Por Tamara Velasquez

¿Qué piensas cuando escuchas la palabra “política”? Tal vez pienses en cosas positivas, aunque seguramente no. La política entendida como el espacio de participación pública se nos ha arrebatado. Las mexicanas y mexicanos poco podemos hacer sobre la dirección de lo público. Al menos así se nos ha hecho creer. Es tiempo de cambiarlo.

Toda la vida nos han dicho que la política es algo a lo que hay que tenerle miedo. Muchos rehúyen tan sólo con escuchar la palabra. “No soy una persona política”, dicen orgullosamente. En nuestro país, mucha gente ni siquiera sale a votar. La democracia “sin adjetivos” sigue siendo un ideal no alcanzado. De acuerdo con cifras del Instituto Nacional Electoral, la tasa de abstencionismo en las elecciones de 2015 fue de 52.28%. Los que sí votan, acaban haciéndolo por el “menos peor” porque creen que es la única opción que tienen. A final de cuentas, todos son lo mismo, ¿no?

Foto: Shutterstock

Nos han hecho creer una mentira. Nos han hecho creer que para ser políticos hay que ser corruptos. Luego se justifican diciendo que la corrupción es cultural y las cosas nunca cambiarán.  Que la política no es nuestra sino un espacio ajeno que existe en un plano distinto a nuestra realidad, y que le pertenece a una clase de políticos profesionales que sólo ven por sus propios intereses. Y tristemente este es nuestro referente para la política: un espacio en el cual servidores roban del erario público o hacen pactos sombríos con constructoras a cambio lujosas residencias. La corrupción, la impunidad, y el cinismo de nuestra clase política se han vuelto normales, pero esto no tiene por qué ser así.

Ante la ausencia de opciones, ¿por qué no comenzar a construir alternativas? Hace cinco años, una generación entera despertó. Salimos a las calles para expresar nuestro descontento con este statu quo. No nos íbamos a conformar con aceptar las cosas como son, simplemente porque nos hicieron creer que así es como siempre han sido, ni con candidatos impuestos y ajenos. Pronto nos dimos cuenta, sin embargo, que salir a las calles no era suficiente. Había también que construir alternativas a la política tradicional que fueran capaces de ocupar los espacios de poder y las instituciones. Fue en este momento que la exigencia de reformar el sistema de partidos y ciudadanizar la política cobraron fuerza. Decidimos apostar por proyectos políticos que empoderaran a la ciudadanía y se dirigieran  de abajo hacia arriba. Proyectos que fueran honestos, horizontales, abiertos, y guiados por valores auténticamente progresistas. De ahí surgieron diversos colectivos encaminados a esa misión.

Foto: Adrián Hernández/El Universal

La verdadera política no se debe hacer en sillones de piel, a puerta cerrada, por una clase política que no nos representa. Se debe primero construir por gente común en las calles, en los parques, y en los cafés por medio del encuentro, el debate, y el diálogo, y de ahí pasar al congreso y las instituciones. No creemos que ésta debe ser una experiencia pasiva en la cual nuestra participación se reduzca a votar cada tres o seis años y en la que ser “políticamente activo” sólo signifique asistir a escuchar a una persona ajena dar un discurso y simplemente aplaudir cuando termine.

Tampoco creemos que debe ser un espectáculo mediático en donde el ganador es quien reparte más despensas y no quien tiene las mejores ideas. Creemos en los espacios de diálogo, los conversatorios y las aulas abiertas. Creemos que cada persona tiene algo que aprender y algo que enseñar y que, al compartir nuestras experiencias, podemos, en colectivo, empezar a construir el país que todos queremos. Creemos que la política puede ser austera, puede ser alegre, y puede hacerse desde el corazón.

La clase política se alimenta de nuestra apatía. Se cometen tantos abusos de poder porque la ciudadanía lo ha permitido al resignarse. Al no participar caemos en su juego. Nos han intentado alejar de la política, pero ya no lo vamos a permitir. Hay que perder el miedo a participar y comenzar a ocupar espacios que, por derecho, nos pertenecen. Tenemos que recuperar la política para las personas y no soltarnos. Si no empezamos hoy, ¿cuándo?

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Tamara Velasquez es parte de Wikipolítica CDMX, una organización política sin filiaciones partidistas.

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