Por Guillermo Núñez Jáuregui

Cuando a finales del pasado mes de agosto di un repaso a algunos cómics recientes que retoman las convenciones del hard boiled me quedé con ganas de incluir Moonshine (2016- ) de Brian Azzarello y Eduardo Risso, publicado por Image (la misma dupla que se encargó de 100 Bullets, publicada entre 1999 y 2009). Este mes la primera edición de Moonshine cumple su primer año y muy a tiempo llega a librerías mexicanas (aunque en su versión original, en inglés) el primer volumen que compila sus números existentes (seis en total; se publicó el pasado mayo, aún no hay fecha para el lanzamiento del séptimo número). Se me ocurre ahora que pude haberlo mencionado en el texto dedicado a Kill or Be Killed por estar en el cruce, más o menos pantanoso e informe, del detective que se enfrenta a lo oculto, que evidentemente tiene parientes en el mundo del noir (como argumentó María Negroni en La noche tiene mil ojos, el relato gótico y el de detectives tienen un tronco común). Un buen ejemplo de esto, y para no ir tan lejos, es la primera temporada de True Detective (2014), que tiene elementos de horror cósmico, siempre en deuda con el mito popularizado por Lovecraft. Pero lo cierto es que se trata, más bien, de un relato de horror, sostenido sobre el andamiaje de una historia de gánsteres (y en el que no hay detectives, sólo víctimas y victimarios).

Moonshine, como su título indica coquetamente, se desarrolla en tiempos de la prohibición (en plena Gran Depresión, 1929, específicamente en Virginia Occidental). No es la primera ocasión en que la cultura popular explota este período –casos recientes son Boardwalk Empire, que se transmitió de 2010 a 2014, o Lawless, de 2016– y no debe sorprendernos, me parece, que se recurra a él pues permite ciertos paralelismos históricos con la guerra contra el narcotráfico (tanto en los EEUU como en nuestro país). Hay tela de dónde cortar. Pero sí me parece singular la idea de Azzarello: añadir al universo del gánster de la Prohibición hebras sobrenaturales. Aún más, celebro que se le diera la espalda al vampirismo o a los zombis, que han inundado pantallas y páginas en los últimos años, para volver a explorar el mito del hombre lobo. Tal vez el ejercicio sólo sume a la banalización del monstruo y su historia (como ha señalado Jorge Fondebrider en su excelente Historia de los hombres lobo, que este año reeditó Sexto Piso), pero si se trata de mencionar un producto entretenido para estas fechas en que se antoja volver los ojos a pasatiempos de horror, esto no está mal.

Aunque alguna deuda tiene con el estilo impresionista que Frank Miller popularizó en Sin City en los noventa (de nuevo, con sus líneas llenas de ángulos que evocan el uso de sombras con fuertes contrastes del cine clásico noir), el trabajo del argentino Eduardo Risso (quien hace una década publicó una antología de relatos de terror en cómic) es ya inconfundible: sus personajes de líneas caricaturescas le brindan dinamismo al relato y sus atmósferas se definen por una paleta de colores que oscila entre el ámbar y el dorado (para los días sumergidos en el calor y el whisky), el verdoso extraño (para transiciones contemplativas) y el negro y el azul para las noches, punteadas por rojo.

Portada alternativa de Moonshine #1, dibujada por Frank Miller

Con suerte desigual el relato del licántropo ya se ha encontrado antes con géneros populares “masculinos”, como el western (por ejemplo, en la tercera temporada de Penny Dreadful, 2014-2016). Moonshine no es exactamente un western pero es interesante cómo vuelve aquí la idea del hombre lobo como hombre fiel, una bestia al servicio de fuerzas que le superan. No conviene contar mucho más sobre el relato, que se ha ido cociendo lentamente y guarda algunas sorpresas para lectores pacientes. Como sea, es el mes ideal para darle un vistazo.

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Guillermo Núñez Jáuregui es filósofo y escritor. Es jefe de redacción en Caín y colaborador en La Tempestad.

Twitter: @guillermoinj

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