Nadie habría pronósticado, un año atras, que los egipcios tendrían que votar en las urnas entre un ex-ministro de Hosni Mubarak y el lider de los Hermanos Musulmanes para elegir al primer presidente de la nueva democracia egipcia.
La revolución, la transición impulsada por miles de voces que durante casi un mes protestaron contra la impunidad y corrupción del régimen de Hosni Mubarak se encuentra, a un año de su triunfo, con que la democracia y el fin del régimen no es lo que esperaban.
El domingo pasado los partidarios de ambos candidatos se declararon ganadores de las prescidenciales y hoy una noticia más se suma al ambiente enrarecido del país de los faraones: por la tarde, agencias noticiosas de todo el mundo publicaron que Mubarak, el viejo dictador depuesto, el Rais y heroe de la guerra contra Israel en los setentas, estaba clinícamente muerto.
En Tahrir, el epicentro de las revueltas contra el ex dictador, la noticia se celebró como cuando se anunció su condena a cadena perpetua hace unos meses. Pero las versiones no han sido confirmadas y, hasta el momento, se sabe que su estado es crítico porque el Ejército informó que el Rais está “completamente inconsciente pero usando un respirador”; mientras AFP asegura que Mubarak está en coma, pero no muerto.
Lo único “cierto” es que Mubarak sufrió hoy una fuerte recaída, fue trasladado desde la cárcel a un hospital y los manifestantes que protestan en la plaza Tahrir tras las elecciones han celebrado la noticia, aún no confirmada, de su muerte.
Tal vez, dicen, está sea la única cosa que puedan “festejar” en un buen tiempo si los Hermanos Musulmanes o los Militares se hacen del poder. Tal vez la revolución de Tahrir sólo pueda triunfar cuando “el último de los faraones” muera.