A pocas horas de entrar en vigor la reforma migratoria, los cubanos hacen cola para poder salir de la isla.

 Desde el 2008, Raúl Castro comenzó una serie de reformas económicas (como la posibilidad del autoempleo, el uso de celulares, compra y venta de bienes raíces, etc.), dentro de éstas, se encuentra el decreto de Ley 302, que reduce sustancialmente los trámites para viajar al extranjero, al tiempo que disminuyen los costos para hacerlo.

Desde los años sesenta, el “permiso de salida” ha sido una de las medidas del régimen castrista que más polémica ha causado. La isla, para muchos, era más bien una prisión. Los trámites para obtener permiso de salida eran un obstáculo insalvable (se pedía por ejemplo una carta de invitación al país destino), además, casi todos los países (incluido México) piden visa a los cubanos que intentan entrar a su territorio. Por otro lado, el tiempo que se podía permanecer en el exterior era muy limitado (30 días) y se pagaban multas por cada mes adicional, máximo 11, pues, después de este plazo, si se seguía en el extranjero, se prohibía el regreso, y los bienes del turista eran confiscados por el gobierno.

Después de la reforma anunciada el año pasado, la carta invitación y el permiso de salida, quedan eliminados de los requisitos.

Pero lo que para muchos fue un movimiento radical del régimen, fue mostrando sus costuras con el tiempo, y ha levantado sospechas en todos los habitantes, pues, en ningún lugar se especifica que salir de Cuba sea un derecho de sus ciudadanos y si bien es cierto que los trámites se reducen puede que abandonar la isla sea aún muy difícil.

El pasaporte sustituye ahora a la “tarjeta blanca”, el famoso permiso de salida. Sin embargo, al momento de ser entregado el pasaporte, el estado puede decidir, (por múltiples razones) que no eres apto para abandonar Cuba.

Por ejemplo, la ley se blinda contra la fuga de cerebros pues se mantienen las restricciones a trabajadores de la salud y la educación, ingenieros, científicos y demás profesionales. En esa lista negra, en los que no salen, según el estado por “razones de defensa y seguridad nacional”, es muy seguro que se encuentren los intelectuales no orgánicos y todos aquellos que han mantenido una oposición al régimen.

Además, no hay mecanismos de apelación pues si el gobierno decide que no puedes salir, en la reforma (y en ninguna parte de la ley) no se especifica qué hacer, cuál es el proceso a través del cual le informas a la autoridad que no estás de acuerdo con su decisión.

Aunado a esto, es cierto que no se ha flexibilizado el proceso para obtener una visa, por ejemplo a Norteamérica, América Latina o Europa, es decir, las restricciones no sólo son impuestas por el gobierno cubano.

Sacar un pasaporte cuesta 100 pesos cubanos (unos 1300 pesos mexicanos) y las filas crecen en las oficinas de migración. Hay gente que quiere abandonar la isla para siempre o para poder visitar a sus familiares, exiliados ya hace muchos años. Otros, sin embargo, quieren salir y buscar trabajo para poder ahorrar y mejorar su vida dentro de Cuba.

Algunos dicen que, como el subsidio de Venezuela (que vino a reemplazar el de Rusia) peligra como  peligra la vida de Chávez, la reforma busca la salida de personas para que trabajen en el extranjero e inyecten dinero a la isla, es decir, impulsarse con remesas.

Aún falta tiempo para saber en qué termina esta reforma, pero mientras tanto, muchos creen que por fin les han dado la llave para no volver.

***Vía El País

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