Por Daniel Montes de Oca | @montesdeoca11

El sonido de las sirenas anuncia una y otra vez que México está herido pero de pie.

Hoy la furia de la naturaleza tocó los cimientos de un pueblo acostumbrado a lidiar con la tragedia, pero los gritos de dolor también son acompañados por otros de esperanza.

Las heridas de México están abiertas, frescas. Pasarán meses, seguramente años, pero la reconstrucción la iniciamos juntos, la hacemos todos y no nos vamos a detener.

Hoy la ayuda vale igual si se traduce en un garrafón de agua, en la ruptura y remoción de escombros o en un donativo económico. Pocos brindan una mano en busca de notoriedad, la inmensa mayoría son movidos por la conciencia y el corazón.

Si somos capaces de ayudarnos en la adversidad, seremos capaces de ayudarnos SIEMPRE. El aliento no se acaba, las manos de México de a poco reviven al país. Será un proceso tan lento como doloroso, pero con un mensaje contundente: ÉSTE es el país que queremos, no el de la violencia, inseguridad, injusticias, gobernantes corruptos e ineptos, o incluso el de las disputas baratas.

Hoy el silencio es una forma de respeto: el llanto por las pérdidas es inevitable, así como un inmenso orgullo por la solidaridad de la gente.

Recorrer las calles de la Ciudad de México resulta un impacto contrastante: por un lado las zonas y personas afectadas representan un dardo directo al corazón, al tiempo que las cadenas humanas y presencia infinita de voluntarios para colaborar se traduce en esperanza.

Circulan vehículos de todo tipo repletos de desconocidos que se dirigen a un mismo sitio con el fin de ayudar. Y es la juventud de este país, pero también sus adultos y sus viejos, cada uno con sus posibilidades.

Hoy una adolescente de 19 años se abraza a un hombre de 40 al abordar su motocicleta para dirigirse al ERUM (Escuadrón de Rescate y Urgencias Médicas) porque quiere ver en qué puede ayudar. No importa que acaba de salir de trabajar toda la noche, ya habrá tiempo de dormir y afortunadamente ella no sufrió pérdida alguna tras la sacudida a México.

Hoy da lo mismo que seas de Coapa, Culhuacán, la Roma o la Condesa, esta ciudad y las otras afectadas nos necesitan a todos, activos como lo muestra el pulso de estos días, incluso con la impotencia de querer hacer más. No importa, hoy absolutamente todas las buenas acciones suman. Todas.

Hoy tenemos poco qué reprocharnos como país, de nueva cuenta la naturaleza nos puso a prueba, pero el sonido de las sirenas anuncia una y otra vez que México está herido pero de pie.

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