Hace prácticamente 160 años, la Ciudad de México amaneció escandalizada. Una mañana de febrero de 1861, mientras demolían el antiguo Convento de Santo Domingo —del que solo queda la Iglesia dedicada al mismo patrono en el Centro Histórico—, los trabajadores encontraron los restos de 14 momias en sus paredes.

Los cuerpos petrificados eran inesperados y por su puesto, se juntaron cientos de personas, los clásicos mirones, a admirarlas.

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Estas son las momias de Guanajuato, pero estaban chidas para la foto // Foto: Mediateca del INAH

Por la expresión de sufrimiento de su rostro, inmediatamente se corrió por la Ciudad de México el rumor de que las personas, ahora momias de Santo Domingo, habían sido enterradas vivas.

Una crónica, publicada en el Siglo Diez y Nueve —retomada por el periodista Héctor De Mauleón—, avanzó los chismes todavía más y aseguró que se trataba de víctimas de la Inquisición. “La actitud violenta que guardan, la congojosa expresión de su gesto y las contracciones musculares que conservan dan a conocer que jamás fueron sepultadas en un ataúd las que a todas luces fueron víctimas de los crímenes sacerdotales de la Inquisición”, escribió aquel reportero.

Se juntaban filas de personas para ir a visitar a las momias y eran una popular, pero extraña, atracción en la Ciudad de México.

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Foto: Mediateca del INAH

Aprovechando el furor, seguían los rumores y la capital de aquel entonces identificó, sin muchas pruebas, a uno de los cuerpos. Algunos aseguraban que una de las momias —una de cabello grisáceo— era nada más y nada menos que Fray Servando Teresa de Mier, personaje importante de la Independencia, que había sido enterrado en Santo Domingo.

Y luego… se perdieron

El misterio continúa, por cierto.

No bastaba con la aparición de momias, particularmente afligidas, en uno de los conventos del centro de la Ciudad. A los pocos meses se les perdió completamente el rastro.

Cartas de la época, en posesión de la Secretaría de Cultura, reclaman que —tan solo unas cuántas semanas después— las momias fueron vendidas por el Gobierno de México. Supuestamente se las dieron a un empresario circense que tenía la intención de llevárselas a un tour por Europa.

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Foto: Mediateca del INAH

De acuerdo con la recopilación de medios de De Mauleón, un corresponsal mexicano se las encontró en Bruselas en 1882. Veinte años después de haber sido encontradas originalmente.

Su historia ya era un teléfono descompuesto.

Tenían un nuevo dueño. En la nueva exposición, a cada una de las Momias de Santo Domingo le habían asignado un pecado diferente y una tortura distinta en épocas de la Inquisición. Ya saben, para darle variedad.

A partir de esa fecha, nunca más se volvieron ver.

De hecho, el cuerpo de Fray Servando Teresa de Mier es uno de los misterios chilangos del Siglo XIX. Algunos dicen que viajó con la caravana de momias a Europa, otros aseguran que, de rebote, terminó en Argentina, algunos más piensan que se libró de ser exhumado en Santo Domingo… y por ahí, otras versiones oficiales dicen que sus restos se encuentran en Puebla.

¿Un dato curioso más? Cuentan las crónicas de la época que a la calle donde estaba la pared del convento en donde encontraron las momias le comenzaron a llamar Sepulcros de Santo Domingo, pero con los años la conocemos diferente. Ahora es República de Brasil.

*Con información de Héctor De Mauleón en La Ciudad Oculta

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Soy Max Carranza y me he pasado la vida rodeado de memes, cultura digital y bastantes horas frente a las pantallas. En el camino me encontré la pasión por abordar los temas sociales más urgentes e intentar...

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