El Congreso mexicano es uno de los menos productivos de América Latina, calificó ayer el semanario The Economist. El Poder Legislativo goza de unos de los mejores sueldos, después de Brasil, con unos 150 mil pesos mensuales por legislador, en promedio, indicó la nota publicada ayer con el título “El congreso de la siesta”.

La publicación criticó a los 500 diputados federales y 128 senadores del Congreso de la Unión, quienes trabajan únicamente 195 días al año, mientras que algunas reformas están detenidas. Señaló la contradicción del PRI en 2010 al rechazar la propuesta de Calderón para una reforma laboral que facilitaba el contrato y el despido para que ese partido hiciera un plan similar el año pasado.

Expuso que aún cuando exista un consenso, el Congreso se las ingenia para estar en desacuerdo y dijo que los legisladores del PRI dejarán de parar leyes sólo si Peña Nieto gana. La parálisis legislativa ayuda a que el mandato de Felipe Calderón luzca como pólvora mojada, plasmó la publicación británica.

Denunció que, a pesar de la existencia de rivalidades en cualquier democracia, el Congreso destaca por ser un mal actor y lo tilda como la asamblea de “NO HACER NADA”, en alusión al retraso de 14 meses en el nombramiento de tres consejeros electorales y a los 15 meses que tardaron los diputados en elegir a un ministro para la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Indicó que la mayoría de las propuestas de Calderón han fracasado en el Congreso, a excepción de una reforma fiscal aprobada en 2007, que fue facilitada a cambio de una ley electoral que favorecía a la oposición, ya que cuando los legisladores votan, lo hacen frecuentemente para bloquear las iniciativas de sus opositores políticos, y no para aprobar reformas. Indicó que construir coaliciones es difícil en México, donde los legisladores están casados con sus partidos y ningún político, desde el Presidente hasta los alcaldes, puede ser reelegido.

“Lo que significa que los legisladores dependen de los jefes de sus partidos y no de los votantes para su próximo empleo, por lo que es esencial mantener la línea de su partido.” The Economist señaló que la reforma de Calderón aplastada en el congreso incluía la reelección.

Expuso que la ley de competencia le dio un codazo tentativo a los monopolios más poderosos del país el año pasado, aunque los cambios al atrasado sector energético en 2008 fueron diluidos. Evidenció que la reforma al sistema político fue hecha pedazos de manera similar y que aún no existen señales sobre la prometida ley para mejorar la competencia en las telecomunicaciones.

“Habrá una reforma laboral después de las elecciones de julio de 2012, cuando tengamos un Presidente identificado con los principios de la Revolución”, citó la publicación, en referencia a Armando Neyra, diputado del PRI. Contrastó que en México, a diferencia de otros países, los votantes son excepcionalmente leales, por lo que se tienden a registrar niveles de apoyo idénticos en las elecciones presidenciales y legislativas, ya que los votantes raramente dividen sus votos, algo que incentiva a los legisladores a echar tierra a la agenda del Presidente.

Aseguró que algunos dudan de que Peña Nieto sea revolucionario, ya que este candidato reconoce que la industria del petróleo necesita inversión privada extranjera, que el mismo PRI ha bloqueado. The Economist evidenció que Peña Nieto es amigo del sindicato de maestros, como Calderón, y que Televisa, que describe como el gigante de los medios, le ha dado una cobertura amigable.

Vía Excelsior

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