25 soldados de Navy Seals fueron los que participaron en la “Operación Gerónimo”, que derivó en la muerte de Osama Bin Laden, ex líder de Al-Qaeda.

Casi dos años después, de ese grupo de militares sólo dos elementos quedan vivos.

¿La maldición de Bin Laden?

Estas muertes comenzaron tres meses después de aquel 2 de mayo del 2011 en el que cayó abatido Bin Laden, cuando fue derribado un helicóptero de la OTAN en el que viajaban 31 soldados estadounidenses, 22 de los cuales eran miembros de los Navy Seals. Hamid Karzai, presidente de Afganistán, informó entonces que los talibanes aseguraban haber disparado al helicóptero para derribarlo y que en la aeronave viajaban casi todos los soldados que habían participado en la muerte de Bin Laden. Esto nunca fue confirmado ni desmentido por Estados Unidos, lo cierto es que nadie ha vuelto a saber de ellos.

Ahora, hace unos días falleció en un accidente con su paracaídas el marine Brett D. Shadle.

De los dos soldados que quedan vivos, uno de ellos (y quien se presume, asesinó a Bin Laden) no tiene pensión ni seguro médico después de que se retiró del ejército. Incluso está en pleno proceso de cambio de nombre, ya que no posee ninguna protección por parte del gobierno.

Uno pensaría que estos soldados, después de haber acabado con el terrorista más buscado del mundo, tendrían una vida llena de reconocimientos y prosperidad. Ya vemos que no es así.

¿Maldición o sólo un grupo de casualidades desafortunadas?

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