El servicio ferroviario de Long Island es uno de los más complejos del mundo, más que por su extensión o sus dimensiones su complejidad reside en la cantidad de personas a las que conecta diariamente a Manhattan, Brooklyn, The Bronx y Queens.

Ahora imaginen la cantidad de gente transportada y a su vez, la cantidad de objetos perdidos que cada uno puede dejar en algún momento de su vida olvidado en algún tren o estación en uno de los muchos viajes que ha hecho en este medio de transporte: paraguas, suéteres, chamarras, libros, tapetes de yoga… anillos de diamante, juguetes sexuales. Casual.

Pues el departamento de objetos perdidos del sistema ferroviario de Long Island es algo así como la Cueva de las Maravillas, ya que oficialmente aquellos objetos que el personal encuentra deben de ser entregados a la oficina para esperar a que sean reclamados –otra cosa que es quien lo encuentre primero realmente lo haga, es la ley de la selva–, por lo que desde hace años tienen varios artículos que no han sido reclamados. El director del departamento, Henry Felton explica que el 60% de los objetos que se pierden en dicho sistema de transporte llegan a la oficina de objetos. De los objetos que llegan a la oficina, antes sólo se reclamaba el 23%, ahora con una serie de mejorías y modernización del sistema, esa cifra ha aumentado a 58%. Sin embargo, chequen las fotos para que se den cuenta de las dimensiones de esto y de sólo unos pocos de los objetos más peculiares que se han podido hallar (o perder) en algún tren o estación. Pasaportes, maletas, cascos de bici, celulares, instrumentos musicales, un tiburón de peluche, un drone, una botella de whisky…

     

Via Gothamist

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