Por UNICEF México

En junio de este año, Sofía, una adolescente de 17 años, emprendió un camino de cientos de kilómetros de la mano de su hermana Marisol, de 12 años, para poder reunirse con su mamá en Estados Unidos, allá en donde miles de niños y niñas del Salvador, Honduras, Guatemala y México buscan hacer sus sueños realidad.

La madre de Sofía y Marisol tuvo que salir de El Salvador hace 3 años, huyendo de las pandillas que amenazaron su vida si no pagaba una renta mensual de 500 USD; renta que no podía pagar (un mecanismo común de extorsión). Huyó del riesgo y de la violencia, pero también de la falta de oportunidades para poder proteger a sus hijas, a quienes no había encontrado otra opción que dejar atrás, con sus abuelos.

El barrio en el que Sofía y Marisol han vivido toda su vida, es muy peligroso. Cerca de su casa hay barrios en el que sólo viven pandilleros y lo único que los divide, es un puente. Es común ver enfrentamientos entre bandas criminales y cateos afuera de su casa. 

Cada vez que había enfrentamientos tenían que esconderse y no podían salir en todo el día. “Es común que las pandillas maten a la gente enfrente de ti y te manden callar, o te matan también”, comenta  Sofía.  

Un día, su hermana Marisol venía de la escuela con su prima, cuando un grupo de hombres encapuchados en un coche bajaron a un chico de su bicicleta y le dieron tres balazos. A partir de lo que vivió ese día, Marisol no ha podido dormir bien por las noches. 

Pero la violencia no se hace tangible sólo en las calles de El Salvador. Las escuelas tampoco son un lugar seguro para los y las adolescentes. Hace poco, empezaron a amenazar a las estudiantes en la escuela de Sofía, un espacio en el que deberían sentirse seguras. 

En el bachillerato, Sofía era la primera de su clase, estaba estudiando el último grado y se iba a graduar este año. Sofía siempre soñó con estudiar medicina en su país para ayudar a las demás personas, pero por las amenazas tuvo que abandonar sus estudios. “Si estoy comiendo y miro a alguien que necesita ese bocado yo prefiero dárselo. Medicina es una carrera que te hace sentir mejor y ayudas a las demás personas, salvar una vida no es cualquier cosa”, dice Sofía.

Después de enterarse de las amenazas, la mamá de Sofía y Marisol decidió que, a pesar de saber el riesgo que enfrentarían en el camino, los riesgos de quedarse en su país de origen eran mayores, así que prefirió pagar a una persona para que se las llevara a Estados Unidos, sin nadie más para protegerlas, que ellas mismas.

Cada año, miles de niñas, niños y adolescentes se ven forzados abandonar el lugar en el que viven, al que aman y añoran, pero del que también intentan huir desesperadamente por la violencia, la pobreza y la falta de oportunidades (entre otras razones). “Si nosotros venimos huyendo de nuestro país, es porque queremos una vida mejor, porque ya no podemos estar en nuestro propio país y porque queremos estar con las personas que queremos”, comparte Sofía. 

El trayecto para muchos de esos niños que viajan solos huyendo del peligro y para reencontrarse (en la mayoría de los casos) con sus familias, es un camino muy duro y de mucha frustración en el que pueden enfrentar riesgos de abuso, explotación, secuestro y extorsión; en el que pueden tener accidentes e, incluso, perder la vida.

Muchos de estos niños viajan días por rutas desconocidas, sin comer, sin beber líquidos y sin paradas para ir al baño. Pasan semanas e incluso meses en hoteles, casas y vehículos sin luz, sin aire suficiente para respirar, enfrentando condiciones climáticas muy extremas y, muchas veces, sin espacio para moverse, apilándose unos sobre otros.

 Sofía recuerda que durante el viaje “Estuvimos en una casa por 3 días, nos dieron de comer sólo una galleta y un garrafón de agua para todos (a veces agua sucia de río), pero no tomábamos mucha agua, porque no sabíamos cuando íbamos a salir y nos daba miedo que nos dieran ganas de ir al baño”.

En el camión en el que viajaban Sofía y su hermana había 28 personas, de las cuales 22 eran niños, niñas y adolescentes que viajaban solos. “Estuvimos días en un camión con sólo 2 hoyos arriba, asfixiándonos. Sólo bajamos 15 minutos para vomitar e ir al baño. Muchos se empezaron a desmayar, no aguantaban el pecho y el corazón, muchos se convulsionaron y, ya en el hotel, como pudimos nos revivimos, no sabíamos dónde estábamos”, dice Sofía.

El miedo, la confusión y la incertidumbre son parte del trayecto. En varias ocasiones, Sofía y su hermana tuvieron que salir del autobús y correr para escapar de las autoridades. Junto con otros niños y niñas pasaron un día escondidas en un monte y ocultas en un río.

Durante el trayecto, fueron víctimas de extorsión y tuvieron que pagar casi todo lo que llevaban en efectivo para que las dejaran pasar por los retenes. “Si salimos de allá (de El Salvador) es porque no tenemos dinero, muchas de ellas (las amigas que conoció en el trayecto) no tenían con qué pagar.”

Sofía recuerda que a una de ellas la bajaron del autobús y el policía se la llevo para atrás y la besó a la fuerza. “Teníamos miedo, porque eso pudo habernos pasado a todas. Si no das dinero, te pueden hasta violar en el camino” señala Sofía.

Después de  semanas y de haber enfrentado todos esos riesgos, Sofía y Marisol fueron detectadas por las autoridades migratorias de México a tan solo unos kilómetros de la frontera; muy cerca de llegar a su destino. “Veníamos agotadas, mareadas y con hambre. Veníamos dormidas y de repente teníamos a la Marina en frente. Agarraron a 42, casi todos niños y niñas. Nos dolió mucho caer aquí. Todo lo que pasamos, lo que hemos sufrido (nos levantamos, nadie sabe de dónde sacamos tanta fuerza) para que nos agarraran tan cerca. Todos lloramos, queríamos pasar.”

Durante su estancia en México, Sofía ha estado en un albergue para niños, niñas y adolescentes de entre 13 y 18 años en la frontera norte. Su hermana Marisol, fue llevada a una casa hogar para menores de 13 años. Las hermanas pueden verse sólo los jueves y llevan 27 días esperando los trámites para regresar a su país de origen. “Vives cosas difíciles todos los días aquí encerrado sin poder hacer nada. Te avisan que se te murió alguien, que mataron a tal, que se te enferman”.

Sofía y Marisol volverán a El Salvador, a la situación de riesgo, desprotección y vulnerabilidad por la cual se vieron forzadas a migrar, y a pesar de que ansían ver a sus abuelos y volver a casa, tienen mucho miedo. “Me quiero ir (a El Salvador) pero a la vez me da miedo porque yo me vine huyendo de allá y es regresar al mismo lugar en donde saben las personas que te fuiste huyendo por eso (la violencia); me da miedo que me vaya a pasar algo.” Comenta Sofía sobre su regreso.

Sofía quiere esperar un tiempo para recuperar fuerzas y volver a intentarlo. “Yo quiero estar con mi mamá porque ella es la única persona que tengo, no tengo a nadie más. Y mi hermana, no la puedo dejar, las dos veníamos huyendo, si le llega a pasar algo a ella… por eso me regreso para El Salvador y solo espero unos días y me vengo de nuevo”.

Además del miedo de volver a la situación de riesgo de la que huyeron, son varias las circunstancias por las cuales ya no quieren permanecer en su país. Una de ellas es que a Sofía y a Marisol las dieron de baja del instituto y ya no podrán continuar con sus estudios. “Ya no quiero estar en el Salvador, me da miedo y ahí yo ya no puedo estar. Mi sueño es estar con mi mamá y ayudar a mis abuelos, ellos ya están viejitos y yo no puedo vivir con ellos porque un día me van a faltar, y quedaría yo sola” Señala Sofía.

Después de despedirse en México, sin saber si volverán a verse, Sofía y sus amigas, aquellas niñas que se acompañaron, consolaron y protegieron durante todo el trayecto desde El Salvador, han decidido que van a enfrentar el camino juntas otra vez, porque sueñan con reencontrarse con sus familiares y tener un mejor futuro y, porque de quedarse, saben que no estarán seguras.

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Esta Historia se suma a las de miles de niños, niñas y adolescentes que ven sus derechos fundamentales vulnerados; que huyen de la pobreza y de la violencia, y que muchas veces encuentran violencia y muchos otros riesgos en el camino. Niños y niñas que antes de ser migrantes son niños y niñas; que son vidas en tránsito y que necesitan de toda la protección que podamos darles para ser felices y hacer sus sueños realidad. Desde UNICEF seguiremos trabajando para garantizar que todos estos niños y niñas reciban la protección a la que tienen derecho. Porque hoy, más que nunca, necesitan de todo nuestro apoyo y para lograrlo, tú eres fundamental.

 
Para que UNICEF pueda llegar a los más de 48 millones de niños en situación de emergencia necesitamos 3,300 millones de dólares. La mayor cifra solicitada hasta la fecha. Tú puedes ayudar, compartiendo este video, hablando de la situación con tu familia o amigos o donando en la página web: www.donaunicef.org.mx. Con tu ayuda, seguiremos haciendo todo lo que sea necesario para garantizar que los niños y las niñas nunca pierdan la esperanza, estén en donde estén.
Fotos: Notimex y UNICEF México

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