Por Fernando Bustos Gorozpe

El documental inicia con una escena en la que vemos a David Munguía, ministro de Defensa del Salvador entrar a una sala, Marcela Zamora, la directora que a la vez entrevista a diferentes personajes durante la cinta, le pasa un libro amarillo que se usó durante la guerra civil de El Salvador como catálogo de quienes entonces eran considerados enemigos del Estado (Voces Inocentes, película mexicana de 2004, se centra también en esta guerra). Con tono moderado, Zamora le indica que el tercer nombre que aparece en el libro es el de su padre: Rubén Ignacio Zamora Rivas, quien fue capturado y torturado por 33 días. El general, lejos de sentirse incómodo, responde cualquier cosa que lo salve de enfrentar el señalamiento que Zamora ha realizado. Cualquier cosa antes que aceptar una responsabilidad por parte del Estado.

Los ofendidos (2016) es un documental que se centra en la memoria histórica de aquella terrible guerra que, como muchas otras, arrasó con la vida de miles de personas. Es una compilación de testimonios de gente que en la década de los 80 fue torturada por el ejercito salvadoreño, así como una entrevista a un torturador que pide anonimato frente a la cámara. 

Las historias ahí expuestas son terribles, es demasiado reciente y el olvido se ha impuesto socialmente. Los torturadores, en una suerte de tragedia, han devenido en cristianos. Encontraron en la religión la salvación que los expía de los crímenes que cometieron, de aquella violencia de la que fueron portadores. Y el Estado, en una especie de amnesia que más bien huele a cinismo, a cobardía, ha cerrado los ojos a la hora de dar el debido reconocimiento de todos aquellos crímenes en los que, de alguna forma, participó.

Si la cinta duele, y vía empatía genera dolor y repudio, es porque las historias ahí expuestas no son lejanas de lo que se vive en México. Por ejemplo, se ve una entrevista que Zamora hace a Neris González, una mujer que fue acusada de alfabetizar (era catequista) y que al pasar por un cuartel fue capturada. Neris fue encerrada, violada, torturada. Al verlo no pude sino recordar los casos expuestos por las mujeres de Atenco (aquí un gran reportaje de Paulina Villegas al respecto) o el caso de Jacinta Francisco, que estuvo detenida tres años injustificadamente. Los crímenes y las omisiones del Estado que sucedieron en El Salvador durante su Guerra Civil, siguen vigentes en México y en gran parte del mundo, así como es usual que aquellos que perpetraron crímenes hoy en día estén absueltos y en ocasiones sin el menor remordimiento de consciencia.

El documental de Zamora tiene varios puntos fuertes, como aquel donde su padre y otros narran todas las torturas que sufrieron (choques eléctricos, les quitaban las uñas, los ahogaban en tinacos), pero también me parece importantísima toda la entrevista al ex torturador ahora venido a cristiano (que recuerda al documental de Oppenheimer The Act of Killing), pues la forma en que éste narra lo acontecido, desvirtúa aquellas vidas que fueron violentadas físicamente. Sin remordimientos, se ve al torturador lavarse las manos de aquellos actos al decir que sólo cumplía con órdenes de más arriba: la banalidad del mal.

Hay que reconocer, también, que sería difícil pedirle honestidad al ex torturador, esa honestidad con la que los entrevistados de Oppenheimer en The Act of Killing se sienten orgullosos de sus crímenes, pues aquí pareciera que la religión opera como reguladora ética que, aunque borroneó de la memoria los crímenes cometidos y limpió la conciencia (de forma cínica), primero tuvo que reconocer el mal. Sólo así viene la culpa y después el alivio. Como menciona Judith Butler en su libro Dar cuenta de sí mismo:

Considerar que una persona pueda rendir cuenta de su vida en forma narrativa puede significar, incluso, exigir la falsificación de esa vida a fin de cumplir con el criterio de cierto tipo de ética, una ética que tiende a romper con la relacionalidad.

Dar voz a todas aquellas voces que fueron minimizadas, como ahora hace Zamora, es un ejercicio importante para el reconocimiento y para el luto, ya que el mutismo ejercido por el poder no ha permitido inteligir vidas ahí donde las hay o las hubo. El reconocimiento oficialista a lo más que ha llegado es a una apropiación de las vidas en términos abstractos, la vida como cifra, pero no como singularidad, y  “porque si el fin de una vida no produce dolor no se trata de una vida, no califica como vida y no tiene ningún valor. Constituye ya lo que no merece sepultura, si no lo insepultable mismo”. Por eso duelen y calan hasta los huesos los crímenes que son acallados por el gobierno, porque reducen la vida, porque crean marcos de reconocimiento que indican que en lo político sólo son pocas las vidas que importan y que son visibles. Por eso es importante recordar, ir al pasado e instigar reconocimiento en el presente, porque es sólo desde ahí que se puede exigir una transformación, pedir un futuro mejor.

El Salvador al que nos acercamos en Los ofendidos es uno en posguerra. La violencia sigue ahí donde hay omisión, donde hay olvido, donde se echa bajo el tapete todas aquellas persecuciones y muertes a miles (las cifras indican 75,000 muertos). A propósito del documental, vale la pena reflexionar la siguiente idea, también de Butler: 

La violencia es seguramente una pequeña muestra del peor orden posible, un modo terrorífico de exponer el carácter originalmente vulnerable del hombre con respecto a otros seres humanos, un modo por el que nos entregamos sin control a la voluntad de otro, un modo por el que la vida misma puede ser eliminada por la acción deliberada de otro. En la medida en que caemos en la violencia actuamos sobre otro, poniendo al otro en peligro, causándole daño, amenazando con eliminarlo.

… y  a partir de esto recordar que todos somos precarios por naturaleza, que la violencia no es sino el escalón más bajo de la civilización y que ahí donde se me presenta la interpelación del otro, también se me presenta la oportunidad de conocerme mejor. 

Para mí, como mexicano, el documental resulta significativo porque aún cuando no hemos pasado por una guerra según la definición de diccionario, las cifras de muertos, de mujeres asesinadas y/o violadas, de desaparecidos, indican lo contrario. Sin embargo, los medios se quedan callados y el gobierno dice que no hay crisis, pareciera entonces que las vidas que se pierden en el país son vidas que no importan, pues ya estaban de antemano borroneadas por políticas de Estado. Veo el documental e imagino a todos aquellos en México que se han quedado esperando a narrar su historia, a todos aquellos torturados que jamás veremos ni conoceremos, pienso en esas mujeres que no podrán denunciar y en aquellas que, a pesar de su denuncia, serán acalladas o minimizadas por algún juez de distrito.

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Los ofendidos (México-El Salvador, 2016)

Directora: Marcela Zamora Chamorro

85 minutos

Proyecciones

Cinépolis Universidad
* Q&A con directora
30 marzo
6:25 PM
Cinépolis Plaza Satélite
31 marzo
6:45 PM
Cinépolis Plaza Carso
02 abril
4:15 PM

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Fernando Bustos Gorozpe es filósofo y profesor de la Universidad Anáhuac Norte. Estudia el Doctorado en Filosofía en la UIA y es colaborador de la revista Nexos.

Twitter: @Ferbustos

Fotos: YouTube

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