Por Roberto Castillo

Si te pregunto qué hicieron AMLO y Ebrard en sus sexenios, seguramente tendrás una respuesta concreta. Podrás hablar a favor o en contra de cada uno de ellos. Puedes hablar de las obras de infraestructura que hicieron y deshicieron o de los programas sociales que instauraron o quitaron, de las acciones que tuvieron contra la corrupción o que la perpetuaron. Lo que puedes es señalar los ejes en los que trabajaron y los rumbos que le dieron a la ciudad, para bien o para mal.

¿Y qué se puede decir de Mancera a 5 años de su gestión?

El actual jefe de gobierno de la Ciudad de México asumió el cargo el 1 de diciembre de 2012 (cuando todavía era Distrito Federal). Mancera llegó al GDF con el 63% de la votación total efectiva de la elección, con el PRD gobernando 14 de 16 delegaciones y con 41 de 66 diputados en la Asamblea Legislativa. Esto era un “carro completo” de la administración pública local; dicho de otra manera, Mancera tenía un mandato claro sobre la ciudad.

Si bien muchas cosas podían ser mejoradas y otras tantas necesitaban (y siguen necesitando) un cambio drástico, en términos generales, Mancera heredó una ciudad que parecía contar, desde hacía algunos años, con cierto rumbo. Particularmente en lo referente a las políticas de movilidad, transporte público y el reconocimiento del derecho a decidir, así como la relativa seguridad que se vivía en la ciudad en comparación con el resto de los estados del país que, en su mayoría, presentaban altos índices de violencia.

Tanto por la composición del gobierno, como por el estado de la ciudad que recibía, el Jefe de Gobierno tuvo un escenario inmejorable para impulsar políticas y reformas que llevaran a la ciudad a ser una de las más progresistas del país. Ese mandato claro del electorado, resultado de la popularidad de las dos gestiones perredistas anteriores, le daba el respaldo a aquel nuevo gobernante de seguir los ejes de sus predecesores y trabajar en lo que necesitara para hacer de la ciudad un lugar mejor. Mancera tenía cinco años para sanear las finanzas de la ciudad, invertir en soluciones de transporte masivo, avanzar en la socialización de temáticas progresistas, fortalecer el sistema de prevención y atención al delito. En otras palabras, hacer de esta ciudad un mejor lugar para vivir.

En esos primeros meses después de la elección, creímos que éste sería un gobierno capaz, competente y eficaz. Sin embargo, a la efervescencia de su victoria, siguió el golpe de realidad y la decepción.

No pasó ni un día para que el estilo del nuevo gobierno de la ciudad se diera a conocer. La represión durante la toma de protesta y la torpeza para dialogar con una sociedad exigente marcaron la forma en que su administración se conduciría en el futuro. Mancera se desempeñó por años en la Secretaría de Seguridad Pública local, y esa formación se vio reflejada en diversos casos de opacidad y abuso policial.

A ese episodio le siguió la improvisación. La falta de una visión de ciudad y su inclinación por las alianzas con privados se convirtieron en una peligrosa combinación; se privilegiaron las grandes obras de infraestructura para los autos que resultaron ineficientes como los túneles de Mixcoac, a la par que al metro se le elevó la tarifa con el argumento de mejorar la calidad del servicio, misma calidad que contrasta con la lentitud del servicio y las fallas que se reportan en dicho sistema de transporte. No fue menor tampoco el proyecto del Corredor Cultural Chapultepec, el cual se intentó vender como una intervención de mejoramiento del espacio público, cuando en verdad se proponía la entrega de un espacio, perteneciente a las personas de esta ciudad, a privados para que construyeran un magno centro comercial.

Foto: José Pazos / Notimez

En el rubro de seguridad la situación también empeoró. Entre los últimos tres Jefes de Gobierno de la ciudad, el sexenio de Mancera cuenta con la tasa promedio de homicidios dolosos por cada 100 mil habitantes más alta. Sin embargo, tal vez lo peor es la incapacidad del gobierno para responder a las crisis. Un ejemplo de ello fue cuando el GDF planteó como respuesta al acoso de las mujeres el reparto de silbatos; o la larga negación de la presencia del narcotráfico en la Ciudad de México, a pesar de que la evidencia apuntara a lo contrario.

Su cercanía con el presidente Peña, que pareciera más complicidad, poco sirvió para apoyar a la ciudad. Esta cercanía pudo reflejarse en mayor coordinación metropolitana en materia de servicios y transporte públicos, así como mayores fondos federales para las obras de infraestructura en movilidad masiva que requiere la ciudad, pero terminó convirtiéndose en una simulación.

Finalmente, la incapacidad del gobierno de la ciudad para ser una fuente confiable de atención e información en los días posteriores al sismo del 19 de septiembre, sólo levantan más dudas sobre el papel de Mancera en el gobierno en la capital, aunque demostraron la fortaleza de la sociedad civil.

¿Qué es lo que buscó Miguel Ángel Mancera en su sexenio? ¿Qué visión tenía para la ciudad? Su legado es una perfecta descripción de su gobierno, Mancera nos dejará con una marca: “CDMX”. La visión de quien cree que todo se puede comprar y vender, incluso una ciudad. Las expectativas sobre su gobierno hace tiempo que se esfumaron, pero los daños de la improvisación y cinco años perdidos nos acompañarán mucho tiempo.

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Roberto Castillo es miembro de Wikipolítica CDMX, una organización política sin filiaciones partidistas.

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Foto principal: Getty Images

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