deseo humano de justicia, en la tentativa de generar acuerdos y establecer intercambios que optimicen la ganancia para ambas partes; es un símbolo de la interdependencia de la humanidad que refleja nuestro deseo de organización, civilización, coexistencia pacífica y, a largo plazo, de administración sustentable de los recursos.

La riqueza, pues, es el más elevado nivel de organización posible para el entorno, de tal modo que todo lo vivo y todo lo esencial en la vida pueda existir sin escasez. En otras palabras, cuanta más abundancia creemos para una necesidad humana dada, sin generar la escasez de otra necesidad, más equilibrados y «ricos» somos. Para Bonder éste es el deber de toda persona, mejorar la calidad de vida alrededor de ella y crear abundancia sin crear escasez en otro plano. En cualquier caso, para él es claro que siempre es mejor disfrutar de la no escasez que de la abundancia.

Bonder cuenta una historia de lo más ilustrativa: un rabino visita el purgatorio y escucha que todos se quejan. Cuando se acerca, los encuentra sentados en una mesa con grandes manjares; sin embargo, todos tienen los codos invertidos, de modo que no pueden doblar los brazos y llevarse la comida a la boca. Luego, el rabino es conducido al paraíso, en donde todos parecen estarla pasando muy bien. Cuando se acerca, encuentra el mismo escenario: una mesa llena de manjares con la gente con los codos invertidos. La única diferencia es que cada persona le llevaba la comida a la boca a su vecino o vecina. «El purgatorio es un mundo sin mercado», concluye.

Si ganar dinero es difícil, ganar dinero y al mismo tiempo ser fiel a las propias creencias y ser justo con el entorno y con los otros es mucho más difícil. No obstante, recordar el espíritu colaborativo que hay detrás del dinero puede ser un buen comienzo para trascender la noción de que ser rico es acumular y comenzar a preguntarnos qué necesitamos para vivir bien en lo individual y en lo colectivo.

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Mariana Pedroza es filósofa y psicoanalista.

Twitter: @nereisima

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